Pero con tales pensamientos oí acordes nuevos, durísimos pero lejanos. No, no sucedían en esa casa, y yo tambalié toda al ubicarme, pobrecita, quién me viera, al descubrir que hacia el Sur era de donde venía la música, la música mismísima y caminé, caminé creo que largo y pisé rodillas y canillas y me senté en cabezas con clemencia, cabezas que no se mosquearon: ¿no oirán ellos, mientras me acercaba yo a mi fuente de interés, que al Sur alguien oía música a un volumen bestial? Eran cobres altos, cuerdas, cueros , era ese piano el que marcaba mi búsqueda el que iba descubriendo cada diente de mi sonrisa. Llegué a la puerta, la abrí, oí la letra…

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