El conflicto alrededor del proyecto minero Conga fue el fin del gabinete Salomón Lerner y el origen del de Óscar Valdés. Más de medio año después, el problema no se ha resuelto, sino que se ha agravado con lamentables víctimas. Este es la piedra en el zapato presidencial, en momentos en que la inicial alta aprobación de la gestión presidencial ha mutado en una superior desaprobación. Preocupantes cifras que explican, en parte, los cambios ministeriales.
Es probable que el presidente Humala decidió realizar cambios en el gabinete ministerial a pocos días del mensaje a la nación, por sentir que su premier le daba más costo que beneficio y por que el camino trazado por Valdés lo dirigía a los brazos del fujimorismo. El actual presidente es pragmático y no ideológico. Por lo tanto, aliarse con quienes compitió en las elecciones era sellar un camino sin retorno y con un alto costo. El cambio de parte del gabinete es también, por lo tanto, tomar distancia del fujimorismo, así como ganar aliados y neutralizar a otros. En pocas palabras, el presidente Humala ha reconocido que estaba aislándose y que esto ya se reflejaba en la evaluación de la opinión pública. Por lo tanto, el momento escogido por la decisión presidencial, fue acertado.
La otra jugada no ha sido menos precisa. Ha cambiado tan solo cinco nombres, pero la sensación que ha dejado es de un gabinete oxigenado. Nombrar al ahora ex ministro de Justicia, Juan Jiménez Mayor es una muestra de cambio de formas, que no son menos importantes. Se cambia a un premier, como Valdés, con un estilo confrontacional y carente de experiencia política, por un abogado más abierto al diálogo, como lo ha hecho desde el inicio. Diálogo encima de principio de autoridad que ya cobró más de una docena de víctimas, es una señal positiva. En esa misma dirección, se retiran los elementos que hacían ver al gobierno como autoritario y carente de conocimiento del sector, para colocar a dos civiles, como son los casos de Pedro Cateriano y Wilfredo Pedraza, en las carteras de Interior y de Defensa, respectivamente.
Por lo demás, el nuevo premier enfrentó en la víspera de su nombramiento al juez supremo Villa Stein, sobre la controvertida resolución que este emitió, sobre el grupo Colina. Enfrentamiento particularmente político, pues se trata de un juez que ha dado muestras de simpatía por la figura y el gobierno del ex presidente Fujimori. La reacción del fujimorismo ha sido inmediata, mostrando su desagrado por el nombramiento del nuevo premier.
En general, los nuevos ministros son buenos profesionales y técnicos en sus diversas especialidades, por lo que se ha constituido un gabinete ministerial política y técnicamente mejor dotado. Todo lo anterior es la muestra de un cambio de dirección hacia el centro político, por lo que la interrogante es si el presidente Humala, muchas veces silente y ausente, logra liderar los cambios que estos nuevos nombres proyectan.
Sin embargo, varios temas pendientes abren serias interrogantes. Si persiste la insatisfacción ciudadana y los conflictos sociales siguen creciendo, sobre todo si no se soluciona satisfactoriamente el tema Conga, podemos estar delante de un gabinete corto y eso sí sería grave. Este gobierno, como ninguno en medio siglo ha tenido tres gabinetes en menos de un año. Uno más sería un signo de inestabilidad e ingobernabilidad altamente preocupante. Para que el gabinete tenga respaldo necesita que se llegue a un acuerdo con la mayor cantidad de fuerzas políticas y sociales. El tema es sobre la base de qué. Es aquí donde el presidente tiene la oportunidad de replantear la dirección de su gobierno en su discurso a la nación del 28 de julio. La tarea sigue siendo la misma: como combinar adecuadamente crecimiento económico con políticas públicas que lleguen a sus votantes, sin tocar un modelo económico que de hecho sí ha traído beneficios, aun cuando disparejos. Tarea para nada fácil en donde no han tenido éxito los gobiernos anteriores (La República, 26 de julio del 2012).