“Con él fui más feliz en el agua que en la tierra”, señala Renato Cisneros en uno de los pasajes de su último novela. Si hay libros que son un placer leerlos, ese es el caso de “La distancia que nos separa”, el notable y más vendido libro de la última Feria Internacional del Libro 2015.
Encontré a Renato días antes de la feria y me dijo que le gustaría que lea su libro, recién publicado. Creo que me lo recomendó por que buena parte de los hechos políticos que allí ocurren los vivió mi generación. Efectivamente, el Gaucho fue quizá el militar más temido del gobierno militar y también el más odiado, en la época que cursaba mis años universitarios. El se encargaba no solo de dirigir la represión a todo aquel que se oponía a la dictadura, sino de justificar cada acto del gobierno. Era su vocero más claro y temido.
Tiempo después de conocer a Renato supe que su padre era el general Luis Cisneros Vizquerra. Eran tan distintos. Me preguntaba algunas veces qué pensaba de su padre y, sobre todo, de su paso por los gobiernos de Morales Bermudez y de Fernando Belaunde. La respuesta la encontré en el libro y de qué manera.
En algún momento la novela se cruza con otra buena, “La pena máxima” de Santiago Roncagliolo. En este se lee el lado de los perseguidos y secuestrados montoneros, en el libro de Renato Cisneros, el lado de los perseguidores militares, a fines de la década de los setenta.
Pero lo central del libro es la relación con el padre, a partir de develar su historia. Para eso remueve el pasado. Si muchos nos hemos preguntado cómo eran nuestros padres estimulados por la curiosidad, esta pregunta no dejaba de producir temores. Descubrir que el padre es mucho más que aquella figura construida como la gran autoridad, solo es posible socavando el pasado, tarea que pocos se atreven como lo hizo Renato Cisneros, con una envidiable valentía que se manifiesta en una feroz crítica al lado destructivo del padre, pero acercándose de manera tan sentida a aquel personaje pétreo que tanto amaba.
Los 18 años, el de la mayoría de edad, fue para el que hasta hace poco periodista de RPP el meridiano que dividió su vida con la muerte del padre. Antes de esa edad, sufría pero admiraba a ese padre rígido y de personalidad fuerte y temida. Después de la muerte del Gaucho, el vacío que deja ese ser que parecía inmortal, es acompañado por el crecimiento de aquel joven sin la poderosa sombra del padre.
Renato Cisneros deja el periodismo y ha viajado a España para dedicarse a escribir, como antes lo hicieron Santiago Roncagliolo, Raúl Tola, Gabriela Wiener, Jorge Eduardo Benavides o el mismo Fernando Iwasaki, por solo nombrar algunos.
Hay que agradecer a Renato Cisneros por lo que ha dejado. Un libro mayor, un libro que emociona. Un libro altamente recomendable. A la distancia, un abrazo querido Renato.