Una vez más Lima no es el Perú. La atención que se ha prestado en los últimos días, sobre todo, por el repunte de Enrique Cornejo o la disputa en San Isidro, está llevando a un balance distorsionado, donde lo episódico encubre los temas de fondo.
Lo más importante de la jornada del domingo 5 de octubre es que los partidos nacionales han salido nuevamente derrotados. Es decir, la separación de la representación nacional (partidos) de la subnacional (dispersas organizaciones regionales).
Si se observa con detenimiento el nuevo mapa electoral dibujado en el país, no se puede descuidar el hecho de que ningún partido ha ganado presencia significativa. El partido de Gobierno ni ha presentado candidaturas. El Partido Aprista, más allá del entusiasmo por un sorpresivo segundo lugar en Lima, ha tenido la mayor derrota electoral en elecciones subnacionales de su historia. En Lima pierde en Breña, distrito que cobija su tradicional local central. Pierde y queda tercero en Trujillo y también, por primera vez, el gobierno regional de La Libertad, lo último que le quedaba del otrora sólido norte aprista, antes inexpugnable.
Fuerza Popular, que había invertido recursos y proyectos políticos de larga duración, pierde aplastado en Cajamarca. En Lima, bastión de Keiko Fujimori en las presidenciales del 2011, tiene resultados pobres. Perú Posible casi no presentó candidaturas y no colaboró en apuntalar la alianza con la derrotada alcaldesa de Lima. Fue más un pasivo que un activo de Susana Villarán. Ella y la izquierda han perdido todo. Gregorio Santos y su aplastante triunfo en Cajamarca tienen una dinámica distinta. El PPC y Somos Perú, partidos con tradición municipalista, han tenido, salvo pocos distritos de Lima, resultados desalentadores. Solidaridad Nacional, que gana largamente en Lima con Luis Castañeda, logra menos de la mitad de alcaldías que el 2006, año en que este fue reelegido. Fuera de Lima desaparece. Perú Patria Segura, aliado de PPK, apostó por un Salvador Heresi que puede tener proyección política, pero nada más.
En este mar de pérdidas y pequeñas ganancias, Alianza para el Progreso aparece con un éxito relativo. Su principal patrimonio electoral es el resultado de haber descongelado el histórico “sólido norte” aprista. Ganarle en Trujillo y arrebatarle la presidencia regional es algo que ni el mayor entusiasmo por Cornejo podrá superar.
Si los partidos nacionales han sido claramente derrotados ¿Quién ha ganado entonces? Las organizaciones regionales. Pero no una, sino una larga lista que equivale casi al mismo número de presidencias regionales en disputa. Es decir, fraccionamiento total. A eso se le agrega, que en más de la mitad de los casos, el poder se decidirá en una segunda vuelta, en el mes de diciembre.
En otras palabras, no han surgido agrupaciones verdaderamente de alcance de organización política regional –más allá del intento aún incipiente de APP– que surja de arriba abajo y canalice políticamente el país. Así, la representación política nacional se sigue separando de la subnacional, ocasionando un país escindido que nada prometedor ofrece (La República, lunes 6 de octubre del 2014).