Desde hace dos décadas vengo planteando la necesidad de que las elecciones parlamentarias deban realizarse en la misma fecha de la segunda vuelta de la elección presidencial. Lo señalé en un artículo de este mismo diario: “si bien no se pudo cambiar el sistema de gobierno, lo adecuado hubiera sido un sistema con menos partidos. Es decir, reducir la fragmentación partidaria, introduciendo umbral de representación, distritos plurinominales o elecciones parlamentarias coincidentes con segunda vuelta electoral” (LR, 18 febrero 1998). Esa idea mejorada la presenté en diversos foros, escritos y en los últimos tiempos ha sido compartida por diversas personas, por lo que quiero precisar algunos aspectos de la propuesta.
Nuestro país tiene un serio problema de fraccionamiento partidario que no tiene freno, impactando seriamente en la representación política y en la relación ejecutivo-legislativo.
El sistema de segunda vuelta o Ballotage, invento francés del siglo XIX, se aplica a la elección del presidente de la república y a la elección parlamentaria, con el propósito de dotar de alta legitimidad al mandatario y reducir el número de partidos. Diseño que se complementa haciendo que la elección parlamentaria sea posterior a la elección presidencial.
Nuestro diseño no entendió la importancia de la mecánica francesa, por lo que solo se aplica a la elección presidencial y no a la parlamentaria. La idea se acotó en dotar a la presidencia de un incuestionable respaldo mayoritario, pero no se preocupó del fraccionamiento parlamentario. Este ha crecido y los gobiernos de Toledo, García y Humala han carecido de mayorías parlamentarias.
En el Perú esto ocurre por la combinación explosiva de multipartidismo, elección del parlamento de manera simultánea con la primera vuelta presidencial y el voto preferencial. Para contrarrestarla, es posible pensar en varias opciones de reforma política. Reemplazar la elección presidencial con segunda vuelta por el de mayoría relativa (como en México, Panamá o Paraguay), elegir al Presidente en segunda vuelta, pero a través del parlamento (Bolivia) o introducir circunscripciones uninominales como en la Asamblea Nacional francesa. El problema es que allí existe un Senado, en un diseño de semipresidencialismo con Primer ministro.
Sin embargo, la mejor alternativa, si se quiere mantener la segunda vuelta presidencial, es que las elecciones al Congreso se realicen de manera simultánea, con la segunda vuelta presidencial que, a diferencia de ahora, debe tener fecha fija.
En el diseño actual el elector tiene elecciones simultáneas, presidencial y parlamentaria el mismo día, superponiéndose dos campañas que tienen propósitos distintos. Peor aún cuando las parlamentarias tienen voto preferencial. El elector tiene al frente cientos de campañas. Solo en el 2011 fueron once candidatos presidenciales y 1,560 parlamentarios, en doce listas. Ante este mercado persa que se ofrece de todo, el elector vota a ciegas, al desconocer el resultado de la elección presidencial, produciendo una dispersión de votos y fraccionamiento parlamentario.
En nuestra propuesta, el elector concentrará su atención solo en la elección presidencial. Si se realiza la segunda vuelta, el elector tendrá mayor información al conocer el resultado electoral de primera vuelta y podrá ejercitar un voto estratégico, incluso en el caso de que algún candidato gane la presidencia en primera vuelta. Esta dinámica producirá una tendencia a concentrar los votos en las opciones que han logrado las mayores votaciones, alejándonos de la dispersión y el fraccionalismo. Diseño que por cierto exige la eliminación del voto preferencial, sobre todo en un país como el nuestro, con sistema de partidos débil y fraccionado. Esta modificación no elimina de manera inmediata sus aspectos nocivos, pero desincentiva el fraccionamiento y elimina el voto ciego (La República, 12 de julio del 2015).