…Él acostumbraba fumar marihuana metódicamente y comía lo que yo ordenaba. Él tenía un problema evidente con las drogas, naturalmente, elegí ignorar. Tenía una apariencia juvenil, un cabello castaño hermoso, y en ese momento era delgado. Él atribuía esto al uso diario de la hierba.
Todas las semanas, yo esperaba el brunch porque vería su aparición. El proyecto autodestructivo empezaba a tomar forma. Yo iría a comprar nuevos esmaltes de uñas, ya que él me dijo que le encantaban las uñas de mis manos. Gasté una pequeña fortuna en todos los esmaltes de colores que encontré. Mi semana entera giró en torno a esa comida de noventa minutos con esta persona perturbada, excesiva y atormentada. Si conociera a un muchacho así ahora, correría por mi vida. Pero él era como una pieza fallada de cristal Steuben; si colocas la parte quiñada hacia la pared, realmente no la notas. Quería bañarlo en amoníaco y verlo brillar. Nunca tuve fantasías en las que él me estuviera haciendo el amor; siempre era yo en el papel de la agresiva, frotando sus cansados orificios nasales, masajeando su hígado agotado con un bálsamo de amor y ungüento para el alma, una falsa adoración. Racionalicé mi comportamiento como una tremenda necesidad de curar. Quizá necesitaba a alguien patético a quien rescatar. Era mi etapa de “ Juana de Arco”.
Iniciamos una relación. Él era el hijo y yo la madre, acurrucándolo en mi pecho como a un infante. Él era el obrero y yo el jefe, siempre dando órdenes, asombrándome si él no las llevaba a cabo. Él, por lo general, siempre estaba drogado para hacer mucho de cualquier cosa (incluso trabajar). Él era el prisionero y yo guardaba las llaves. Pero, en verdad, era yo la que estaba encarcelada. La claustrofobia que experimenté en ese momento debido a los barrotes que levanté a mi alrededor era sofocante. Él era todo en lo que pensaba, ¿ qué estaba haciendo?. ¿con quién estaba?, ¿por qué no me había llamado?, ¿fue solo a casa? No existía nada más en mi vida. Yo apenas funcionaba. Vivía solo para sus visitas, eran los únicos momentos en los que estaba segura de dónde estaba. Mis celos carecían de fundamento. Me despertaba en la mitad de la noche y me servía un vaso repleto de ron para evitar llamarlo para ver si estaba en casa. Me refiero a eso de las tres o cuatro de la mañana. Me paseaba de un lado a otro como un puma herido, imaginándome, planeando, poniendo las piezas en orden. La energía que gasté en ese amor.
¿Pero dónde estaba el amor que supuestamente existía, especialmente en el esplendor de una nueva relación? No estoy segura de que alguna vez haya existido, pero pensé que sí. Después me di cuenta de que recibía más afecto de mis gatos. Él era como una especie de escultura apoyada contra mis almohadas. Cuando el final llegó, milagrosamente sobreviví a la pérdida . Me encontraba definitivamente sentada al borde de la cornisa, pero escogí las escaleras en lugar de la ventana.
Al mirar atrás, veo mi romance como una crisis, como una simple enfermedad, una plaga emocional. Era igual de amenazador que un problema de drogas o alcohol. Honestamente puedo decir que es el peor sentimiento que he experimentado. Es como estar atrapada en un ascensor. Sientes como si el diablo hubiera tomado total control de tu vida y solo puedes cumplir sus deseos y observar tu propia destrucción, como si te estuvieras viendo a ti mismo y a tus acciones en un pequeño set de televisión: El canal del Demonio. Todo el respeto por ti misma, la estima, la dignidad y la integridad se desmoronan como un castillo de arena. Estás indefensa. Escuchas a la gente corear: “¿ A qué te refieres con indefensa?, ¿fuera de control?, ¿no puedes evitarlo? Eso es una locura, solo deja de hacer lo que estás haciendo…Locura es una palabra apropiada. Es exactamente como te sientes, como si estuvieras bajo un hechizo y te descubres haciendo cosas increíbles. De pronto te das cuenta de que sobresales como chivato, un detective en ciernes. Te arrastras como un gato ladrón, buscando pistas de traición, de deslealtad, signos que confirmen todos los crímenes que sospechas que ha cometido. En su momento asumías que era amor de principio hasta el final. Pero cuando el holocausto llega y tienes la suerte suficiente para sobrevivir , en retrospectiva verás que eso no era amor, solo una terrible necesidad…

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