El interés que ha despertado la revocatoria en Lima no está en proporción al conocimiento que sobre este mecanismo tiene la mayoría de limeños y las consecuencias que se deriva del voto que tiene que emitir el 17 de marzo.
No estamos hablando del conocimiento que se tiene de la revocatoria como uno de los llamados mecanismos de democracia directa, ni que están ausentes en la mayor parte de las democracias del mundo, salvo algunos estados de los Estados Unidos. Menos que se conozca que el único presidente de la república sometido a una consulta de revocatoria –que no prosperó– fue a Hugo Chávez (2004) y el único gobernador revocado fue el demócrata por California, Gray Davis (2003). Susana Villarán sería la tercera autoridad de alto rango que será sometida a un proceso de revocatoria en la historia democrática moderna. No hay más.
Nada de esto necesita el elector limeño para poder votar el próximo 17 de marzo. Ni siquiera que en los 15 años de proceso de revocatoria en el Perú han sido separados de sus puestos 279 alcaldes distritales y 1247 regidores, constituyéndose, nuestro país, en el que más usa este mecanismo en el mundo. Y quizá a pocos importe que los promotores de todas las revocatorias han sido los perdedores de las elecciones, salvo el excepcional caso de Lourdes Flores Nano.
Si el elector conoce estos pocos datos sería bueno. Pero mejor sería que el elector conozca por qué los limeños tenemos que enfrentarnos a una cédula con 40 nombres, si solo se habla de revocar a la alcaldesa Susana Villarán. Hasta el más conocido promotor de la revocatoria señala que la cédula es muy grande y confundiría al momento de votar. Sin embargo, el principal promotor de la revocatoria en Lima sabía exactamente lo que hacía. Porque el objetivo político no es solo revocar a la alcaldesa de Lima, sino que se realicen nuevas elecciones municipales, para que puedan acceder al cargo quizá los verdaderos interesados en las revocatorias, que hoy aparecen ocultos.
Para que se realicen nuevas elecciones municipales se debe revocar a un tercio del concejo municipal, es decir, a catorce o más de sus miembros. Los promotores sabían lo que pedían, por eso han solicitado no solo revocar a la alcaldesa de Lima o toda la lista de su partido Fuerza Social, sino de todos los regidores, los de Unidad Nacional, Solidaridad Nacional, Restauración Nacional y Cambio Radical. ¿Qué tienen que ver estos regidores con la gestión de la alcaldesa de Lima? Pues nada. Sin embargo, al solicitar la revocatoria de todos crece la posibilidad de revocar a por lo menos catorce de ellos y así conseguir nuevas elecciones municipales.
El resultado de este tipo de votación es que cualquier cosa puede pasar. Si se revoca a Susana Villarán y por lo menos trece regidores, sean de mayoría u oposición, se realizarían nuevas elecciones municipales. Provisionalmente ocuparía el cargo el primero de la lista de Fuerza Social no revocado y tendríamos tres alcaldes en 4 años. Otro escenario sería igual al anterior, pero que los revocados sean menos de catorce. En ese caso, el puesto de alcalde sería también el primero de la lista no revocado. Ese puede ser cualquiera, quizá un desconocido que cumplirá el mandato hasta el 31 de diciembre del 2014. Es decir, un alcalde que nadie eligió y que nadie quiere.
Hay otros escenarios posibles, como que no se revoque a la alcaldesa y sí a más de catorce regidores, con los que habrá nuevas elecciones municipales, que a nadie le interesará, pero que se tendrá que votar con el correspondiente alto costo económico.
¿Alguno de estos escenarios posibles tiene algo que ver con una decisión a favor de Lima o la mejora en la calidad de la democracia? Si así fuera, las democracias en el mundo hace tiempo las hubieran introducido en sus marcos legales. Aquí, donde no hay una cultura del respeto de las reglas democráticas, estamos sellando una nueva categoría en el Libro Guinness, por ser el país con mayor número de revocatorias en el mundo (La República, 22 de noviembre del 2012).