En nuestro país, la forma más penosa de perder el tiempo es siendo puntual. Si llegas a la hora citada y no está la o las personas, puedes perder mucho tiempo. Soy de los que debe haber perdido, sumando los minutos de espera, varios días de mi vida. Dos explicaciones tienen los que siempre llegan tarde. Los factores externos (tráfico), razón que es válida para todos. Puedes llegar tarde una vez, pero la siguiente ya calculas mejor. La otra, los factores de percepción ("para que llegar a la hora, si todos llegan tarde"). Ciertamente luego de alguna disculpa la persona que llega tarde, seguramente hará lo mismo la siguiente vez y el puntual o mantiene su costumbre o lo adecua a la del impuntual. Si bien una buena novela o un buen Smartphone acompañan las esperas, finalmente han hecho uso indebido de tu tiempo. Pero desde hace un tiempo he aplicado la medida de retírame luego de una razonable espera. En la última semana lo he hecho con dos funcionarios públicos que luego me llamaron para disculparse. Uno de ellos mostró, sin embargo, una actitud de sorpresa por mi retiro ("no me imaginaba que te podías retirar"). Durante 45 minutos no se dignó en enviar un mensaje o hacerlo a través de su avergonzada secretaria. Al final me citó a la hora que propuse y llego agitadamente puntual. Muchos de ustedes deben ser puntuales y padecer lo mismo. La cantidad de horas/trabajadas u ocio pérdidas a nivel economía nacional y personal no se ha medido. Debe ser muy alta. Esto ocurre tanto en el mundo público como privado. Por mientras, ya me regalaron la última novela de Milan Kundera, que la terminaré con la ayuda de los tardones y escuchando este "Rey de la Puntualidad" del gran Hector Lavoe. A él si se le perdonaba ser impuntual. Escúchenlo: