Y si suena a queja está bien, pues no es una queja por no querer participar de una acción altruista sino más bien muy mundana, y poco beneficiosa.
En estas épocas navideñas, vemos como los comerciantes no solo han llenado sus tiendas hasta ocupar la puerta, sino que ya ocupan la vereda, la pista. Es decir, lo que es de todos, ahora es de ellos. Y los únicos que ganan más son ellos, quienes venden las mercancías. Muchas veces de baja calidad, o malogradas.
Debemos pensar además que dificultan que algunas personas puedan caminar, como personas de avanzada edad. Y también evitan que podamos estar a mejor resguardo de los autos.
Sucede igual durante todo el año con los kioskos informales que colocan sus bolsas luego de sus carritos, y además promocionan sus productos hacia los microbuses. Toda una cadena de atentados contra la seguridad. Exponen a las demás personas a que en tumultos los atropellen o asalten.
Y también tenemos en mayor escala a las empresas de transporte de mercancías que dicen “este lugar está bueno para nuestro local porque la pista es ancha”, y claro, ese será su lugar de trabajo. No dejarán solo un carril disponible sino que con frecuencia lo ocuparán también mientras descargan o cargan sus productos. Otros manejan la posibilidad de vender el espacio privado donde realizan la labor de carga, pues pueden obtener un montón de plata y la pista está disponible.
Así también las empresas de transporte de personas y las clínicas están produciendo más congestionamiento vehicular porque frente a ellos los carriles de las vías de automóviles se convierten en paraderos.
Y así unos rentabilizan perjudicando a los demás, somos sus inversionistas sin consulta previa. Y son cómplices de atropellos y asaltos.
Empieza desde casos que parecen solo criticables por quienes no tienen corazón, pero… ¿está bien que en una escalera de un puente peatonal la mitad la ocupe una persona que ofrece caramelos? ¿En una rampa de un puente pueden estar comerciantes?
Así en medio camino tenemos los chifas o restaurantes baratos, que suenan a “emprendedores” o “microcomerciantes”, pero la realidad es que no cumplen los requisitos para ser empresarios, porque no tienen la preparación para dar un servicio que implica temas tan fundamentales como la salud. Esas personas sí deben ser trabajadores dependientes, dentro de una empresa responsable. No tienen aún la capacidad de velar por el bienestar de clientes ni de empleados, menos aún por su progreso.
Pero ellos dirán… reclamarán… déjame trabajar. Déjame robarte deberían decir, deberían sincerarse, déjame engañarte con comida malograda. Déjame vender zapatillas y celulares que robé ayer.