En este clima y contexto latinoamericano, en el 2006, nuestro país también se juega todo el poder. A las elecciones presidenciales, parlamentarias y del Parlamento Andino, se le deben de sumar las regionales y municipales de noviembre próximo. Desde hace una década que no coincidían estas elecciones, en las que generalmente, como sucedió en 1963 y 1980,el ganador de la elección presidencial, triunfa en la elección municipal (esta vez también regional). Esto no ocurrió en 1995 cuando Fujimori no pudo endosar su apoyo a sus listas, incluyendo la de Jaime Yoshiyama, quien fue derrotado por Alberto Andrade en Lima. El próximo año se podría correr igual suerte.
Si existiera la relación, a mayor crisis de los partidos, más partidos, en el Perú esta relación es directa. En las elecciones presidenciales próximas competirán alrededor 22 listas (la inscripción se cierra todavía el 9 de enero), el mayor número de la historia de la república, sin contar el número de listas parlamentarias que será más elevado. Este número está lejos de suponer un sistema de partidos solvente, muy por el contrario un número elevado es el síntoma de un bajo nivel de representación y alto fraccionamiento. Esto se debe a que los partidos políticos no están cumpliendo con eficacia su función de agregar y sistematizar intereses sociales. Los que representan son tan pequeños ahora que sólo dependen de la representación simbólica de sus líderes. De esta manera, los aparatos partidarios que soportan las candidaturas presidenciales, al enfrentarse a las exigencias de la ley de partidos como la transparencia en los recursos y elecciones internas de las candidaturas, se han visto en serios problemas para cumplir con la ley. De cualquier manera veremos transitar a las listas inscribiéndose en los Jurados Electorales Especiales, bajo el supuesto de haber cumplido con una norma exigente, que bien supervisada, hubiera dejado en el camino a varias de ellas.
Esto traerá varias consecuencias. Existe la probabilidad que quien gane las elecciones carezca de mayoría en el Congreso y le sea muy complicado construir una coalición favorable. Esto puede no ser tan grave ya que el umbral de representación con seguridad eliminará a los pequeños, ya que en los últimos 25 años, alrededor de cinco partidos han logrado superar el 4%. Una polarización de las elecciones, podría tener un efecto mayor al reducir el número de partidos con representación parlamentaria. Lo preocupante es que salvo el actual, desde 1931 ningún gobierno que careció de mayoría en el Congreso, logró terminar legalmente su mandato. Pero cierto es también que los gobiernos con mayorías parlamentarias vaciaron al Congreso de su función de control político.
Pero, no se trata solamente del número de partidos, sino de la tan mentada calidad de la representación. Es aquí en donde el voto preferencial mostrará su faceta más banal y cruel. Se tendrá a alrededor de 3000 mil candidatos voceando su símbolo y número, tratando de diferenciarse al de su propio partido, a quien considerará su principal competidor. Muchos no tendrán ningún recato a hacer todo aquello que le permita atraer los reflectores de los medios. De aquí surgirán varios nuevos de la política, que mañana probablemente serán tránsfugas, protagonistas de algún escándalo o anónimos caminantes de los Pasos Perdidos del Congreso.
(Caretas, 29 de diciembre del 2005)