La imagen triunfalista fue acompañada, seguidamente, por la elección de su secretario general como candidato presidencial, en comicios internos. Sin pérdida de tiempo Alan García logró subordinar las tendencias disonantes al interior de su partido, incluyendo a Villanueva y sus seguidores, comprometiéndolos a que le presten su apoyo. Seguidamente, en el segundo semestre del año pasado, empezó su campaña visitando un apreciable número de provincias. El resultado fue que las primeras encuestas le concedieron un abultado apoyo, explicable por ser el único candidato en campaña reconocido por el electorado. Los demás candidatos sorteaban problemas internos que los inmovilizaban. Las encuestas, independientemente de sus objetivos, pasaron a convertirse en el acicate indispensable de la campaña del Apra. Por todo ello el objetivo central del partido aprista ya no sólo fue ganar las elecciones, sino que esto se produjera en la primera vuelta. Ninguna otra candidatura convirtió su deseo en campaña, como sí ocurrió en este caso. Manejar y canalizar esa imagen ganadora crean una predisposición favorable en el electorado, para posteriormente convertirlo en votos.
La estrategia para ganar en la primera vuelta tenia también un aditivo especial, tentar una importante representación parlamentaria. Este segundo elemento es fundamental, ya que si el Apra no gana en la primera vuelta, como indica cualquier análisis serio y cauteloso, pero sí un respaldo en sus listas parlamentarias superior al 40%, es posible que consiga la mayoría absoluta en el Parlamento, como fue el caso de AP en el 80. Si ello sucede, el triunfo aprista en la segunda vuelta será inminente, porque llamará al electorado a votar por ellos para de esa manera no desestabilizar al régimen, enfrentando al legislativo contra el ejecutivo. Movilizará en esta oportunidad sí, el expandido sentimiento anticomunista para ganar los votos conservadores. En otras palabras, es posible que el APRA considere que no ganará en la primera vuelta, pero su campaña seguirá dirigida en ese sentido.
Por ahora la campaña se restringe a inculcar al elector que una segunda vuelta es perder el tiempo, cuando el país necesita trabajar. Propaganda efectista que eslabonada con las encuestas, permitirá preparar el segundo momento de la campaña, cuando llamen al electorado a votar a ganador y no perder su voto en candidaturas sin posibilidades. Si AP, CODE y los grupos menores son pocos beneficiados por las encuestas, se convertirán en las canteras de donde se servirá el APRA para ganar más votos . Esto será permitido por la débil adhesión política con que normalmente cuentan estas agrupaciones.
La imagen del candidato, del partido y el discurso, forman parte de esta estrategia preparada con especial cuidado. Decimos especial cuidado porque es notorio que el candidato aprista está dirigido por conocedores de campañas electorales modernas. Es el uso del marketing electoral. Como tal han estudiado al electorado -a quienes consideran un mercado- pero con sentimientos, tradiciones y prejuicios. Al candidato, es decir, al producto que hay que vender, es necesario acondicionarlo a las necesidades del mercado, destacando lo positivo y desterrando lo negativo. Hay aspectos visibles que nos permiten señalar esto. En lo referente a la imagen personal de Alan García comenzó por cambiar su imagen externa (peinado, p.e.) para convertirse en el candidato de sonrisa juvenil y triunfal. Por eso la insistencia de propagandizar su rostro. Es un cambio importante, para estos fines, si recordamos la cara tensa, de ceño fruncido y muchas veces colérico del Villanueva del 80. Se destaca la juventud de Alan García, pero con la idea que detrás de él hay un equipo experimentado que, a su vez, cuenta con la venia de la gerontocracia aprista, en donde la figura patriarcal de Luis Alberto Sánchez siempre está presente. En contraposición a la imagen de agresividad y violencia que se le atribuía al APRA (recordemos el slogan armandista: Armando tiene fuerza), ahora su candidato llama a la concordancia social y por ello convoca a todos los peruanos. Es destacada su formación política y su capacidad oratoria por ello la propaganda televisiva lo muestra en mítines masivos. Políticamente, mantiene una imagen equidistante tanto de la izquierda como de la derecha sin polemizar directamente con ellos, señalando al elector que el resto es quien lo ataca. Si bien critica al gobierno, sostiene que no hará una política rupturista ni será vengativo. Su discurso no tiene un contenido ideológicamente aprista como en el pasado, para así permitirse la alianza con otros partidos y prometer el compromiso de todos cuando sea gobierno. La imagen de partido cerrado quedó atrás. Para ello han desterrado los himnos, cánticos, emblemas y lemas clásicos. Hoy el vals Mi Perú es el tema musical de fondo, de fácil reconocimiento del elector y por lo tanto, especialmente estudiado, a pesar de contener una letra vacua. La Marsellesa aprista ahora es restringida a cántico local. El APRA de esta manera está apelando al efectismo antes que la ideología, la imagen antes que la palabra, al slogan antes que el programa. Finalmente, es el recurso más costoso pero, igualmente, el más fácil para conseguir votos. Pero, lamentablemente esto se da en épocas donde la educación política debe formar parte del cimiento sólido de cualquier gobierno que requiere ser estable.
(La República 05 de Marzo de 1985)