Nos vamos poniendo viejos, diría Mercedes Sosa. Es que un año del gobierno de Pedro Castillo parece mucho más que 12 meses. La densidad del tiempo transcurrido ha hecho que, en el Perú, pensar en el fin de mes parezca pensar en el largo plazo. Nunca en tan poco tiempo se ha discutido tanto el fin de un gobierno. Pero Pedro Castillo sigue allí. Efectivamente, sigue, pero ya es parte de un gobierno envejecido. Su discurso de 28 de julio es la muestra más palpable de un presidente que tiene muy poco que decir y mucho de lo que cuidarse. Ya no hay gobierno; se sobrevive mientras la ciudadanía experimenta la frustración y el desasosiego.
Las salidas políticas pueden ser muchas, pero las posibilidades de que una de ellas se materialice dependerán de la voluntad de los actores y los límites de las circunstancias. Por ello, hay una tensión entre los que quieren que se vayan todos y los que quieren que se vayan solo algunos. En cualquier caso, la vía parece encontrarse en el retiro de los personajes que son ubicados en el centro de la responsabilidad de lo que ocurre o en el rechazo que producen.
A la salida de adelanto de elecciones, apoyada por 120 organizaciones agrupadas en Coalición Ciudadana y por los jóvenes de La Propuesta, se suman políticos como Francisco Sagasti, con el Consenso Ciudadano, y la misma Keiko Fujimori. Esta salida depende, en gran parte, de la decisión del Congreso. Pero lo cierto es que los congresistas, que se han proyectado para cinco años, no tienen un interés fundado en recortar un mandato al que le faltan cuatro años. Esto solo se plasmaría si, como ocurrió en el 2000, la presión externa fuese tan insostenible que los obligara a poner en marcha el adelanto de elecciones, que se facilitaría, a su vez, si se les permitiese tentar a la por ahora prohibida reelección parlamentaria y a una indemnización económica. En términos de opinión pública, es la salida que tiene mayor apoyo.
Sin embargo, la salida que se discute más y que tiene una mayoría de votos en el Parlamento –pero no los suficientes– es la vacancia presidencial. Sería la tercera que se presentaría en el presente período, la séptima en cinco años, y presentada contra un tercer presidente. Es una figura totalmente desnaturalizada, pero cuya aceptación crece en tanto las evidencias de mal gobierno y corrupción, que involucran al presidente Castillo, aumentan. Ante esto, se está abriendo la oportunidad para que Perú Libre y las bancadas disidentes de este partido, defiendan a Castillo de la vacancia. De esta manera, Vladimir Cerrón volvería a tener un papel influyente en el gobierno, para pasar a ganar puestos en este. Un escenario que cambiaría si el cerco de la fiscalía colocase a Pedro Castillo en una situación indefendible, con lo que varios no querrán acompañarlo en su desgracia.
Por lo demás, hay temas pendientes, no menos importantes de resolver. ¿Qué ocurrirá con la vicepresidenta Dina Boluarte? Algunos quieren inhabilitarla y otros apoyarían un gobierno de la actual ministra de Desarrollo e Inclusión Social. El otro tema pendiente es, si Castillo y Boluarte salen del gobierno, quién sería elegido presidente del Congreso al que, por sucesión constitucional, le correspondería asumir la presidencia. Finalmente, el tercer tema es si se convoca a elecciones presidenciales o generales. Esto último es lo que quieren evitar los congresistas. El problema es que, como ocurrió con Manuel Merino, esta salida es la menos popular y podría ocasionar la protesta ciudadana. Ninguna salida es fácil. Mientras tanto, no se va nadie, se van quedando todos y el tiempo pasa (El Comercio, martes 2 de agosto 2022).