Es una lástima, pero pocos son los mandatarios que se libran de la demagogia y verborrea. De eso ha sufrido y sufre América Latina. Esto no evita que muchos sean muy populares, como Hugo Chávez. Militar, rebelde a su manera, autoritario como ninguno, se ha dedicado a pasear su cuestionado modelo haciendo bajar la cabeza a muchos países de la región y varios líderes que quieren llegar al poder. Y, aun que nadie de sus aliados se atreve a decirlo, lo hacen debido a su poderoso cañonazo de petrodólares.
Pero lo que muestra Chávez no es solo su modelo, sino su estilo. Se ha dedicado ha entrometerse en la vida interna de los países y ha insultar a todos aquellos que piensan distinto. Por eso lo ocurrido en la Cumbre Iberoaméricana no sorprende. Así es y así se portará. Su bota y su grito, al lado de su billetera, someterán a venezolanos con esa combinación de patrón, bonachón y labia alambicada.
Se regodea con el poder que tiene y ha caído -no podía ser de otra manera- en las garras de su círculo vanidoso. Por eso hace y cambia su propia constitución para mantanerse en él. Cierto es que varios, entre ellos Bush, colaboran al atacarlo casi con sus mismas armas. Lamentablemente, la cultura populista y demagógica encandila a mucha gente, que ciertamente observa muchas democracias sin resultados. Mientras esto siga así, los Chávez o parecidos seguirán apareciendo y avergonzándonos.