PPK y Keiko preparan sus últimos argumentos y propuestas. Pero los debates no están al margen de la campaña electoral. Son, más bien, extensiones de esta. Pero no existe un estudio que pruebe que un debate modifique la intención de voto por las propuestas presentadas. Con mayor razón si los formatos de nuestros debates son temáticos, especializados y mayormente expositivos, y son seguidos por electores interesados en la política pero que son justamente los que ya han decidido su voto y difícilmente lo cambiarán. Por el contrario, es poco probable que el indeciso se siente hora y media delante de un televisor, pues tiene un alto desinterés por la política o la rechaza.
Por lo demás, la evaluación de los contenidos la discuten los (pocos) especialistas en cada tema, no el elector promedio. Los debates, sin embargo, exhiben otras cosas que están más allá de los contenidos. Revelan cómo son y cómo se muestran los candidatos. Por eso, lo que más tienen que transmitir es ambición y voluntad de ganar una elección.
El elector, aquí y en todas partes, deposita su esperanza y la de los suyos en el candidato que le ofrezca confianza y seguridad. Es por eso que no necesariamente sirve una hoja de vida de excelencia, sino los premios Nobel serían presidentes. Es decir, los candidatos tienen que conectarse con los sentimientos de los electores. De eso se trata, transmitir sentimientos e imágenes potentes. No es poco, pues permitirá que la propuesta sea mejor recibida. Esto trasciende los escenarios de un debate.
Pese a todo, ser un buen candidato y ser un buen gobernante no siempre van de la mano. Falta una semana y el desenlace será producto de lo que han hecho y de lo que hagan los candidatos en estos días. En elecciones no existen milagros, solo realidades (Peru21, domingo 29 de mayo del 2016).