¿Quién ganó el domingo? Indudablemente Luis Bedoya de Vivanco, pues será el alcalde que regresa, después de casi una década de permanencia de los Andrade, al municipio más importante de Lima, después del Cercado. Su triunfo no es de poca monta. Sin embargo su efecto de imagen no será compartido por la organización que la patrocina, el PPC. Su candidatura se construyo con pepecistas, pero con otro nombre. Decisión que quizá le permitió levantar algunos puntos, que de lo contrario lo hubiera llevado a una derrota. Triunfó, asimismo, un importante sector de miraflorinos, que a lo largo de los últimos tiempos dieron muestras públicas de descontento contra la gestión de Fernando Andrade canalizando su voto a través de Luis Bedoya. Es quizá el factor más importante del triunfo de este último. Ingresa en el reparto de los beneficiados –no triunfadores- individualmente el gobierno.
¿Quién perdió el domingo? Claramente Fernando Andrade. Es el principal derrotado de la competencia última. Obviamente Somos Perú también será afectado, a tal punto que dejará el municipio después de 9 largos años de permanencia en el manejo administrativo. Es evidente que la derrota de Fernando, afectará a Alberto, quién fuera de los propios competidores, es el único líder nacional que es afectado, de manera directa, por los resultados. El compromiso de alcalde de Lima, con la candidatura de Fernando Andrade, fue notorio, hasta el mismo día de la elección. Pero quienes suponen que mejor hubiera sido distanciarse del hermano, se equivocan. La cercanía de sangre no permite esa posibilidad. En realidad, Alberto Andrade se la jugó por su hermano, en 1995. El intento de reelección, en 1998, caía por su propio peso. Se corrió un riesgo y perdió. La pérdida de Miraflores para Somos Perú, es el equivalente a una hipotética pérdida de Trujillo para el APRA, Juliaca para los Cáceres Velásquez o Villa el Salvador para Villa El Salvador para Michael Azcueta. Así de significativa.
Sin embargo, eso es sólo en el aspecto simbólico. Miraflores será importante pero no lo suficiente para hundir a Alberto Andrade.
Por lo demás, ya en octubre del año pasado en el mismo distrito obtuvo un apoyo electoral mucho mayor que el de su hermano. ¿Qué lecciones políticas dejan estos resultados? Varias y a todos. Alberto Andrade ha aprendido que la opinión pública peruana es muy volátil. Ayer le confiere un apoyo muy alto y hoy no tanto. Sus logros en la gestión de Lima, son importantes, pero no suficientes. La construcción de su organización a nivel nacional es tarea primera, si quiere arrastrar una numerosa bancada parlamentaria. El endose de votos, probado por su hermano, no es un atributo que se logra sin agrupación y maquinaria partidaria asentada y aceitada. Pero la derrota le demuestra que es una experiencia que se puede repetir, a no ser que cambie de estrategia. Para ello tendrá que mirar y medir con cuidado sus aliados y allegados. No hay otra manera. Solo, le será difícil llegar.
El oficialismo ha probado que lo que hace dos años parecía un imposible (19% de aprobación de Fujimori, en julio de 1997), ganar en el 2000, es ahora una perfecta posibilidad. Ha comprobado, asimismo, que la simple aritmética y la ambición de muchos, señala que mientras mas ingresen a la contienda electoral, hacen perder al conjunto de los opositores. Ayer fue Castañeda, mañana podrá ser Ketín Vidal, Salas, Toledo u otros. Pero, todos, sin quererlo jugarán para la permanencia de Fujimori por un tercer período. No hay espacio para más de 3 candidatos a costa de aumentar aquella posibilidad reeleccionista. Ha conocido también que cualquier imagen, como la de Andrade, es vulnerable y puede ser dañada, por lo que para eso trabajará en los próximos meses.
Todo lo anterior le sirve para terminar con sus opositores. Si eso lo logra al inicio de la campaña, la posibilidad de fraude desaparecerá. Las elecciones podrán ser, paradójicamente, limpias y transparentes. Ya no será necesario que sea de otra manera.
(Caretas, 8 de julio de 1999)