Mientras que la población india hace responsable a su propio gobierno de la falta de seguridad y las tensiones internas entre grupos religiosos, los gobernantes en Nueva Delhi señalan al vecino Pakistán cuando se trata de buscar un culpable. Hasta allí conduce la pista de los terroristas, y las huellas encajan perfectamente en el perfil del enemigo. Porque, a pesar de que ambos gobiernos últimamente se habían acercado tras la renuncia de Musharraf, su enemistad sigue siendo acérrima. En particular el conflicto fronterizo que persiste en la región de Cachemira perturba las relaciones entre ambas potencias atómicas.
El gobierno paquistaní en Islamabad se esfuerza por que entiendan su postura. En su mensaje hace un llamamiento a la cooperación en la lucha contra el terrorismo, una oferta que podría ser una nueva oportunidad para alcanzar la paz entre ambas naciones. Y es que ambos gobiernos luchan de la misma manera contra tensiones internas y ataques terroristas de extremistas islámicos. Si aunaran esfuerzos, mostrarían una solidez que proporcionaría más estabilidad a largo plazo a la región. Sin embargo, si Pakistán no mantiene este ofrecimiento, el gobierno indio seguiría responsabilizándolo de los ataques terroristas. Y si éste es el caso, la potencia atómica está ya preparada.
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