El presidente Pedro Pablo Kuczynski está recorriendo la misma curva de descenso de su aprobación que sus tres antecesores, lo que podría llevarlo a terminar como ellos. Pero la diferencia radica en que él tenía la tarea de responder al complicado escenario en el que se configuró su triunfo. Su voto fiel, que era la mitad del de Keiko Fujimori, en primera vuelta, pero solo superando a esta, en segunda vuelta, gracias al voto antifujimorista, lo que exigía un presidente con un manejo fino y claro de cómo y con quién aliarse a lo largo de su período de mandato.
Pero el primer problema ha sido la administración de la propia figura presidencial. PPK apareció con un lenguaje y formas poco convencionales creando simpatía en sectores que aún respiraban los aires del cambio de gobierno. Sin embargo, este estilo no fue administrado adecuadamente exagerando su uso y en los momentos menos adecuados, a lo que se agregaron afirmaciones en un sentido, que las desdecía al poco tiempo.
La firmeza, sin caer en poses intolerantes, es básica en estos escenarios. Se dice que rehúye los problemas, hasta parecer un presidente que no toma decisiones o las realiza de manera tardía, lo que crea una imagen de autoridad dubitativa. No todos los gobernantes las toman de manera firme y oportuna, pero cuando tienes una oposición mayoritaria, la necesidad de hacerlo crece.
Su Gabinete está compuesto por destacados profesionales, pero la mayoría ejerce por primera vez cargo público y está alejada de experiencias que implican tomar decisiones en un contexto político altamente demandante.
Recoge opiniones, pero lejos de la consistencia de un equipo político de gobierno. Igual ocurre con su segundo grupo de referencia que es la bancada parlamentaria. Son ahora 17, uno menos que en julio, pero podría terminar con menos parlamentarios como en su momento ocurrió con Perú Posible y el Partido Nacionalista. La bancada es una suma de parlamentarios que, más allá de un puñado con experiencias en tiendas diversas, se han conocido en este año, careciendo de identidad y disciplina partidaria, y no constituye una fuerza de defensa y propuesta oficialista, que compense su número con la calidad y cohesión requeridas. En muchos casos, es más un dolor de cabeza que un punto de apoyo.
Finalmente, el partido Peruanos por el Kambio, que solo tiene a dos miembros de su dirección en la bancada parlamentaria, carece de organización consistente y PPK los visita para aplacar las consignas de reclamos para alcanzar un puesto en el gobierno. No llega a organizar ni siquiera una portátil oficialista.
¿Puede un presidente superar estas serias debilidades que difícilmente cambiarán en los próximos años y, probablemente, algunas recrudecerán? En los regímenes presidencialistas y países con larga tradición caudillista, la figura presidencial pesa mucho. PPK tiene aún la oportunidad de conectarse con sus electores, más que buscar coincidencias con una oposición que no le conviene aparecer cerca de un gobierno al que aspira relevar (El Comercio, jueves 29 de diciembre del 2016).