A finales de noviembre del 2000, el entonces presidente Fujimori abandonó el cargo y fue destituido por el Congreso, asumiendo el cargo de Presidente Constitucional, Valentín Paniagua, dando inicio al Gobierno de Transición, cuyo principal afán fue la realización de Elecciones Generales el 8 de abril de 2001.
Las elecciones estaban en el primer lugar de la agenda nacional y de su éxito dependía, en gran parte, el retorno a la democracia y la continuidad del Estado de derecho. Pero éste no era un trabajo sencillo. Las denuncias de corrupción y fraude en contra de los organismos electorales, en las elecciones del 2000, generaron desconfianza y cuestionaron la permanencia en los cargos de quienes tenían la responsabilidad de conducirlas. En esas circunstancias el Congreso de la República entregó una terna consensuada al Consejo Nacional de la Magistratura para su evaluación y el Pleno de este organismo, me designó Jefe Nacional de la ONPE.
El reto era grande y todo el país aguardaba con esperanza elecciones limpias y transparentes para iniciar una nueva etapa en la historia del Perú. La situación que se encontró a nivel general no era nada auspiciosa: se requería la expedición de algunas normas legales para hacer viable la organización de este proceso electoral en tan solo cuatro meses. Por otro lado, los organismos electorales estaban asociados al fraude del 2000 y era necesario recuperar la buena imagen frente a la ciudadanía.
Los problemas específicos eran varios. Las circunscripciones electorales se conformaron a nivel departamental y se definieron apenas tres meses antes del día de los comicios. El marco presupuestal se aprobó recién el 5 de enero. Asimismo, llevar adelante elecciones limpias y transparentes pasaba por renovar el personal de ONPE. A los dos meses de iniciar la gestión y a dos de las elecciones, se había renovado el 75% del personal. Habría pues que montar en poco más de tres meses una elección a nivel nacional cuyo planeamiento requiere no menos de un año.
Finalmente, las elecciones se realizaron el 8 de abril del 2001 de manera limpia y transparente. Se había conseguido algo que parecía imposible. Se demostró que el Perú y sus instituciones pueden mejorar cuando un equipo humano se compromete desinteresadamente por un ideal y le entrega todo su empeño y dedicación. Nuestro ideal al ingresar a la ONPE fue devolverle al Perú la confianza en su institución electoral y demostrarle al mundo que los peruanos podemos hacer elecciones limpias, justas, transparentes e incuestionables.
Pero, el trabajo en la administración electoral logrando un alto reconocimiento, no es posible sin un equipo altamente profesional con convicciones democráticas irrenunciables. Parte de nuestros sueños generacionales tuvieron la oportunidad de realizarse en estos imborrables cuatro años en la ONPE, en donde se lograron muchos éxitos, con gran esfuerzo y sacrificio, pero largamente compensados en los logros institucionales y el aporte al país. Hoy, a horas de una nueva elección, podemos recordar esta jornada épica, reconocer a quienes estuvieron presentes y desearle el mejor de los éxitos a aquellos que tienen ahora la misma responsabilidad. Por eso, con mucho orgullo podemos recordarle al Perú que cumplimos con su encargo. (Polítika, 30 de junio del 2001).