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Artículos de opinión / Temas varios

¿El regreso de la izquierda y la derecha? Elecciones presidenciales 2011

Elecciones presidenciales 2011 - Perú

Bajo el título “Vigencia de continuo ideológico izquierda/derecha…”, este estudio se propuso indagar acerca de la vigencia conceptual y la aplicabilidad empírica de la propuesta teórica de Norberto Bobbio (1996) acerca de las distinciones ideológicas entre izquierda y derecha, así como el aparente retorno de estos dos conceptos como parte de la cultura política limeña, durante las elecciones presidenciales de 2011 en el Perú.

De forma mucho más notoria que en las dos anteriores contiendas electorales peruanas (en 2001 ó 2006), en las elecciones presidenciales del año 2011, las categorías políticas de izquierda y derecha fueron (re)utilizadas para etiquetar, no sólo a los candidatos y a sus propuestas políticas, sino también, a los propios simpatizantes o a individuos comunes que mostraban preferencia por una u otra agrupación política. Es posible sostener que se vivió, por lo menos en la ciudad de Lima, una fuerte polarización entre quienes apoyaban a los candidatos asociados a la derecha y los simpatizantes de la propuesta electoral de Ollanta Humala, vinculado con la izquierda y rotulado como el candidato anti-sistema.

Esta fuerte polarización y conflictividad, por lo menos en la ciudad de Lima, ha sido advertida en un trabajo publicado recientemente por Ferrándiz, Ibáñez y Espinosa (2011), acerca de los elevados niveles de agresión, prejuicio y racismo que se mostraron en la redes sociales limeñas (facebook o twitter) durante la campaña electoral de 2011.

Al final de la segunda vuelta electoral y por un estrecho margen porcentual, Ollanta Humala resultó vencedor, provocando inmediatamente algunas manifestaciones de temor entre algunos sectores de la población, especialmente entre los grandes grupos empresariales, los grupos económicamente más privilegiados y sectores políticamente conservadores.

La expresa polarización política que se vivió en la ciudad de Lima, parece no haberse manifestado en otros departamentos del Perú, en especial en aquellos en los que el actual presidente Ollanta Humala obtuvo un amplio margen de ventaja sobre la otra candidata Keiko Fujimori.

En este contexto, esta investigación se propuso analizar las relaciones entre la ideología política, el comportamiento de los votantes durante las dos vueltas electorales del año 2011 y las reacciones emocionales en una muestra de habitantes de la ciudad de Lima, luego de conocerse los resultados finales. Por otro lado, este estudio intentó poner especial énfasis en la orientación política de derecha como una de las variables centrales en el análisis del comportamiento electoral durante las elecciones presidenciales de 2011.

Descargue el artículo completo recientemente publicado en la Revista de Psicología de la PUCP en formato PDF.

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Deliberación, polarización y participación política en redes sociales

Redes sociales y política

Los teóricos de la democracia sostienen que una democracia saludable requiere de deliberación y participación política. Por un lado, la deliberación política supone la exposición a puntos de vista que difieran del propio, así como a los argumentos o razones que los sustenten; de otro lado, la participación política supone el intento de los ciudadanos por influenciar en las acciones del gobierno u obtener algún resultado político. En contraste con lo que propone la teoría, la evidencia empírica que han presentado algunos estudios muestra cómo la deliberación y participación política entrarían en contradicción en la práctica (véase por ejemplo, Mutz, 2009).
 
En un proceso de deliberación política la exposición ante argumentos que verdaderamente difieran del punto de vista propio, estaría asociada a la tolerancia y al conocimiento político, pero reduciría la probabilidad de participación política. Por el contrario, cuando una postura se torna polarizada se derogan los puntos que discuerdan del propio, la gente se expone sólo a información (diarios, programas de tv, blogs de políticos y conversaciones) que es congruente con la postura propia, la información se procesa de manera sesgada y se proyecta la opinión propia en el resto de la gente, generando un efecto de “falso consenso”. Todo ello, reafirmaría la postura propia y sería un buen predictor de la participación política.
 
Considérese, por ejemplo, la participación política que tienen algunas personas en el contexto de redes sociales tipo Facebook, a propósito del proceso de revocatoria de la alcaldesa de Lima. Aquellos que con mayor frecuencia envían mensajes o postean comentarios con contenido político a favor o en contra de la revocatoria, tienden a conversar frecuentemente con gente que defiende la misma postura y a derogar con argumentos ad hominen o con “pelea verbal” a cualquiera que presente una perspectiva distinta. En corto, llega un punto en el que a esta gente “no le entran balas”.
 
Para evaluar si existe deliberación como se ha definido previamente, se debe indagar no sólo por la frecuencia con la que se conversa de temas políticos dentro de las redes sociales, sino por la frecuencia con la que se conversa con gente que sostiene su punto vista con argumentos razonables, más aún por la recurrencia con que se discute con gente que presenta argumentos que entren en contradicción con los propios, y luego buscar cómo esto se relaciona con la participación política. Si sólo se evalúa la primera y segunda condición uno se corre el riesgo de suponer que existe deliberación política cuando, en el mejor de los casos, sólo se intercambian puntos de vista y argumentos que sobre el final sólo sirven para fortalecer una única postura (como la red social que le hizo campaña a Kuczynski para la elección pasada), luego, la relación puede ser positiva con la participación política, sin embargo, no se trataría de una deliberación política en sentido estricto.
 
Sólo en la tercera condición se puede hablar de una deliberación política como se ha definido previamente. Lo paradójico del asunto es que esta última condición guardaría una relación negativa con la participación política, mientras que la frecuencia con la que se conversa con gente que piensa igual que nosotros, que repite nuestras ideas y valida nuestros argumentos sin cuestionarlos, es decir, todo aquello que genera polarización, también sería predictor de participación política. Referencia: Mutz, D. (2009). Promoting participatory and deliberative democracy: The Roles of television and newspapers. International Comunication Association. Annual Meeting, pp. 1-30.
 
César Córdova Cáceres
Miembro del Grupo de Psicología Política de la PUCP
23 de diciembre de 2012.

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Democracia y economía de libre mercado. Una mirada desde la psicología política

Democracia y economía de libre mercado

Resumen

Este estudio analiza la influencia de la ideología política sobre tres actitudes sociopolíticas: el apoyo al modelo económico neoliberal, el apoyo al sistema político democrático y el desinterés por la política, en una muestra de adultos jóvenes de la ciudad de Lima (N = 279). Como medidas de ideología política se utilizaron escalas de autoritarismo de ala derecha (RWA), orientación hacia la dominancia social (SDO), orientación política de derecha y justificación de la inequidad. Se contrastaron tres modelos de ecuaciones estructurales. Los dos modelos finales presentaron buenos indicadores de ajuste. Ambos modelos proponen que, mientras el RWA, la SDO y la orientación política de derecha ejercen influencia directa sobre el apoyo al modelo económico neoliberal, la SDO influye de manera inversa sobre el apoyo al sistema democrático. El modelo que presentó el mejor grado de ajuste propone además, que el desinterés por la política influye directamente sobre el apoyo al modelo económico neoliberal. Se discute finalmente acerca de la relación entre conservadurismo político, neoliberalismo económico y el concepto de apatía política.

Palabras clave: neoliberalismo económico, conservadurismo político, apoyo a la democracia, apatía política.

Este artículo ha sido recientemente publicado en el Número 214 de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales (RMCPyS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sus autores son Jan Marc Rottenbacher y Mathias Schmitz, miembros del Grupo de Psicología Política de la PUCP.

Descargue el artículo completo en formato PDF.

Jan Marc Rottenbacher
Miembro del Grupo de Psicología Política de la PUCP
Lima, 27 de julio de 2012.


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Crisis ambiental a nivel mundial es un problema político

José Mujica - Presidente uruguayo

Las declaraciones de José Mujica, actual presidente del Uruguay durante la Conferencia Río+20, han sido calificadas como de una “brutal honestidad” por algunos medios de prensa:

“¿Qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar? ¿El mundo tiene los elementos [recursos] hoy, como para hacer posible que 7,000 u 8,000 millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo que tienen las más opulentas sociedades occidentales? ¿Es posible hablar de solidaridad y que estamos todos juntos en una economía basada en la competencia despiadada?”

El presidente uruguayo cuestiona duramente al sistema económico-político que se ha ido extendiendo desde el mundo occidental hacia el planeta entero. José Mujica denomina a este sistema económico-político como la sociedad de mercado; un tipo de sociedad caracterizada por el hiper-consumismo, hija de la competencia y del libre mercado, y que es la culpable de las mayores demandas ambientales que estamos exigiendo a nuestro planeta, las que rápida e inevitablemente consumen sus recursos naturales a niveles jamás antes registrados.

Mucha de la tecnología que podría ayudar a ahorrar recursos y energía al planeta, sencillamente no se saca al mercado porque la economía se detendría: focos ahorradores que duran meses de meses no salen a la venta porque las empresas necesitan vender cosas que duren poco, y así mantener sus niveles de ingresos: las cosas que se compran hoy son de “usar y botar”.

Con ejemplos tan sencillos como éste, el presidente uruguayo intenta hacernos ver que los problemas ambientales a nivel mundial no responden sólo a una incapacidad por encontrar una forma de desarrollo sostenible, son un problema político con una base económica. Razón no le falta.

El video de su intervención en la cumbre internacional está disponible en YouTube. Pueden acceder al discurso completo en video desde el enlace: [Video José Mujica].

Jan Marc Rottenbacher
Miembro del Grupo de Psicología Política de la PUCP
Lima, 25 de junio de 2012.

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El ideal de neutralidad académica y la labor del psicólogo político

El ideal de neutralidad académica

Durante las reuniones de los miembros del Grupo de Psicología Política de la PUCP se manifestaron, en distinta intensidad y de manera simultánea, las coincidencias y discrepancias con respecto a las valoraciones de diversos hechos psicosociales y políticos. Es motivador encontrar un espacio donde confluyan similares intereses académicos e interpretaciones de la realidad social. Pero es también alentador observar diferencias en las valoraciones de las conductas de los actores políticos y de los resultados de estas conductas. Puede tomarse como la reproducción, en un ambiente académico, de la democracia tantas veces mencionada en las ciencias sociales. Pero esta práctica es, así mismo, imprescindible para garantizar que este equipo se consolide como una fuente válida de conocimiento.

Quien realiza trabajo de investigación académica suele desear, como es comprensible, que sus hallazgos sirvan como insumo para analizar la parcela de realidad de la que se ocupa y contribuya en la elección de los rumbos de acción más adecuados. Al tratar de ser consecuente con el método científico admitirá que presenta valoraciones y juicios previos y será autocrítico con respecto al método de investigación empleado y a la interpretación de sus resultados. Al ser las estructuras valorativas inherentes al ser humano, la búsqueda de un conocimiento “neutral” es una utopía. Y sin embargo es fundamental que este ideal nos guíe. Probablemente con mayor razón en sociedades como la nuestra. Sobre todo si el interés del investigador en cuestión está orientado hacia la Psicología Política.

Nuestro país presenta una baja comprensión del pensamiento y el método científicos. En relación a ello, observamos también que no es fácil hacer conocer hallazgos referidos a las ciencias sociales. Pero en caso de que se halle una vía de comunicación para difundirlos, se presentan otros inconvenientes. Si el conocimiento que un investigador desea transmitir se relaciona con la política, su mensaje podría tratar de ser invalidado por aquellos que se sientan afectados por sus implicancias. Por tanto, para que el trabajo realizado por este grupo tenga un impacto más allá del entorno universitario interesado en Psicología Política, no solo se debe mantener la vigilancia de los sesgos valorativos del investigador, sino que este esfuerzo debe traducirse en una comunicación no susceptible de ser tachada como discurso politizado.

En 1994 Philip Tetlock escribió en la revista Political Psychology un artículo titulado “¿Psicología Política o Psicología politizada?: ¿Está el infierno científico pavimentado con buenas intenciones morales?”. Aconsejaba que el investigador no confundiese su papel académico con el de un ciudadano comprometido con una causa, partidarizado o defensor de una ideología específica. Esto implica que el académico luche para “hacer dormir” (en tanto ejecute el rol de investigador) las evaluaciones morales asociadas al ideal que, como ciudadano interesado en política, posee sobre la sociedad.

La implementación de este consejo es tarea difícil pues los valores, antes de ser “puestos entre paréntesis” (empleando la terminología de Husserl, raíz de los trabajos cualitativos) ya jugaron un papel en la confección del diseño de investigación. Así encontramos que los académicos tienen motivos personales para especializarse en un sub-campo dado, para emplear a ciertas teorías y modelos explicativos como herramientas de trabajo; y para incluir en su estudio a grupos poblacionales y fenómenos específicos. Es solo un primer paso, pero de gran valor, el reconocimiento previo de que estas decisiones han sido influidas por la situación económica y socio cultural del investigador, y por su historia personal. Esta acción fortalecerá el trabajo científico en tanto se mantenga la conciencia de nuestra condición de seres situados históricamente.

Expresándolo de otra manera, nos servirá considerar siempre que nuestros juicios de valor podrán ser tomados por otros agentes sociales como malas adaptaciones a la “realidad” e incluso como planteamientos inmorales.

Tetlock propuso otras acciones para no cruzar la fina línea que distingue al científico de la Psicología Política del activista político moralmente bien intencionado. Todas ellas suponen ser tan rigurosos con los supuestos iniciales, las argumentaciones y los análisis propios como con aquellos sostenidos desde otras posiciones ideológicas. Así mismo, se recomienda emplear herramientas de investigación que permitan contrastes estadísticos de hipótesis: cuantificar lo cualitativo y el empleo de diseños experimentales para analizar con detalle las causas de las opiniones públicas.

No es nuestra intención abrir en este momento otro frente de reflexión dedicado a la relación entre lo cualitativo y lo cuantitativo en la Psicología Política, así que en la presente ocasión nos hemos conformado con mencionar los consejos de Tetlock al respecto.

Pedro La Barrera Sánchez
Miembro del Grupo de Psicología Política de la PUCP
22 de mayo de 2012.

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Memoria colectiva y sentido de comunidad

Memoria Colectiva y Sentido de Comunidad

Es innegable que el pasado tiene, de una u otra manera, un efecto en cómo vivimos el presente, lo cual se evidencia tanto a nivel individual como colectivo. Para ser más precisos, podemos decir que son las elaboraciones alrededor de los eventos y momentos de la historia las que inciden en los modos de significar lo que sucede hoy en día y actuar frente a ello. Dado que nuestro foco de interés se encuentra en el plano social, es relevante considerar el concepto de memoria colectiva, el cual hace referencia al “(…) conjunto de representaciones compartidas del pasado basadas en la identidad común de los miembros de un grupo.” (Licata & Klein, en Licata, Klein, Gély, Zubieta & Alarcón, 2011, p. 356).

La memoria colectiva cumple diversas funciones, entre las cuales se ha enfatizado en la construcción y defensa de la identidad social, en tanto las representaciones sociales acerca de eventos compartidos posee un efecto sobre la pertenencia y los lazos grupales. A partir de dicha función, es posible vincularla con otro constructo: el sentido de comunidad. En su teoría, McMillan y Chavis (1986) destacan el componente histórico, considerándolo como un elemento fundamental en los vínculos emocionales dentro de la comunidad.

El estudio de la memoria colectiva se ha realizado, principalmente, en contextos que han sido desestructurados por fuertes situaciones de conflicto. Así, en nuestro país, las experiencias más características serían aquellas posteriores al Conflicto Armado Interno. Sin embargo, este tipo de espacios no son los únicos en que se hace pertinente realizar un trabajo de memoria colectiva. Un ejemplo de ello es una comunidad rural de la costa norte del Perú en la que se ha venido trabajando, en la cual, la historia de fracasos en los procesos cooperativos y estafas parecen tener como consecuencia el actual clima de desconfianza y la destrucción paulatina del tejido social.

Dadas las relaciones establecidas con el sentido de comunidad, es posible plantear que, en situaciones como esta, realizar un trabajo desde la memoria colectiva podría contribuir con una resignificación más positiva de eventos pasados. Esto, a su vez, incidiría en, por ejemplo, la confianza o la identidad colectiva –elementos centrales del sentido de comunidad-, que luego podrían constituirse como el punto de partida de una mayor participación o acción colectiva, o al menos un trabajo para promoverlas.

Cabe mencionar, finalmente, que en muy diversos contextos, la memoria colectiva es un elemento importante para indagar cuando se inicia –y a lo largo de- una intervención comunitaria. Si lo que se busca es promover el desarrollo y bienestar de una comunidad, es fundamental profundizar no solo la historia, sino los significados que las mismas personas construyen alrededor de su pasado, en tanto la construcción del pasado determinaría aspiraciones para el futuro (Lyons, 1996). Al conocer lo que se recuerda y cómo es recordado por los diversos actores; al conocer cómo es ahora y lo que ha influido para que lo sea, se estaría interviniendo desde la misma comunidad, con una mayor comprensión de las interpretaciones que tiene del presente, y su percepción del futuro.

Anna Balbuena Blengeri
Miembro del Grupo de Psicología Política de la PUCP
Lima, 20 de abril de 2012.

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Guerra y deshumanización

Guerra en franja de Gaza

Si bien se supone que el respeto a la vida es uno de los principios más básicos por los cuales las sociedades actuales se rigen, éste constantemente se ve ignorado a favor de otros intereses. Los niveles de violencia que se viven actualmente son sumamente elevados, en especial en aquellos lugares donde la guerra se ha instaurado, y en los que se ha convertido en la expresión más abrumadora de violencia y agresión hacia los demás. Además de la violencia y destrucción que genera, la guerra conduce a la deshumanización de los grupos percibidos o categorizados como enemigos.

Para la psicología social, el ser humano posee una tendencia innata que lo lleva a formar categorías sociales (grupos), identificarse con algunos de ellos y diferenciarse de otros. Durante la guerra, esta diferenciación se vuelve más crítica y menos consciente. Los prejuicios y estereotipos que formamos acerca de los otros guían una manera específica de vincularnos con ellos y de identificarlos como miembros o enemigos de nuestro grupo de pertenencia.

Se propone que el no reconocimiento del otro como ser humano, produce su denigración y la negación de algunos de los aspectos más básicos de la experiencia humana. Si dejamos de ver a los otros como iguales, como humanos, y los percibimos únicamente como objetos bélicos qué posibilidad de diálogo hacia la paz se puede generar.

No necesitamos ser nosotros mismos quienes disparen las balas o cometan las torturas para utilizar recursos, mecanismos y estrategias que deshumanicen al otro. Las justificaciones y legitimaciones que aceptamos con respecto a la guerra representan una forma de deshumanización indirecta, con la cual nos lavamos las manos, culpamos al enemigo y seguimos con nuestras vidas sin darle mayor importancia a lo sucedido.

Durante los años del conflicto armado interno, sucedió un hecho, a mi parecer, deshumanizante. El conflicto ya había comenzado hace algunos años, sin embargo el centro de este era en la sierra del Perú, alejados de las clases dominantes y dirigentes del país. Asimismo, las víctimas en estos primeros años eran discriminadas y buena parte de la población limeña no podía reconocerse ni mostrar empatía alguna ante el sufrimiento de estas personas. Era como si el conflicto no existiera, pues el discurso hegemónico que se trasmitía en la ciudad era de un negacionismo total sobre el conflicto.

De esta manera las víctimas eran doblemente victimizadas (valga la redundancia) debido a que eran deshumanizadas por los actores enfrentados en el conflicto y eran también deshumanizadas a través del olvido y la indiferencia expresada por parte del resto del país.

Cuando una sociedad se encuentra sumergida en una rigidez ideológica caracterizada por la absolutización de criterios valorativos y esquemas interpretativos de la realidad política y social, produce una idealización de organizaciones, dirigentes y estrategias de acción. Esto, sumado a un escepticismo que niega el conflicto y sus consecuencias reales y objetivas, genera mayores niveles de deshumanización.

Actitudes como esta avalan y justifican la impunidad frente a estos actos y legitiman el poder de un grupo para tomar las decisiones acerca del conflicto. De esta manera, es importante poder humanizar el conflicto, en la medida en que no nos volvamos ajenos ante el sufrimiento de otros. Existen modificaciones tanto cognitivas como afectivas que debemos tomar en cuenta para que de esa forma las consecuencias psicosociales del conflicto no sean tan graves y que eventualmente se pueda lograr un diálogo encaminado hacia la paz.

Silvana Freire B.
Miembro del Grupo de Psicología Política de la PUCP
Lima, 23 de abril de 2012.

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Individualismo y despolitización durante los gobiernos de Pinochet y Fujimori

Fujimori y Pinochet

En este ensayo vamos a discutir acerca de las diferencias y similitudes entre los gobiernos de Augusto Pinochet (1973-1990) y Alberto Fujimori (1990-2000): similitudes en el plano político, pero sobretodo en el económico.

La tesis general que guiará nuestro argumento es que ambos regímenes presentan elementos comunes que los emparentan: el autoritarismo en lo político y la apuesta por un sistema neoliberal en lo económico. Asimismo, discutiremos acerca de la estrecha relación entre el autoritarismo y el neoliberalismo como parte de una opción tomada por ambos gobiernos en dirección hacia la despolitización de la sociedad, es decir, la desarticulación y desmovilización de las fuerzas y dinámicas políticas al interior de ambas sociedades.

Para ilustrar algunas de las ideas propuestas en este ensayo, utilizaremos el texto de Eugenio Tironi (1998): El Régimen Autoritario. Para una sociología de Pinochet.

El periodo analizado para el caso chileno va desde 1980 hasta 1998: desde la promulgación de la Constitución Política durante el régimen de Pinochet hasta el año en que Eugenio Tironi elabora su propuesta (1998). Para el caso peruano, el marco temporal de nuestro análisis se inicia entre 1992-93 y se extiende hasta el presente (2010).

Somos conscientes de que las comparaciones pueden resultar en muchos casos, poco afortunadas. Sin embargo, a veces pueden ser pertinentes porque ofrecen elementos analíticos necesarios para proponer regularidades entre fenómenos psicológicos, sociales, políticos o históricos, de diferentes lugares o épocas.

El ensayo tiene una extensión de sólo siete caras. Para leerlo descargue el archivo en PDF.

Jan Marc Rottenbacher
Miembro del Grupo de Psicología Política de la PUCP
Ensayo escrito en diciembre de 2010.

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Conservadurismo político: algunas reflexiones

Lata de conservas

Una lata de conservas tiene como función preservar la integridad y las propiedades de su contenido durante el lapso de tiempo más largo que sea posible. Dentro de la lata, el producto se mantiene tal y como fue envasado: no cambia, protegido en el interior se mantiene inalterable. Pese a ello, toda lata de conservas posee una fecha de caducidad, luego de la cual, el contenido empieza por modificar sus propiedades y progresivamente se deteriora hasta descomponerse, convirtiéndose así, en algo distinto a lo que originalmente fue.

En el plano social, recurriendo a la metáfora de la lata de conservas, las posturas o ideas conservadoras intentan preservar ante todo, las condiciones y los sistemas sociales y políticos en su versión más tradicional: las cosas deben permanecer tal y como siempre han sido. Sin embargo, y para la incomodidad de las posturas más conservadoras, podemos sostener que en lo social lo único permanente es el cambio y la evolución.

Toda postura conservadora, por más que se empeñe en preservar unas condiciones sociales dadas, tendrá su propia fecha de caducidad. El cambio social, plagado de incertidumbres, resulta ser en la mayoría de los casos, más poderoso que la permanencia y la estabilidad.

Jan Marc Rottenbacher
Miembro del Grupo de Psicología Política de la PUCP
Lima, 10 de abril de 2012.

Desde un enfoque tradicional, la ideología política es vista como un continuo que va desde una ideología de izquierda hasta una de derecha o su equivalente: liberalismo/conservadurismo. Los conservadores, a diferencia de los liberales, se caracterizan por ser renuentes al cambio, así como por aceptar y justificar la inequidad (Bobbio, 1996; Jost, Federico & Napier, 2009). Además, algunas personas políticamente conservadoras tienden a ser, también, autoritarias, lo cual involucra componentes actitudinales como la agresión autoritaria en nombre de las autoridades percibidas como legítimas, la sumisión ante la autoridad y un alto grado de convencionalismo (Altemeyer, 2004).

El conservadurismo político ha sido asociado a una serie de fenómenos psicológicos, como por ejemplo: rigidez mental y bajos niveles de empatía (Cosme, Pepino & Brown, 2010), el prejuicio hacia grupos que amenazan las convenciones sociales o la jerarquía social (Duckitt, Wagner, du Plessis & Birum, 2002), el apoyo al sistema económico neoliberal, el apoyo a la agresión militar (Dambrun & Vatuien, 2010), el apoyo a la pena de muerte (McCann, 2008), entre otros.

Investigaciones recientes sugieren un modelo en el cual las ideologías conservadoras se adoptan, en parte, porque satisfacen ciertas necesidades psicológicas (Jost, Glaser, Kruglanski & Sulloway, 2003). La sensibilidad hacia estas necesidades psicológicas varía en función de cada persona y aquellas personas con una mayor sensibilidad hacia éstas, tenderían a responder en forma de conservadurismo político. Además de ello, se ha encontrado que determinados estímulos ambientales activan dichas necesidades: la percepción de incertidumbre y amenaza. Bajo esta lógica, las personas intolerantes a estas situaciones reaccionan en forma conservadora con el fin de recuperar el control y la seguridad, así como para reducir la incertidumbre. Dicho fenómeno también ha sido denominado reacción autoritaria (Oesterreich, 2005). Asimismo, también se produce el efecto inverso, los conservadores, en comparación con los liberales, son más proclives a percibir incertidumbre y amenaza (Stitka, Bauman & Mullen, 2004).

Aplicado a la realidad, este modelo nos proporciona un marco para entender determinados escenarios políticos. Un buen ejemplo es la actual crisis diplomática por el programa nuclear de Irán en los cuales están involucrado EE.UU., Israel y la Unión Europea (UE). Creo que es importante aquí notar como distintas percepciones respecto a una serie de eventos produjo respuestas sumamente divergentes en la práctica. Este programa nuclear ha generado un clima de incertidumbre e inseguridad en estos países, a pesar de que no existen pruebas concluyentes y cien por ciento fiables de que el programa nuclear sirva para la producción de armas nucleares. Aún así, los sectores conservadores de Israel (Estado que ya tenía muchas tensiones con el gobierno iraní) están convencidos de que el programa nuclear representa un peligro muy serio para la seguridad mundial. Estos fueron los primeros en declarar que están dispuestos a iniciar una guerra contra Irán e incitaron también a otros países a iniciar la guerra (especialmente a su aliado EE.UU.). La reacción de EE.UU. y la UE fue, en este sentido, menos drástica; estos iniciaron un embargo y trataron de disuadir a Israel de iniciar una guerra.

A mi parecer, la respuesta de los sectores conservadores de Israel es un claro ejemplo de una reacción autoritaria motivada por una alta percepción de incertidumbre y amenaza. En este sentido, la respuesta de EE.UU. y la UE puede ser considerada como menos conservadora o más liberal dependiendo de cómo se la quiera ver.

En particular, creo que la forma en que reaccionó EE.UU. habría sido muy distinta si su jefe de Estado habría sido un republicano (que pueden ser considerados más autoritarios y conservadores) en lugar de un demócrata. Esta creencia se basa en las declaraciones de Newt Gingrich (candidato del Partido Republicano para la presidencia de 2012), en las que afirma que si es elegido, apoyaría a Israel en la guerra (Europa Press, 2012). Otro hecho aún más convincente es la reacción que tuvo el ex presidente republicano George W. Bush, al iniciar la invasión de Irak en el 2003 por la supuesta posesión de armas de destrucción masiva, las cuales nunca fueron encontradas.

Así, existen muchos ejemplos en los que situaciones de incertidumbre y amenaza generan distintos tipos de respuestas, siendo estas más radicales y agresivas en el caso de países en los que el sector más conservador predomina. Finalmente, creo que es importante fomentar actitudes más críticas en las personas para que éstas puedan regular sus percepciones de amenaza e incertidumbre, así como fomentar una mayor apertura al diálogo.

Mathias Schmitz
Miembro del Grupo de Psicología Política de la PUCP
Lima, 10 de abril de 2012.

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Sentido de comunidad y violencia

Manifestación

El sentido de comunidad es un concepto que se ha comenzado a estudiar cada vez más en las últimas décadas, tanto desde la psicología comunitaria como desde la psicología política, para comprender los comportamientos de los grupos. El concepto hace referencia al sentimiento de pertenencia y de mutua importancia que comparten los miembros de una comunidad; así como la fe compartida de que sus necesidades encontrarán satisfacción por medio del compromiso de mantenerse juntos (McMillan & Chavis, 1986). El sentido de comunidad cohesiona a un grupo y lo puede encaminar a la acción colectiva. Sin embargo, a pesar de que esto suena muy positivo, no se puede asumir que donde exista un fuerte sentido de comunidad, la comunidad siempre será saludable, ya que no necesariamente es así.

La experiencia muestra que la cohesión que proporciona el sentido de comunidad es tan fuerte que permite a los grupos superar grandes crisis como pueden ser la violencia en sus diferentes manifestaciones: pandillaje, violencia social, conflictos armados, etc. Sin embargo, también se ha visto que un fuerte sentido de comunidad combinado con una gran intolerancia hacía las personas que no pertenecen al grupo y que no comparten sus características, puede llevar a crueles actos de violencia de parte de este grupo. Hace poco fuimos testigos de como en Chile un grupo de neonazis, llevados por su odio e incomprensión hacia la diferencia, mataron a un joven activista gay. Este crimen es solo uno de aquellos tantos que se cometen en nombre de las creencias y dogmas de grupos cerrados e intransigentes, donde la alta influencia del grupo hacia sus miembros desvanece sus individualidades e impide cuestionar las acciones del colectivo.

Sin ir tan lejos, podríamos proponer que un caso similar es el del grupo terrorista Sendero Luminoso, en el cual, la cúpula dirigente logró adoctrinar a sus miembros en el denominado “pensamiento Gonzalo” haciéndolos creer que lo único que importaba era el “partido” y su lucha armada.

Vivimos en un mundo cada vez más interconectado, donde el alto nivel de movilidad lleva a que personas con diferentes maneras de pensar, vivir y entender la vida se encuentren y se mezclen. A esto se suma que la sociedad moderna y urbana tiende a incentivar valores y creencias individualistas, las cuales tienden a resaltar más las diferencias entre las personas, quienes defienden sus ideas e ideales. Por ello el sentido de comunidad debe saber dialogar con estas diferencias tanto al interior de un grupo, como en las relaciones intergrupales. La pertenencia y cohesión de una comunidad, no debe ser incompatibles con el libre pensar y el desarrollo individual. Es necesario pensar en un sentido de comunidad donde la diversidad no genere conflictos por la intransigencia; donde las diferencias enriquezcan al grupo a partir del diálogo, el intercambio y la reflexión, procesos que pueden ser motor para la transformación de la sociedad en una más saludable y tolerante.

Gabriela Távara V.
Miembro del Grupo de Psicología Política de la PUCP
Lima, 03 de abril de 2012.

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