Es por eso que esta elección subnacional a nivel regional y municipal tiene un impacto considerable no solo en el proceso de descentralización, sino también en las relaciones entre los diversos niveles del poder. Por ello, más allá de lo bueno que pueda resultar premiar a un buen alcalde con la reelección y castigar con el voto a otros por una mala gestión, lo cierto es que el Perú de hoy construye un archipiélago de su representación política. El intento por ganar las elecciones ha concluido con un reparto del poder entre los competidores, tan amplio y disperso de regiones y municipios que encontrar el buen impacto de la representación política, es tan difícil como gobernar Lima.
Los partidos nacionales, como el Partido Aprista, Unidad Nacional, Restauración Nacional, Sí Cumple, Somos Perú, entre otros, han ganado más municipios que otros por que han presentado listas en un número alto de provincias y distritos, pero del universo total, han ganado poco. Es más, han descendido en el caudal de votos comparativamente con los resultados del 9 abril y, en muchos casos, no se compara con los resultados del 2002.
Quienes han ganado son las variadas listas regionales y locales, mal llamadas independientes. Se las agrupa por oposición a los partidos nacionales, pero es lo único que tienen en común. Por lo tanto, las autoridades de muchos distritos mirarán únicamente en su localidad, sin perspectiva del conjunto de la provincia. A su vez, los alcaldes provinciales, que no provienen del mismo partido reproducirán la misma lógica, como las autoridades regionales.
Al APRA no le fue bien, no solo en Lima, capital que generalmente la da la espalda, sino en varias regiones y provincias, pero sobre todo por la histórica derrota de Trujillo, la primera desde 1963, en que hay elecciones directas. Este resultado desfavorable para el APRA no se nota, por que a otros partidos como Unidad Nacional y, sobretodo, el Partido Nacionalista Peruano, les ha ido peor. En Lima, el triunfo que le permite reelegirse a Luís Catañeda, tiene poco que ver con Unidad Nacional que si bien gana en algunos distritos, desaparece del mapa cuando se aleja de la capital. En el caso del partido de Ollanta Humala, no ha podido canalizar el aluvión electoral de su líder, que pese a su recorrido por las provincias, casi como candidato, demuestra lo episódico de un respaldo personalista. El triunfo en Arequipa y alguna otra provincia no responde a las expectativas creadas por el humalismo, que tiene un largo y difícil camino para construir una agrupación que vaya más allá de las circunstancias.
Si Somos Perú desciende -perdiendo municipios emblemáticos como Miraflores-, Restauración Nacional, un tanto igual, Acción Popular (AP), Perú Posible, el fujimorista Sí Cumple, todos partidos con representación parlamentaria, han sido barridos del mapa electoral y si no se cuidan de su propia inscripción legal. La alternativa y recambio ha sido un listado largo de siglas, muchos de cuyos candidatos han transitado por varias organizaciones, creando una atomización tal que ahora solo se percibe un archipiélago político, panorama desalentador.
(El Comercio, 20 de noviembre 2006)