No hay precedente de una movilización organizada a través de redes sociales (y sin ellas) de la envergadura de la marcha de ayer #NiUnaMenos. Por varias calles y avenidas decenas de miles de mujeres (también hombres) han marchado y dejado sus gargantas para ser escuchadas. Y es que el abanico de temas que involucra la violencia contra la mujer, en sus más diversas manifestaciones, es de tal envergadura que no hay aspecto en la vida cotidiana y pública en donde no se manifieste.
Pues, como se ha repetido hasta la saciedad en estos días, recorre aspectos tanto físicos como psíquicos, produciéndose desde el mismo hogar pasando por el centro laboral, de estudios y la calle, en donde las mujeres son violentadas, llegando incluso al asesinato, sin poder responder, callándose, humillándose, básicamente por vergüenza y miedo, ante la permisividad de las autoridades para con los agresores.
Pero ahora las mujeres están perdiendo el miedo, se defienden, denuncian, se comunican, ofrecen sus crudos testimonios, lo que ha generado lazos de identidad y solidaridad como nunca antes. Ese reconocimiento hace que consignas como “Tocan a una, tocan a todas” sean fuertes puntos de identificación.
Y los hombres qué. Pues, aparte de avergonzarnos como género, dejar de apañar y reproducir conductas y prácticas machistas de todo tipo, desaprobar a sus portadores, apoyar estas legítimas luchas contra la violencia contra la mujer y por la equidad de género.
No hay vuelta atrás. Las mujeres ya lo han dicho con claridad: no quieren ser tratadas como princesitas y reinas, solo como iguales, para poder vivir sin miedo y a la defensiva. Solo así podemos hacer algo para que la marcha de ayer sea el inicio de la larga y definitiva por la igualdad (Peru21, domingo 14 de agosto del 2016).