La desafección de la política y el rechazo a los partidos y al Congreso es de tal magnitud que será canalizada a través de la alta aprobación de la pregunta del referéndum referida a la no reelección de los congresistas. De esta manera, el Parlamento del 2021 no estará integrado por ningún congresista que forma parte del actual. Se habrá resuelto el problema del ánimo del electorado y la opinión pública, pero no el problema de la representación política. En otras palabras, la no reelección de los congresistas no resolverá el problema que origina la propuesta de reforma constitucional.
Ese ánimo puede ser traducido de la siguiente manera. Los actuales congresistas deben terminar su mandato y no ser reelegidos, puesto que son de una calidad y un desempeño de tal naturaleza reprobable –donde nadie se salva– que su ausencia, en el futuro Parlamento, será un proceso purificador. Por otro lado, los nuevos congresistas, al no estar contaminados o simplemente ser nuevos y alejados de la política, mejorarán la representación parlamentaria. Esto debido a que nadie intenta desaparecer algo a cambio de estar igual o peor. Existe, pues, una alta expectativa de que lo nuevo debe ser mejor.
Sin embargo, habría que señalar lo siguiente. A diferencia de la negativa de la reelección presidencial, donde las experiencias de Augusto B. Leguía y Alberto Fujimori, quienes cambiaron la Constitución para reelegirse, fueron nefastas, el resto de representantes (congresistas y autoridades regionales y municipales) sí podían ser reelegidos, porque la alternancia estaba abierta, porque ganar al candidato a la reelección siempre fue posible.
Pero, contra lo que se cree, la tasa de reelección en el Perú es de las más bajas de la región. Por ejemplo, el promedio en las tres últimas décadas es de tan solo de un 25%, como ocurrió con el presente Parlamento. En consecuencia, cada cinco años, el 75% de los parlamentarios eran nuevos. De ellos, la aplastante mayoría lo fueron de un solo período.
Si el ejercicio parlamentario mejora con la experiencia, como cualquier otra actividad, lo que se ha observado es que nuestro Congreso ha estado mayormente compuesto por congresistas con baja experiencia. Si a eso se le suma que un alto porcentaje carecía de experiencia política y no eran miembros de partido político alguno, la situación empeora.
La falta de experiencia, el escaso interés en la labor parlamentaria y el involucramiento en presuntos casos de corrupción hizo (temporalmente) famosos a varios. Eso atizó el descrédito del Parlamento, que la opinión pública respondió con su rechazo y la exigencia de otros (nuevos) representantes. El círculo (perverso) se cerró. Conforme pasaban los períodos parlamentarios, se reeligió poco y los nuevos, con contadas excepciones, no mejoraron el desempeño de la función parlamentaria. Es decir, no reelegir no produjo un impacto positivo. Es más, el esfuerzo de los buenos parlamentarios era oscurecido por el escándalo y el mal uso del cargo de representación de otros parlamentarios.
Pero ¿los parlamentarios con experiencia garantizan una mejor representación? La respuesta no es absoluta, pero sí es cierto que los parlamentarios con más de un período no requieren un período de aprendizaje. Suelen especializarse en temas y políticas, que solo el factor tiempo permite. Eso se observa en otros países, por lo que, salvo Costa Rica, en el resto de la región se permite la reelección de los parlamentarios. La no reelección de congresistas será un triunfo político del presidente Vizcarra, pero no servirá para mejorar el problema de la política y si, además, no se aprueba la bicameralidad, la reforma política habrá nadado para morir en la playa (El Comercio, jueves 29 de noviembre del 2019).