Agua en un desierto: desafíos el consumo de agua en Lima
Autoras/es: Lucía Rucoba Hernández, Nikita Palomino Pando y Renzo Ramírez Gonzáles
Alguna vez te has preguntado ¿Cuántos kilogramos de arroz consumes semanalmente? ¿Sabías que, en nuestro país, se necesitan 6000 litros de agua para producir solo un kilogramo de arroz? El agua que consumimos no es solo el agua que vemos mientras la usamos, ya que todos los productos y servicios que son utilizados en la vida cotidiana consumen, de manera directa o indirecta, una cierta cantidad de agua a lo largo de su ciclo de vida (Jerson, 2020).
Hoy en día existe un desconocimiento y una falta de conciencia importante acerca del ciclo completo del agua y el consumo de la misma. Es necesario cambiar esta perspectiva, puesto que la cantidad de agua disponible en la naturaleza es limitada. Por ejemplo, una persona, en promedio, consume 1385 m3 de agua al año (Hoekstra, 2012), lo cual es equivalente al agua contenida en una piscina olímpica; este cálculo incluye el agua empleada en cada alimento, prenda de vestir o servicio empleados durante un año. No obstante, la distribución en el consumo total de agua durante un año en el mundo varía de manera tal que el 38% del consumo es efectuado en solo 3 países: Estados Unidos, India y China. Por otro lado, a nivel de Latinoamérica, Brasil ocupa el primer puesto con un consumo de 482 mil millones de metros cúbicos de agua al año. Por su parte, el Perú, posee una huella hídrica de producción correspondiente a 1050 m3 de agua al año (Hoekstra, 2012). Sin embargo, analizando la distribución de sus recursos hídricos, se encuentra que una pequeña porción de estos está localizada en ciudades que contienen a una parte significativa de la población del país, siendo Lima el ejemplo más crítico de esta situación.
En el escenario limeño, considerando el aumento en la demanda de agua y la explotación desmesurada de la misma, es imprescindible la gestión sostenible y eficiente de los recursos hídricos y, con dicho propósito, lo primero que se debe realizar es una cuantificación del volumen de agua que es consumida, puesto que es imposible resolver las consecuencias de una distribución ineficiente de este recurso si no se conocen las causas reales de esta problemática. Para realizar esta tarea, se desarrolló el concepto de huella hídrica, el cual es un indicador ambiental que cuantifica la cantidad de agua consumida en los bienes y servicios que son empleados en el día a día.
El presente artículo tiene por objetivo explicar las herramientas y metodologías aplicadas para realizar los estudios de cálculos de huella hídrica y así sentar las bases conceptuales necesarias para poder contextualizar lo que ocurre en la ciudad de Lima. Todo esto con el fin de analizar las proyecciones actuales y realizar propuestas de mejora con respecto a la gestión del recurso hídrico en la ciudad.
¿Qué metodología se utiliza para la cuantificación del consumo de agua?
A lo largo del tiempo han surgido diversos métodos de cuantificación del consumo de agua; entre los cuales, el que más resaltó y tuvo una mayor acogida en la sociedad fue el propuesto por Arjen Hoekstra en el año 2003. Introdujo el concepto de huella hídrica como un indicador ambiental que cuantifica el consumo de agua dulce para la elaboración de un producto o para proveer un servicio en un tiempo y espacio determinado; sea de manera directa o indirecta, y puede ser aplicada a individuos, poblaciones o empresas.
Debido a los distintos enfoques y prácticas que se realizaban en todo el mundo, existía el riesgo de que ocurra una divergencia en los resultados y se produzcan evaluaciones inconsistentes e incompatibles unas con otras. Por ello, surgió la necesidad de unificar y elaborar una metodología oficial en una norma general. De esta forma, la Organización Internacional de Normalización (ISO por sus siglas en inglés) lo hizo posible al aprobar, a finales de mayo de 2014, la norma ISO 14046 – Gestión ambiental – Huella hídrica – Principios, requisitos y directrices.
La nueva Norma ISO 14046 define a la huella hídrica como “métrica que cuantifica los impactos ambientales potenciales relacionados con el agua” (Agualimpia, 2017). Al definirlo de esta manera, se logra una compatibilidad con el método de cuantificación por Hoekstra. Dicha norma resalta por su “perspectiva de ciclo de vida” del producto o servicio, la cual está representada en la Figura 1. Esto significa que la evaluación del consumo de agua se hará “desde la cuna a la puerta” o “desde la cuna a la tumba”. En el primer caso, se considera desde el procesamiento de materias primas hasta la salida del producto en la puerta de la fábrica, y el segundo, incluye, además, las etapas de distribución, uso/consumo de productos y la disposición final de residuos.
Por ello, para realizar la cuantificación de la huella hídrica en el ciclo de vida de los bienes y servicios, es necesario definir el concepto de Agua virtual. Años antes de ser definida la huella hídrica, en 1993, John Anthony Allan definió el agua virtual como la cantidad de agua utilizada, de modo directo e indirecto, para la producción de un bien, producto o servicio (Pengue, 2006). Por su parte, Hoekstra define el “agua virtual” como el agua contenida en un producto. De esta forma, si una nación exporta o importa un bien, se exporta o importa el agua virtual asociada a dicho bien. El agua virtual podría representar una medida más exacta del flujo de agua entre países porque toma en consideración toda el agua que, a pesar de no estar presente realmente, podría añadirse virtualmente a los productos de importación y exportación; especialmente, a los productos agrícolas. (Parada-Puig, 2012)
¿En qué consiste la metodología propuesta por Hoekstra?
Dicha metodología consiste en 4 pasos que van desde la determinación de los alcances y el objetivo de estudio hasta la formulación de respuesta a la huella hídrica (Figura 2). A su vez, puede incluir políticas, planes, programas y proyectos a largo, mediano y corto plazo con distintos niveles de inversión a fin de que una ciudad reduzca su Huella Hídrica.
Asimismo, en esta metodología, los componentes de la huella hídrica (HH) se dividen entre HH directa y HH indirecta, y a su vez, se subdividen en tres diferentes tipos: huella hídrica azul, huella hídrica verde y huella hídrica gris. En la Figura 3, se observa la representación esquemática de los componentes y la clasificación de las subdivisiones de la huella hídrica, las cuales están dadas por el uso consuntivo, el cual se refiere al agua utilizada y que no retorna al reservorio natural, o retorna de manera diferente. Por otro lado, el uso polutivo, el cual se refiere al cambio físico-químico de las propiedades del agua y a la calidad de la misma. (Hoekstra et al.,2011)
Según el esquema de la figura 3, las principales divisiones de huella hídrica son directa e indirecta; de este modo, se define que el consumo de agua es directo cuando es posible cuantificar el agua dulce requerida para un proceso específico, sea para el cultivo de las materias primas o la industrialización de las mismas; en otras palabras, es requerido una cierta cantidad de agua visible. Por otro lado, cuando ocurre la transición de procesos durante el ciclo de vida del bien, este se expresa como agua indirecta, debido a que existen factores adicionales, los cuales no están siendo contabilizados. Un ejemplo de esto es el transporte de materia primas para el proceso de industrialización, este no consume agua real o visible, pero, indirectamente, si lo requiere el vehículo que realiza esa acción.
Los tres tipos de huella hídrica
Acorde a lo anteriormente escrito, la huella hídrica se subdivide en tres tipos:
- El agua azul es aquella almacenada en masas de agua de toda índole; superficiales o subterráneas, naturales o artificiales como ríos, lagos, manantiales, etc. Por tanto, La huella hídrica azul corresponde al volumen de consumo de estos recursos hídricos azules (agua dulce) que no retorna a su cuenca de origen o zona de captación de la cual fue retirada; es decir, es la cifra que corresponde a la pérdida de agua que ocurre cuando esta se evapora, es incorporada a un producto, es dispuesta al mar, o no retorna a la misma cuenca.
- El agua verde proviene de las precipitaciones que no se convierten en escorrentía y que son almacenadas en la vegetación del terreno o en el suelo en forma de aguas superficiales temporales. Ello es importante, debido a que permite la existencia de la vegetación natural, de los bosques, de los pastizales, y también, aunque sea parcialmente, alimenta a los cultivos en regadío. Por tanto, la huella hídrica verde hace referencia a la incorporación de este tipo de agua en procesos productivos.
- El agua gris representa a todos los vertimientos de aguas residuales generados a causa de procesos antrópicos, los cuales resultan ser una amenaza para la calidad natural y la disponibilidad del agua. Por ello, la huella hídrica gris no cuantifica el volumen de agua contaminada, sino, más bien, la cantidad de agua dulce necesaria para asimilar la carga de contaminantes, a fin de obtener concentraciones naturales conocidas de éstos y, por ende, una calidad de agua en base a los estándares locales de calidad del agua vigentes.
Finalmente, para el cálculo total de la huella hídrica, se suman estos tres tipos de huella. En la Figura 4, se observa las representaciones de los tipos de huella hídrica.
Aplicación de la metodología
Como se mencionó anteriormente, la metodología de la norma ISO 14046 es muy similar a la metodología propuesta por Hoesktra; las ideas y conceptos referidos a los procedimientos para el cálculo de la huella hídrica poseen una correlación. En este sentido, según Hoesktra, se puede contabilizar los aportes del consumo de agua en cada proceso de un ciclo de vida y, de esta forma, es posible identificar los consumos directos e indirectos. Extrapolando esta metodología a diferentes ámbitos, se logra calcular la huella hídrica de una persona, midiendo el nivel de consumo de bienes y servicios, en un determinado tiempo. Finalmente, también es posible aplicar el método a una empresa o incluso un país.
Con el objetivo de realizar el estudio de huella hídrica en una vasta población, se ahonda en el método propuesto por Hoekstra; según este, para realizar el cálculo de la huella hídrica de un país o de una ciudad, como es el caso de Lima, existen dos enfoques. El primero, es el enfoque descendente (top-down approach), el cual se calcula sumando el uso de agua nacional con el total del agua virtual importada, y sustrayendo a este valor el total del agua virtual exportada. Debido a ello, la huella hídrica se corresponde con los patrones de consumo de los países, y tiene un componente interno y otro externo. Por otro lado, el segundo enfoque es el enfoque ascendente (bottom-up approach), el cual contabiliza la huella hídrica generada por cada individuo hasta obtener la suma total.
Top-down approach
Para realizar el enfoque descendente (Top-down approach), se calcula el consumo nacional de agua sumando la huella hídrica dentro del área de la nación con el agua virtual importada, y restando el agua virtual exportada como se muestra en la ecuación:
WFcons,nat, volume/tim (Huella hídrica del consumo nacional)
(WFarea,nat) (Huella hídrica dentro de la nacion)
Vi (Agua virtual importada)
Ve (Agua virtual exportada)
Bottom-up approach
Este enfoque se basa en el cálculo de la huella hídrica de un grupo de personas, es decir, de los consumidores finales. Toma en cuenta la suma total de todas las huellas tanto directa como indirecta dentro del área donde habitan los consumidores.
WFcons,nat, volume/tim (Huella hídrica del consumo nacional)
WFcons,nat,dir volume/tim (Huella hídrica del consumo nacional directa)
WFcons,nat,indir volume/tim (Huella hídrica del consumo nacional indirecta)
Top-down approach vs Bottom-up approach
En teoría ambos enfoques deberían de dar el mismo resultado, siempre y cuando no exista una variación importante de los productos en el tiempo de estudio. El cálculo para el enfoque descendente (Top-down approach), en algunos casos, posee un resultado mayor, debido a que considera la cantidad de elementos almacenados dentro del área del cálculo. Otro inconveniente de este enfoque es que podría existir un desfase de uso de agua entre el momento de producción y el momento del comercio; este es el mayor de los inconvenientes del enfoque descendente; es decir, cuando se realiza los cálculos de esta envergadura, el análisis de agua de una nación o ciudad, como puede ser Lima, se toma en consideración el tiempo de un año como máximo para así realizar comparativas entre diferentes años. Sin embargo, al estar restringida por la cantidad de agua virtual y la distribución y almacenamiento de productos, estos no pueden ser contabilizados de manera exacta. Por ejemplo, al distribuir carne de ganadería, estos fueron criados en años anteriores, pero el comercio de esta carne se realiza tiempo después, considerando así un solo producto en diferentes épocas, lo cual genera una tasa de error importante en algunos casos (Hoekstra et al., 2011).
Por otra parte, el enfoque ascendente (Bottom-up approach) calcula la suma de todos los consumidores involucrados en el estudio, para lo cual se basa en datos de consumo directos e indirectos. Los directos son proporcionados por entidades gubernamentales encargadas del tratado y distribución del agua, los cuales recopilan la data exacta, y la cantidad de bienes y servicios consumidos por el grupo estudiado. El enfoque ascendente depende de la calidad de los datos de consumo, mientras que el enfoque descendente se basa en la calidad de los datos comerciales.
Cuando ambos enfoques muestran resultados diferentes, es necesario identificar la fuente de error y, en este tipo de casos, el enfoque descendente es el que presenta una mayor cantidad de agua contabilizada, debido a que la cantidad de agua exportada e importada es mayor a la que se produce en la localidad. Este error es común en países pequeños que poseen un comercio grande y fluido. Al igual que en algunos países, también es posible aplicar este enfoque en la ciudad de Lima por presentar una similitud de esta condición.
¿Cuál es la situación actual de la capital peruana?
Nuestro país es uno de los países más susceptibles a los efectos del cambio climático, para ser más preciso, el Perú es el tercer país, a nivel mundial, más vulnerable al cambio climático. Esto deja en una posición muy desfavorable a la mayoría de los habitantes. En este sentido, Lima representa un caso particular: la capital es la segunda ciudad más grande en el mundo en estar ubicada en un desierto, solo después de El Cairo. Sin embargo, a diferencia de El Cairo, el cual cuenta con las reservas hidrográficas del río Nilo, Lima cuenta con tres cuencas hidrográficas; Rímac, Chillón y Lurín, y la disposición de ellas solo equivale al 2% del total de agua que posee el país (Tegel, 2019).
La cuenca del Rímac abastece más del 80% del consumo de agua en la ciudad de Lima con un caudal promedio de 26.6 m3/s (Aquafondo, 2015) y cuenta con más de 190 lagunas que son imprescindibles para la regulación hídrica. Asimismo, La cuenca del Chillón abastece también a las fuentes de agua de la ciudad y, finalmente, respecto a la cuenca de Lurín, es necesario señalar que sus aguas no son aprovechadas directamente para agua potable, pero son importantes para la recarga de las aguas subterráneas de la ciudad. (Aquafondo, 2015)
A pesar de ello, la huella hídrica de una persona que vive en Lima es de 1 105 m3/año, cifra que supera con creces el consumo anual de agua de una persona que vive en la sierra, cuya cifra corresponde a 453 m3 al año y a la huella hídrica proveniente de la selva, donde el consumo promedio por persona es de 109 m3 al año (MINAG, 2006). Estas cifras evidencian la alta demanda en la zona de estudio que se explica principalmente por la concentración de más del 30% de la población nacional en dicho territorio y por la cuantiosa presencia de industrias.
En los últimos años, las tres cuencas han sufrido un deterioro de la calidad y una disminución en el volumen de sus aguas, producto de la contaminación por actividades antropogénicas. Este hecho, sumado al crecimiento exponencial de la población limeña y a la intensificación del cambio climático, pone en puesta un escenario de inminente crisis hídrica (Tegel, 2019). Además, existe una diferencia entre los indicadores de consumo distritales de la ciudad siendo aquellos distritos con habitantes de clase socioeconómica media y alta los que consumen una mayor proporción de agua, mientras que un millón de los 11 millones de habitantes de la urbe no poseen acceso a agua potable, lo cual refleja una desigualdad en el consumo, un uso ineficiente y una distribución inequitativa del recurso.
A fin de analizar con más detalle la gestión del recurso hídrico en Lima, este artículo analizará los valores de las huellas hídricas obtenidas en el año 2016 y 2018 de los informes desarrollados por la iniciativa privada AQUAFONDO, en colaboración con Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima (SEDAPAL) y la Autoridad Nacional del Agua – (ANA) para Lima Metropolitana, en la cual consideran los 49 distritos que la conforman. Para tales fines, en el cálculo de la huella total se emplearán únicamente la huella hídrica azul directa y la huella hídrica gris directa, las cuales serán evaluadas en cinco sectores; residencial, comercial, industrial, agrario y público para la huella azul y en tres sectores; residencial, comercial e industrial para la huella gris. Cabe mencionar que la huella hídrica verde no fue considerada en los estudios, debido a la baja precipitación que Lima posee.
Análisis comparativo de los datos recopilados en los años 2016 y 2018.
→ La HH Azul total generada por los usuarios de Lima Metropolitana, para el año 2016, fue de 638 MMC (millones de metros cúbicos). El 50% del agua consumida durante este período está concentrada en 8 distritos: Callao, Santiago de Surco, San Juan de Lurigancho, San Martín de Porres, Lima, Ate, Comas y Los Olivos. Asimismo, en la figura 5 se muestra el gasto efectuado por cada sector, siendo el sector residencial aquel que posee un mayor consumo (Aquafondo et al., 2018).
→ La HH Gris total de los usuarios de Lima Metropolitana, para el año 2016, fue de 1 768 MMC; con lo cual se ha requerido más del doble del volumen de agua que trae el río Rímac al año para diluir los contaminantes a un nivel aceptable, según los estándares de calidad establecidos en la normativa peruana. De esta cifra, en la figura 6, se observa que más de la mitad de la huella hídrica gris corresponde al sector residencial y, aproximadamente, un tercio es generada por el sector industrial (Aquafondo et al., 2018).
→ La HH Azul total de los usuarios de Lima Metropolitana, para el año 2018, fue de 717 MMC. En este caso, el 50% del consumo generado se encuentra distribuido en 9 distritos: San Juan de Lurigancho, Ate, San Martín de Porres, Carabayllo, Callao, Santiago de Surco, Cercado de Lima, Comas y Santa Anita. En la figura 7 se observa que del consumo total de agua azul, el 72% corresponde al sector residencial; es decir, es dirigido al consumo del sector urbano de vivienda, principalmente, empleado en actividades como higiene, limpieza y alimentación (Grupo GEA, 2020).
→ La HH Gris total de los usuarios de Lima Metropolitana, para el año 2018, fue de 2,029 MMC; con lo cual se ha requerido más del doble del agua que trae el río Rímac al año para diluir los contaminantes a un nivel aceptable, conforme a los estándares de calidad establecidos por la normativa peruana. De la figura 8 se observa que el 78% de la huella hídrica gris es originada en el sector residencial (Grupo GEA, 2020).
Según los estudios realizados, para obtener la huella hídrica de Lima Metropolitana en los años 2016 y 2018, se evidencia un progresivo crecimiento en el consumo de agua azul y agua gris ejercida por parte de los 49 distritos que conforman la región. En ambos casos, el sector que ejerció una mayor demanda fue el sector residencial.
Respecto a la huella hídrica azul, se observa un crecimiento porcentual de 7.3% (Grupo GEA, 2020). Este valor es explicado por el aumento de la población de Lima Metropolitana en aproximadamente un 3% y el aumento del consumo de agua por parte de los habitantes de la región, lo que es reflejado en el incremento de la huella hídrica per cápita, la cual pasó de poseer un valor de 42 m3/s en el 2016 a obtener el valor de 50 m3/s en el año 2018 (Grupo GEA, 2020). Además, en ambos años, el sector residencial es aquel al cual se destina la mayor cantidad de agua azul. En este sector, el consumo sufre un alza de 54% a 72%, aumento que indica una mayor intensidad en la demanda de agua para el sector urbano de vivienda destinado al uso doméstico y social.
A su vez, la huella hídrica gris del 2018 aumentó un 14.8%, respecto a la del 2016. El sector que contribuyó más a la huella hídrica gris en ambos años fue el sector residencial, el cual se incrementó de 72% a 78%, este aumento se debe principalmente al aumento de población dado a que el análisis de este sector considera los efluentes provenientes de los hogares (Aquafondo, 2018).
Adicionalmente, es necesario señalar que, en el informe elaborado por Aquafondo, la huella hídrica per cápita de los distritos de Lima Metropolitana, obtenidas en San Isidro, Santiago de Surco y Miraflores, está valorizada en más de 100 m3 al año por persona. Por otro lado, en distritos como Ventanilla y Los Olivos, el consumo de agua azul promedio por ciudadano no sobrepasa los 10 m3 al año. Considerando que la media de consumo es de 42 m3 al año, queda claro la distribución inequitativa del agua en la región y su relación con la posición socioeconómica de los habitantes de cada distrito.
Sin lugar a dudas, el problema al que se enfrenta la ciudad de Lima es muy serio, la accesibilidad del agua se volverá cada vez más complicada y los datos obtenidos por los estudios no son muy alentadores. En el 2016, el estrés hídrico (1), presentado en las cuencas que abastecen Lima, se elevó a cifras alarmantes; esto es un claro indicador del mal uso de los recursos disponibles para la ciudad. Por ello, es importante recalcar en la población que esto conlleva a un problema mayor, debido a que a mayor estrés generado, la dificultad de conseguir el agua será mayor. Según la figura 9, el estrés hídrico se encuentra en números rojos, lo cual significa que la capacidad de proporcionar agua a la ciudad va decreciendo con el tiempo, esto genera un desequilibrio en todo el ciclo del agua en las cuales las cuencas poseen.
(1) El estrés hídrico se refiere a la falta de capacidad para satisfacer la demanda humana y ecológica de agua. Considera varios aspectos físicos y químicos relacionados con los recursos hídricos, incluyendo la escasez de agua, la calidad del agua, caudales ecológicos y la accesibilidad del agua. Su valor va desde 0,01, para lugares no estresados, hasta 1, para lugares muy estresados (Agualimpia, 2017).
Tomando en cuenta todos los factores que intervinieron en los estudios realizados por Aquafondo y el grupo GEA, se espera una tendencia creciente en el consumo total de agua. De esta manera, la huella hídrica azul, en la ciudad de Lima, se proyecta en una creciente importante en los próximos años. En primera instancia, la cantidad de habitantes de la ciudad aumentará con el pasar los años; a su vez, las mismas necesidades y las costumbres de los pobladores, van cambiando al pasar los años; este requerimiento tiene diferentes estudios, por ejemplo, la cantidad y calidad de bienes y servicios consumidos por la población será directamente proporcional a la cantidad de agua consumida por los mismos. Lo cual es muy complicado de disminuir, porque la tendencia de las personas, sobre todo aquellos que migran a Lima, es conseguir una mejor calidad de vida, lo cual genera un mayor consumo de bienes y servicios, que es reflejado en un mayor consumo de agua. En la figura 10, se observa la tendencia creciente de la huella hídrica azul directo en los próximos años; ello generará un mayor estrés hídricos en las cuencas hidrográficas.
Conclusiones y propuestas de mejora
Como se explicó anteriormente, el consumo de agua es directamente proporcional al incremento de la población humana, por lo que es crucial optar por medidas de control y distribución eficaz de este recurso, a fin de preservar un elemento imposible de sustituir e indispensable para el desarrollo de todo ser vivo.
Los resultados obtenidos posibilitan establecer recomendaciones acerca de la distribución inequitativa del agua potable. La identificación de aquellos distritos con una huella hídrica azul mayor permitirá la búsqueda de soluciones o restricciones que permitan la reducción del consumo en estos puntos clave. En tal sentido, para generar un cambio en la perspectiva sobre el consumo de agua, la consciencia sobre las limitaciones del recurso y su valor deben ser inculcados mediante la educación. Por ello, SEDAPAL propone un Programa de Educación Sanitaria y Ambiental, un programa que tiene por objetivo la formación de ciudadanos de Lima y el Callao con buenos hábitos de consumo.
Por otro lado, la identificación de distritos con menor huella hídrica debe representar un estado de alarma que converja en la toma de acciones para la implementación de redes de agua y desagüe que permita el acceso de este recurso a quienes lo necesiten. Con lo cual, es crucial que la gestión del recurso hídrico se imparta desde las autoridades nacionales y regionales, los cuales deben destinar un fondo económico para tal cuestión.
Al conocer aquellos sectores con mayor demanda en las huellas hídricas es posible la inserción de medidas estratégicas que reduzcan el consumo. En el caso de Lima Metropolitana, el sector residencial es aquel que contribuye en mayor proporción a ambas huellas; por tanto, al estar este sector ligado al consumo doméstico, es importante promover cambios en los hábitos personales de los usuarios que incentiven una reducción en la huella hídrica azul, lo cual conllevará a una reducción de la huella hídrica gris, pues se sabe que existe una relación proporcionalmente directa, debido a que mientras mayor sea el consumo de agua azul, mayor será el volumen de agua desechada y, por consiguiente, el volumen de agua necesario para reducir la carga de contaminantes de las aguas servidas a la concentración de calidad establecida, será mayor.
Adicionalmente, lo que se deben promover son los incentivos. Las personas, comunidades, empresas, etc, que estén realizando prácticas sostenibles, respecto al consumo de agua deben ser reconocidas. En Lima, la Autoridad Nacional del Agua – ANA reconoce la responsabilidad hídrica de los usuarios mediante certificaciones como el Certificado Azul y premios como Premio Cultura del Agua. A su vez, SEDAPAL otorga el Sello Producto Ahorrador a las empresas (fabricantes o importadoras) que previa evaluación, logran demostrar un ahorro mínimo del 30% del agua en sus productos con respecto a los productos tradicionales.
Para finalizar, el escenario Post-COVID, se debe ver como una oportunidad de mejora, en lo que respecta al manejo del recurso hídrico. Durante el estado de emergencia generado por la pandemia, se ha visibilizado las principales deficiencias de los sistemas de suministro de agua y desagüe de Lima Metropolitana, las cuales han afectado a un tercio de los 10 millones de habitantes de Lima (Gestión, 2020), colocándolos en una situación de mayor vulnerabilidad, dado que no disponen totalmente de agua, lo cual dificulta el cumplimiento de las recomendaciones epidemiológicas. En tal sentido, se rescata la urgencia de una gestión del agua equitativa que busque la sostenibilidad del recurso y la accesibilidad de este a todos los sectores de la región.
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