#ReformaPolítica 1. Si bien la reforma política y electoral por sí sola no cambia la realidad, para su éxito debe contar con el apoyo de la voluntad política de las élites políticas.
El tema es preguntarse qué es lo que se quiere reformar y para qué, pues atribuirle fracasos cuando no ocurren los efectos esperados en el corto plazo, es un error. De nada valen controles, por ejemplo, sobre fiscalización del dinero mal habido en la política, si la Policía, la Fiscalía, el Poder Judicial y la Contraloría no hacen bien su trabajo.
Es también un error plantearse objetivos institucionales que no son correspondidos con las medidas planteadas. No se puede afirmar, por ejemplo, fortalecer partidos políticos en el Perú y mantener el voto preferencial. Tampoco se puede otorgar dinero público a los partidos sin hacer los ajustes de mayor control y supervisión.
Un tema no menos importante viene de la mano del conocimiento y la coherencia de las propuestas. Con el conocimiento no solo nos referimos propiamente a las leyes que se busca reformar, sino a los impactos que producen ciertas medidas. Por eso se observa con preocupación cómo se plantean medidas que no corresponden a los propósitos planteados.
Pero lo que quizá es más peligroso es hacer propuestas que no partan de un mínimo diagnóstico, sean parciales y carezcan de prevención de impactos. En lo concerniente a la parte de reforma electoral, lo aconsejable es un Código Electoral.
Reformas que no reparan las críticas al diseño actual, prolongan los problemas. Y reformas que quieren ser radicales y totalizadoras, sin tener las condiciones de un amplio acuerdo en el Parlamento, no pasarán de ser documentos que dormirán en el archivo de los proyectos de ley (Peru21, domingo 28 de agosto del 2016).