Hola, hace una semana conversé con una de las personas con las que he trabajado en la Orientación Basada en Metas (OBM) cuando comence a desarrollarla en sus principios. Hace aproximadamente un mes o mes y medio dejamos de trabajar, ya que, logramos en este trabajo conjunto un nivel de satisfacción y de manejo de su vida muy alto, luego fue yendo con menos frecuencia y a manera de soporte hasta que,definitivamente, dejo de ir. Le pedí que me escribierá un testimonio para compartir y evaluar su experiencia, el cual me resulta muy satisfactoria, puede parecer un poco largo, pero vale la pena leerlo esta es:
“…Gran parte de mi vida la he pasado como se dice capeando los días y los problemas, disfrutando, en lo posible, sin mayor visión de futuro. Soy parte de una generación para la cual metas, proyecto de vida, éxito personal, eran malas palabras, lo que contaban eran los grandes ideales. Esto sumado a factores personales y de mi contexto familiar de origen, traslado de ciudad, carencia de redes sociales, crisis de la mediana edad, y seguramente una tendencia de personalidad, desencadenaron una depresión severa que no hizo más que enredarme en un laberinto sin salida: tenía cuarenta… y tantos años, llevaba tiempo desempleada, cada intento por empezar o reorientarme hacia algo, al poco tiempo decaía, mi espacio afectivo se perturbaba cada vez más, tanto como mi seguridad y confianza en lo que podía hacer, pues no hacía nada que resultara relevante para mí, estaba inmovilizada.
Vivía una situación precaria en todo sentido, lo que originó entre otras cosas crisis de angustia y pánico, que me enfermaron por un buen tiempo. Con el tratamiento médico, la psicoterapia, las cosas tendieron a estabilizarse, no empeoraba, pero no lograba estar mejor. Si bien es cierto que mi comprensión y conocimiento interior creció (¿cómo y porqué llegué a este punto?), no estaba en condiciones de solventarme terapias eternas, necesitaba resolver y recuperar mi existencia actual y enrumbar mi futuro. Intuía que sólo eso podría devolverme la fe en mi misma.
Busqué dentro de los programas de reinserción laboral que algunas empresas de recursos humanos ofrecían, también indagué por las experiencias de coaching pero su orientación “gerencial” me desanimaron rápidamente, si bien el desempleo era lo que más me angustiaba, sabía que había una serie de aspectos de mi vida que lo entrampaban (las expectativas propias y de mi entorno sobre mis capacidades) y que ameritaban otro tipo de orientación.
De la manera más casual, leyendo algunos blogs, llegué al de José Carlos Ramos, allí entre, y ví que compartía sus vivencias y reflexiones, describió una especie de orientación dirigida al desarrollo de metas personales, incluyendo el ámbito familiar, social. Su deslinde de terapias prolongadas, pasivas, que no tomaban en cuenta el contexto social, me animó a escribirle y plantearle mi caso. Mi mayor duda era el problema depresivo, sabía que se trataba de un psicólogo social, no un clínico, por otro lado yo no era ninguna jovencita con quien se iba a trabajar desde de cero, yo tenía una historia.
En ese mismo momento mi esposo, también se interesó, con otras manifestaciones, se sintió atraído por la propuesta. Así que luego de una conversación inicial en la que nos advirtió del carácter activo de nuestra participación, de manera individual cada uno se embarco en la experiencia.
Dado mi “perfil depresivo-melancólico”, las primeras sesiones, fueron muy duras para mí, evidenciar mis carencias, necesidades, sistematizarlas, priorizarlas, escribiéndolas a través de las “tareas” me deprimieron, la negatividad, la culpa y vergüenza ante mí misma, me bloquearon por varios momentos. Luego rápidamente con el esfuerzo por identificar de manera lógica las mejores rutas, en base a interrogantes sencillas pero precisas y una exigencia que me involucraba racional, emocional, con el compromiso de acciones concretas y tareas monitoreadas, empecé a encontrar la luz en medio del pozo negro. Más aún, gran parte de de este trabajo me sirvió para re-descubrir mis fortalezas y capacidades, con lo cual mi autoafirmación creció.
Muchas de las salidas habían estado siempre allí, eran simples, pero yo sola no podía verlas y las personas cercanas por más voluntad y cariño, no podían ayudarme. Cual rompecabezas de miles de piezas, todo empezó a encajar delicada y armoniosamente, incluyendo la comunicación con mi familia y pareja, que sinceramente no había considerado en ningún momento.
José Carlos (mi orientador, asesor, guía espiritual?) hizo las preguntas necesarias, no es que fuera especialmente afectivo, pero sí cercano, sensible y sereno, su juventud tampoco fue un problema para ayudarme a identificar el repertorio de recursos que una persona como yo podría encontrar de manera satisfactoria y en consonancia con mi estilo de vida, aún en los momentos de desánimo y escepticismo supo infundirme confianza.
Hasta hace un tiempo me sentía avergonzada de encontrarme en la situación que he compartido. Fundamentalmente me sentía así ante mis hijas, yo era su principal referente de mujer, y no estaba orgullosa de lo que veían. Ahora creo que ellas deben aprender que la vida es ante todo una constante lucha, por ser mejor ante una misma, que tan importante como los logros son los procesos, y el vivir es una constante re-definición de escenarios, prioridades, decisiones y metas que en cualquier momento de nuestra vida podemos darnos la oportunidad de afrontar.
Han transcurrido a lo mucho 5 meses. He retomado mi actividad social, el voluntariado me devolvió la confianza en mis aptitudes y capacidades, participo de dos blogs de debates, comparto mi tiempo entre dos asociaciones de trabajo con mujeres, y acabo de regresar de un trabajo (remunerado) fuera de Lima ligado directamente a mi profesión. Me he dado cuenta que controlo el miedo, y mi melancolía, me arriesgo, me ilusiono, planifico, lucho, disfruto, me expreso, negocio, expreso mis necesidades, pido ayuda, aprendo y los demás lo aprecian, esto debe ser un efecto secundario del tener el control sobre mi vida y mis decisiones.
Lo logrado con mi esposo, es en otra dimensión (la personal, familiar), absolutamente asombroso dadas sus reticencias a cualquier forma de trabajo interior, psicoterapéutico, de pronto se vio encaminado en metas que nunca hubiera considerado dentro de su espacio más cotidiano, familiar y personal,a través de esta orientación, que ojalá en algún momento quiera compartir y que nos ha ayudado a comunicarnos y funcionar mejor como familia.
Como le dije a José Carlos he vuelto, literalmente he vuelto…”
Eliana
Lima, 15 de setiembre, 2009