(Infolatam) A pocos días de haber juramentado el cargo, el alcalde de Lima ha criticado severamente a la gestión de Susana Villarán, de la misma manera que quienes apoyaron a la ex alcaldesa, ahora critican sin cesar a Luis Castañeda. Era de esperarse. Lo cierto es que esto no debe de sorprender. En democracia la alternancia es inevitable e incluso necesaria, por su propia salud. Los gobernantes de ayer, son los opositores de hoy. Al gobierno (local) hay que exigirle que gobierne y a la oposición, que fiscalice.
A diferencia de hace cuatro años Luis Castañeda llega con mucho oxigeno y crédito que debe administrarlo con cuidado, pues se puede consumir rápido, como todo oxígeno y crédito.
Aquí las claras diferencias. Si en el 2010, Susana Villarán ganó con una diferencia de 0.8% a Lourdes Flores Nano, Luis Castañeda, el año pasado, logró vencer con la mayor diferencia de la historia electoral en Lima. 33% de los votos lo separó de Enrique Cornejo. Si Susana Villarán, no ganó ningún municipio distrital limeño, Castañeda ha logrado ganar en 18 de ellos. Si Fuerza Social no tenía ningún parlamentario, Solidaridad Nacional tenía, bancada propia.
La errónea lectura de los resultados electorales, llevó a Susana Villarán a tomar decisiones políticas y de gestión que le costaron caro. No supo medir sus propias fuerzas, se aisló casi de todas los partidos políticas y no tuvo buenas relaciones con los gobiernos de Alan García y Ollanta Humala. En cambio Luis Castañeda labró una relación de buena vecindad con Alejandro Toledo y Alan García.
Si a Susana Villarán, no se le dio respiro, incluso antes de asumir el cargo, fue herida en las revocatorias, tuvo una exigente oposición en el Concejo, los grandes medios estuvieron en su contra y tuvo feroz resistencia de las mafias a las que afectaba las reformas propuestas, Luis Castañeda tuvo a los medios a su favor (salvo contadas excepciones), no se enfrentó a las mafias del transporte y comercio mayorista, careció de una oposición activa y tuvo ocho años de tranquilidad en la gestión.
Susana Villarán deja el cargo con una clara desaprobación de la gestión y Luis Castañeda con altas expectativas. Sin embargo, las cosas han cambiado en estos cuatro años y Castañeda se puede equivocar. El voto de ahora, no es el voto de ayer. Gran parte de él, fue de rechazo a la gestión anterior. Llegó al municipio casi sin propuesta, para una ciudad que requiere soluciones y que sus exitosas obras de ayer, ahora serán insuficientes. La valla dejada por la gestión de Susana Villarán, no está en su éxito, que le fue esquivo, sino en plantear una agenda ambiciosa para Lima. Instaló la idea fuerza que el municipio de Lima no puede estar ajeno y hacerse de costado de los grandes problemas de la ciudad.
Responsabilizar a la gestión anterior, le servirá a Luis Castañeda pero solo mientras se acomoda en el sillón municipal. Esto no durará mucho. La opinión pública y los medios (nuevos y tradicionales) serán más vigilantes y exigentes.
Luis Castañeda tiene un reto mayúsculo que exige delicadas decisiones de gestión y políticas. Guardar silencio y desaparecer puede ser parte de una (exitosa) estrategia electoral, pero difícilmente le será útil en la Lima de hoy. Estos cuatro años lo pueden encumbrar como el exitoso y único alcalde elegido en tres oportunidades o hundirlo en un mar de expectativas que tanto atizó.