No por sorprendente, menos impactante. La anulación del indulto al ex presidente Alberto Fujimori ha cambiado drásticamente el panorama político del país. La resolución del juez es el último escalón de un proceso que tuvo, en el indebido indulto humanitario, severas consecuencias políticas. El indulto, que se presentaba como un medio para reconciliar al país, estuvo lejos de cumplir su cometido.
Parte de este proceso estuvo signado por el fuego cruzado que libraron los hermanos Keiko y Kenji Fujimori. La primera se había distanciado del padre, como parte de la estrategia para ganar las elecciones, que se tradujo también en no insistir en el indulto del padre, algo por lo que el menor de los hermanos luchó denodadamente.
Ya con PPK en el gobierno y Fuerza Popular en abierta y mayoritaria oposición, el indulto fue obra de una negociación política que involucró al gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, que requería apoyo para no ser vacado, y a Alberto Fujimori, que necesitaba ser indultado. Esta negociación tuvo un costo alto para PPK, pues no solo perdió crédito entre sus colaboradores –renuncia de ministros y congresistas–, sino que abrió el cauce para su posterior renuncia. El propio Kenji y congresistas que lo secundaron fueron suspendidos del Parlamento, una vez conocidas las negociaciones bajo la mesa.
El resultado y los temores de la libertad de Alberto Fujimori no fueron corroborados. El ex gobernante, luego de salir libre, no tuvo protagonismo alguno. No logró conciliar a los hermanos, ni tampoco tener influencia política alguna sobre el curso de los acontecimientos. Perdió poder y Keiko ganó la partida. Sin embargo, ella también sufrió el desgaste de esta guerra fratricida, a niveles que no ha podido revertir.
Sin embargo, el indulto ha producido efectos diversos. Al presidente Martín Vizcarra la noticia no le debe haber caído bien, pues no le reporta ganancia alguna. Por el contrario, lo coloca en una situación comprometedora, pues tendrá que pronunciarse sobre este delicado tema y el foco de atención, que estaba fijado en él y sus iniciativas políticas, pierde visibilidad. Por lo demás, su capacidad de incidencia en instancias judiciales es inferior a la de sus opositores.
En el variado campo fujimorista, la noticia no ha logrado unir a los hermanos. Ya Kenji Fujimori había anunciado meses atrás que si su padre “regresa a la cárcel, jamás se lo perdonaré a Fuerza Popular”. Y por el lado del keikismo, la noticia ha servido para acusar a sus opositores de que todo esto se trata de una venganza política. Viraje pragmático, pues en su momento no les gustó el indulto (“Saludamos la libertad del ex presidente Alberto Fujimori Fujimori, a pesar de discrepar con la forma en que se logró”), para aparecer ahora manifestándose en contra de la resolución judicial.
Esta es la historia del drama de una familia rota, cuyos miembros luchan por el poder, pero que ha terminado dinamitada. Pero la justicia se celebra, no el dolor del otro. En estos momentos difíciles, la euforia no puede suplantar a la serenidad, así quienes defendieron a Alberto Fujimori de sus actos ignominiosos, lo hicieron sin piedad (El Comercio, jueves 4 de octubre del 2018).