Esto solo sucede en el fútbol. Que eliminen a tres campeones mundiales en la primera ronda, que goleen al campeón mundial vigente y que sufra la misma suerte el país anfitrión, no se ve en otros deportes colectivos. Un estado de shock invade al mundo. Porque lo que ha sucedido hoy, no solo es histórico sino doloroso. Yo quería que gane Alemania y me alegré con los primeros goles, pero ver que Brasil era humillado y la cara de los niños sin poder enfrentar una tragedia, por que eso es, una tragedia, ha sido demasiado fuerte. Lo visto hoy es la manifestación más intensa que puede mostrar este grandioso deporte. Que lo imprevisible o inesperado ocurre y coloque como cara y sello la alegría y el dolor, el festejo y el sufrimiento, la gloria y la humillación, lado a lado. Por eso mismo el fútbol atrae y apasiona, como ningún otro en el mundo.
Este Brasil nunca gustó. Lejos de aquellos equipos que dieron tantas glorias y hazañas futbolísticas. Peor aun, dependiendo de un jugador como Neymar, que siendo bueno, su aporte era insuficiente como para cargar por sexta vez la Copa del Mundo. Pero Brasil no es aplastado por que quiere, sino por que al frente tuvo la mala suerte de enfrentar a un sólido equipo alemán, que no solo mostró extrema superioridad, sino una enorme grandeza cuando al final del partido, en vez de festejar de manera explosiva, abrazó al rendido y humillado equipo brasileño. Hay que aplaudir a Alemania y esperar una gran final el domingo. Hay que esperar que Brasil procese este duelo nacional, lo que exige tiempo, para que vuelva a ser el equipo al que todos admiramos. Pero sobre todo esperar que lo que sucedido en la cancha, se resuelva en la cancha, por que el fútbol, que nos mueve y conmueve tanto, debe seguir. Por eso lo amamos tanto.