Aun cuando el género ha logrado posicionarse en los debates y diseños en desarrollo, lo cierto es que muchas veces se incorpora en términos de categoría antes que como eje fundacional, del cual parten trayectorias y se configuran estrategias de sobrevivencia diferenciadas para hombres y mujeres (1). El género atraviesa el plano de las oportunidades disponibles, a la vez que equipa de herramientas para transitar caminos, ganar maniobra, y en ocasiones conquistar nuevos espacios de acción en las personas. Es en ese sentido elemento indesligable de todo análisis vinculado al desarrollo, pues define considerablemente las privaciones, recursos e intenciones que atraviesan en gran medida la vida de toda persona.

Podemos decir que el género:

  • condiciona estructuras de oportunidades diferenciadas –y con frecuencia desiguales- para hombres y mujeres,
  • dota de herramientas para la navegación y negociación efectiva con estructuras de oportunidades diferentes, y
  • modela las decisiones que hombres y mujeres van tomando en el proceso de navegar y negociar con el contexto y las oportunidades que se le presentan.

Si bien se trata de un fenómeno complejo y difícilmente reducible a una explicación desde el género, el reciente incremento en la migración transnacional de mujeres nos permite ilustrar parte de este planteamiento. Ser mujer marca el inicio, define el tránsito, y estimula el retorno de muchas peruanas que viajan en busca de una mejor calidad de vida. Haciendo un paralelo y llevando parte de estas reflexiones al campo de los estudios del desarrollo, podemos igualmente decir que ser mujer define un terreno de acción del cual no solo forman parte las limitaciones estructurales y la desigualdad, sino también las estrategias y los deseos con y a través de los cuales muchas se movilizan.

De acuerdo a información de la Superintendencia Nacional de Migraciones, existen en la actualidad más de tres millones de peruanos migrantes, 51% de ellos mujeres. El segundo país en la región que reciben la mayor cantidad de estos es Chile, concentrando al 11% del total de peruanos en el mundo (2). En este país la desproporción entre hombres y mujeres se agudiza, y se estima que por cada 7 hombres hay 10 mujeres peruanas asentadas (3). ¿Por qué es que hay más compatriotas mujeres en Chile? Son muchas las motivaciones detrás de la decisión de viajar, pero podría decirse que el elemento que hace verdaderamente efectiva su estadía es la facilidad para conseguir empleo como trabajadoras domésticas (8).

En la región, Chile y otros países con mayor paridad presentan una nueva necesidad por mano de obra de bajo costo que reproduzca las labores domésticas. Este trabajo, antes realizado por madres y abuelas y luego ocupado por otras mujeres originarias, se desplaza con el tiempo hacia mujeres migrantes en tanto estas se ajustan a una visión más tradicional del rol cuidador por menos salario. No es de extrañar, en esa línea, que tal desplazamiento venga acompañado del abuso que con frecuencia tiñe la labor de cuidado. Los empleadores esperan de las trabajadoras cama adentro disponibilidad por hasta 12 horas diarias, sin tiempo privado o disposición sobre el espacio común dentro del hogar (4). Como mujeres, como migrantes y como domésticas, las peruanas se insertan a la ola migratoria en condición de subalternidad.

Por lo demás, aun cuando se las caracteriza como más sumisas, muchas de las peruanas migrantes cuentan con niveles educativos superiores a las del promedio de sus pares chilenas. ¿Por qué migran hacia empleos no calificados, entonces? En sus casos, la profesionalización no ha significado la transformación de su posición en el Perú: las mujeres continúan enfrentando una serie de carencias económicas, sobrecarga de labores y episodios de violencia que las llevan a cuestionar su permanencia en el país. Trabajar fuera, con mejor sueldo, pero por debajo de su nivel de formación, se perfila como una opción vergonzante pero conveniente (3).

Sin embargo, aun cuando las migrantes se movilizan en un escenario desigual, estas son también capaces de ejercer agencia y ampliar espacio de maniobra a lo largo de su camino. Lo hacen, paradójicamente, a través de la apropiación de las normas y expectativas de género que de alguna manera las colocaron ahí. Por un lado, asumir un rol reproductivo remunerado les permite negociar su peregrinación, así como el subsecuente cambio de roles en sus dinámicas de pareja: no sin ayuda, los hombres con pareja migrante e hijos pequeños asumen el rol cuidador protagónico (3). Por otro lado, las mujeres no son ajenas a la ola migratoria. No es poco común que trabajadoras domésticas ya establecidas traigan eventualmente a sobrinas, nietas o ahijadas ante la demanda de nanas peruanas, actuando como puntos nodales para la migración de otras compatriotas, y posicionándose como protagonistas del flujo peruano hacia Chile (4)(5). Bajo el precio de la precarización, las mujeres migrantes subsisten moviéndose estratégicamente a través de expectativas en torno a su género.

No existe, eso sí, proceso de cambio que no movilice afectos y tensiones. Estar lejos de sus hogares y de sus hijos prueba ser una situación profundamente dolorosa, y muchas mujeres cuestionan su propio derecho para disfrutar del país de destino (3)(6). El estudio de Rozas (7) sobre el retorno, por lo demás, encuentra que muchas regresan al Perú para retomar un rol reproductor, en gran medida movilizadas por la culpa y el deseo de recuperar tiempo perdido. La experiencia migrante no necesariamente reconfigura las identidades de las mujeres de manera radical, ni mucho menos las concilia con los afectos que ciertos cambios movilizan.

Lo que nos sugiere este breve recuento sobre la migración femenina hacia en Chile es que las mujeres migrantes encuentran oportunidades determinadas por su género, que son por su parte ampliadas –y resistidas- a través del género. La migración para realizar trabajo doméstico ciertamente reproduce patrones de subalternidad. Sin embargo, desde su posición e identidad estas negocian estratégicamente, y van conquistando recursos y la ocupación de nuevos espacios. Lo hacen, eso sí, movilizadas por el desencuentro entre sus afectos y bajo el costo de la precarización. En el plano de los estudios del desarrollo, conocer la manera en que las mujeres transitan y negocian diversos territorios nos permite identificar no solo los obstáculos que delimitan sus caminos; también hace posible reconocer su condición de agentes activas, hábiles y por supuesto complejas. Nos invita, finalmente, a incorporar a nuestros análisis las múltiples dimensiones que influyen sobre la manera en que navegan a lo largo de su vida.

Buscando contribuir a las discusiones sobre desarrollo y género, el Instituto de Desarrollo Humano de América Latina de la PUCP (IDHAL) da inicio al ciclo temático ‘Desarrollo humano empoderamiento y género’. De este forman parte tres grandes actividades. La primera es la presentación del estudio ‘Empoderar para Incluir: Multiples Dimensiones del Empoderamiento de las Mujeres en el Perú’, desarrollado por tres investigadores del IDHAL en colaboración con el Instituto Nacional de Estadística e Informatica (INEI). También se llevará a cabo la Conferencia magistral ‘Capabilities y Políticas Sociales: la utilización de métodos cualitativos para el Desarrollo humano en América Latina’ de la Profesora Graciela Tonón (Universidad de Palermo), y una segunda version del curso ‘Desarrollo Humano, Empoderamiento y Género: Enfoque y Herramientas’ dictado por investigadores del IDHAL y en colaboración con la Maestría de Estudios de Género de la PUCP.

  • Lamas, M (2000) ‘Usos, dificultades y posibilidades de la categoría “género”. En: Lamas, M. (Ed.) El Género. La construcción cultural de la diferencia sexual. Universidad Autónoma de México: México DF.
  • Instituto Nacional de Estadística e Informática (2018) Perú: Estadísticas de la Emigración Internacional de Peruanos e Inmigración de Extranjeros, 1990-2017. INEI: Lima
  • Tijoux, M (2007) ‘Peruanas inmigrantes en Santiago: Un arte cotidiano de la lucha por la vida’ Polis, 18.
  • Stefoni, C. (2002) ‘Mujeres inmigrantes peruanas en Chile’ Pap. poblac vol.8 no.33.
  • Guizardi, M., Lopez, E., Nazal, E. y Valdebenito, F. (2017) ‘Fronteras, Género y Patriarcado. Discusiones Teóricas para Replantear el Transnacionalismo Migrante’ Revista Interdisciplinaria de Filosofía y Psicología, 12 (38) pp. 22-38
  • Correa, V. (2014) ‘Más allá de la racionalidad económica: una nueva aproximación para la comprensión de la emigrante latinoamericana que llega a Santiago de Chile’ Revista de Estudios Sociales, 49, pp. 176-189
  • Rozas, L. (2018) ‘Genero, migración de retorno y cambio de posiciones de poder dentro del hogar: el caso de las mujeres retornantes en Lima, Perú’. En: Hernandez, W. (Ed.) Género en el Perú: Nuevos Enfoques, Miradas Interdisciplinarias. Universidad de Lima.
  • Adquirir una visa de residencia en el país requiere de la presentación de un contrato de trabajo, contrato al que las trabajadoras domésticas acceden con mayor facilidad gracias a la legislación que obliga a sus empleadores a emitir dicho documento.
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Mujeres en Tránsito: Apuntes para una mirada al desarrollo, atravesada por el género

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