En redes sociales, ser asaltado por encapuchados que esconden su identidad, para ser denigrado, insultado y difamado es tan común como la violencia que se sufre en las calles de Lima. Estos llamados trolls se reproducen en Internet, mostrando la suciedad en el ciberespacio.
Esta semana han sido descubiertos, con sus verdaderos nombres y rostros, varios de ellos. Si bien usan páginas webs, blogs, cuentas de Facebook, son las de Twitter por donde despliegan la mayor de las bajezas. Y es que una cosa es usar seudónimo, como lo han hecho periodistas y políticos en la historia, y otra es usar el anonimato. El primero es un recurso, el segundo, una cobardía. Los trolls, si bien han sido acusados de fujimoristas y los más conocidos ciertamente apoyan a la candidata de Fuerza Popular, no tienen color político. Los hay de derecha y de izquierda y han nacido hace mucho tiempo. Trascienden la campaña electoral. Son, muchos de ellos, conservadores y están llenos de prejuicios de todo calibre.
Pero si bien la mayoría usa el anonimato, hay otro grupo de usuarios de Twitter que, usando su verdadero nombre, realiza una práctica troll, pues igualmente insultan, agravian y difaman en las redes. Aquí se encuentran desde periodistas, políticos, hasta jueces. Suelen tener como objetivo las mismas víctimas y retuitean con el mismo entusiasmo con que defienden a los trolls anónimos. Su excusa es que hay otros como ellos que hacen lo mismo.
Finalmente, están los usuarios que no insultan, agreden, ni difaman, pero retuitean a los trolls anónimos y a los que actúan con su nombre. Son más cautos, pero hablan a través de los otros.
Estos tres grupos se siguen, comparten los mismos enemigos, la misma agenda y, finalmente, las mismas prácticas. Conforman una comunidad en red, una comunidad de la suciedad en red. Más allá de tu color político, no les hagas el juego a estos trolls (Peru21, domingo 15 de mayo del 2016).