Existe una vieja tensión entre intereses y principios. Los países se desarrollan si los segundos prevalecen sobre los primeros.
El comportamiento humano oscila entre la defensa de intereses particulares y principios éticos y morales. En general los intereses tienen como base el egoísmo, a menudo llevados por instintos de sobrevivencia, pero también por el deseo de poder económico o político. Los principios son códigos éticos que provienen de la necesidad de una convivencia humana civilizada y, muy a menudo, basada en sentimientos de solidaridad, cooperación, competencia, compasión.
Veamos un ejemplo para comprender la importancia de este tema para el desarrollo de un país y para el desarrollo humano. Hoy se ha generado o impuesto en el sentido común que la inversión es la única solución para el desarrollo del Perú, venga de donde venga, lo importante es que se invierta. Obviamente, los interesados en tal idea son los propietarios del capital, que con sus inversiones obtendrán sus ganancias correspondientes. Sin embargo, observamos que en el Perú se ha invertido como nunca en los últimos veinte años, pero que esto ha generado que una minoría incremente drásticamente sus ingresos, mientras que las mayorías sólo han recibido aumentos muy modestos, es decir, la inversión que ha servido para crecer no ha servido para reducir las desigualdades, es decir el interés de la ganancia se contrapone al principio de la equidad.
En estas circunstancias si a alguien se le ocurre proponer mayores impuestos sobre las ganancias para tener mayores recursos para redistribuir, inmediatamente los intereses dicen que tales impuestos reducirían el crecimiento. El problema es que la calidad de la inversión no se toma en cuenta, pues se podría decir que los intereses de los capitalistas no se contraponen al de los trabajadores, siempre que estos últimos se favorezcan proporcionalmente. Pero cuando esto no sucede, entonces los principios de justicia social, de equidad y de compasión, aparecen como las ideas que podrían lograr los equilibrios sociales.
El problema central es cómo se establecen los principios en el funcionamiento de una sociedad, para que se logre que los intereses privados, sectoriales o particulares no reduzcan la creación de oportunidades para todos. Normalmente, las grandes normas (Constitución, leyes y decretos gubernamentales) se inspiran en los principios democráticos de igualdad de oportunidades, promoción de la equidad, cuidado por el medio ambiente y mejora del bienestar de las personas, es decir, casi todas las normas peruanas tienen como bases éticas estos principios. Sin embargo, en la realidad no se cumplen o se cumplen parcialmente, creo que por dos razones: 1. Porque el Estado peruano no tiene la capacidad y autonomía de hacerlo, es decir o tiene debilidades institucionales o es “asediado” por intereses particulares. Es decir, un estado débil es manejado por los intereses. 2. Porque los grupos con intereses particulares (empresas, partidos políticos, gremios) tratan de manejar los gobiernos (nacional, regionales o locales) en función de sus intereses. El resultado colectivo es, en general, mayor inequidad, menor integración y en muchos casos menos democracia.
La crisis actual en realidad se da porque los intereses particulares se han impuesto a los principios de equidad, inclusión, respeto a la ley y no hay un estado con sus tres poderes capaz de llevar al equilibrio entre estos intereses y el bienestar colectivo.
Pando, agosto 2019
Efraín Gonzales de Olarte
Profesor Principal, Departamento de Economía PUCP