Para el Partido Nacionalista Peruano (PNP) el futuro es el mayor problema que tienen que enfrentar, por eso quizá la necesidad de contar con una Nadine Heredia más activa en un partido subsumido en el aparato del Estado. Al lado de la no reelección presidencial y su casi imposible candidatura presidencial, la actual primera dama podría tentar a la alcaldía de Lima, posibilidad descartada por el mismo partido, al sostener que no participarán en las elecciones de este año. Solo le queda encabezar la lista parlamentaria por Lima y así ser la locomotora que le permita arrastrar el suficiente número de votos y conseguir el porcentaje necesario para no ser guillotinado por el umbral mínimo que lo desaparezca de la inscripción partidaria.
Este futuro poco alentador que tiene por delante el PNP se hace más crudamente realista si se mira en el espejo del Perú Posible (PP) que al término de su gobierno solo consiguió dos escaños y del Partido Aprista Peruano (PAP) que alcanzó tan solo cuatro. Nada permite presagiar que el PNP tendrá mejores resultados. Es que los partidos que ganan en el Perú, lo hacen cada vez más gracias a la figura de su líder, por lo que sin él, no son casi nada.
Al llegar al poder, la mayoría de dirigentes nutren sus bancadas parlamentarias y el resto ocupan cargos en el aparato del Estado. Casi todo el partido –que no es mucho– ingresa, pero eso no dice mucho en favor del partido, pues casi nadie se queda a cargo de él. Peor aún, la escasez de cuadros de calidad hace que el Presidente prescinda de militantes de su partido. Terminan así, en mandos medios, atrapados por el enmarañado mundo de la administración pública. Contra lo que se piensa, los partidos se debilitan en el gobierno, lo que no ocurre en otros países de la región.
Así, si en la década del ochenta los gabinetes de Fernando Belaunde y Alan García eran poblados por militantes de sus respectivos partidos, en los tres últimos gobiernos, el porcentaje es mínimo. Es más, los ministerios más exitosos, por lo general, son los encabezados por profesionales que no son del partido de gobierno.
Pero ¿Qué ocurre en nuestro país que crece hace más de una década, pero sus gobiernos terminan desaprobados y sus partidos reducidos al mínimo? Luis Más, en una tesis que ha presentado hace poco y cuyo título tomo prestado para este artículo, sostiene que en países como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay los resultados económicos sí han estado acompañados de éxitos electorales del partido de gobierno. Si bien en los dos primeros casos, hay reelección presidencial, en los otros dos, no. Pero en ninguno de los casos, los partidos de gobiernos quedan tan diezmados como es el caso de los peruanos.
En el nuestro, la importancia del líder es extrema. Por lo tanto, al no haber reelección presidencial el partido queda seriamente debilitado. Incluso al Presidente no le interesa que su partido gane una elección pues eso generaría una pugna por el liderazgo, como ocurrió entre Uribe y Santos en Colombia.
La estrategia PP y PAP, quienes escogieron a personajes fuera de los linderos partidarios, como Jeanette Emmanuel y Rafael Belaunde, en el primer caso y Mercedes Araoz, en el segundo, terminó en un fracaso. Todos se retiraron y dejaron a los partidos gobernantes sin candidatos. Los partidos fracasaron y se debilitaron más, pero sus líderes adquirieron mayor autonomía y poder sobre sus partidos.
En concreto, la no reelección presidencial en un contexto de debilidad partidaria que hace hiperdependiente al partido del Presidente, deja sin posibilidades de triunfo o buen desempeño electoral al partido de gobierno. Tener candidato presidencial, mejor si es del partido, no asegura el éxito electoral, pero ayuda a que, por lo menos, no se hunda más. El nacionalismo debe saber esto, pero no podrá contar ni con Ollanta Humala, ni con Nadine Heredia, pero si sigue el curso de sus antecesores, los veremos luego recogiendo firmas para inscribir nuevamente al partido (La República, 16 de enero 2014).