Alianza Lima merece a sus 111 años otra historia. Aquella que me permitió ver el debut de César Cueto, dando inicio a una rica historia donde su pierna izquierda hacía que el balón cuestionara la ley de la gravedad. Esa historia que me permitió ver aquella maravillosa delantera de Baylón, Perico, Pitín, Cubillas y Babalú. Aquella que me permitió estar en la inauguración del Estadio de Matute, viendo en pleno desfile a las glorias blanquiazules y cuando apareció la del 30’, se arrancó a bailar una marinera un viejo setentón, don José, don José María Lavalle, aquel negro diablo, puntero derecho de los olímpicos del 36. O llorar con profundo dolor al equipo que murió en el mar de Ventanilla, en el trágico accidente del Fokker o estar en el velorio de ese gran defensa que fue Sandro Baylón o festejar con esa alegría inigualable que significa ver campeonar a los equipos del 75, 77 y 78 con Cubillas, Sotil, Cueto, Velásquez, La Rosa, Duarte, entre otros, y, luego de la sequía, los campeonatos de 1997, 2001, 2003, 2004 y 2006 con la generación que transitaba de Pepe Soto, Jayo, Waldir Sáenz a Jefferson Farfán, el “Zorrito” Aguirre, Óscar Vílchez o Rinaldo Cruzado.
Alianza y el fútbol han sido para mí parte importante de mi vida. Me ha llenado de mucha alegría y algo de tristeza porque, como dice un slogan nuestro, Alianza es un sentimiento. Tanto que si hay algo que me hace perder el buen humor es cuando mi equipo pierde. Uno se vuelve blanco del ataque artero de hinchas del otro equipo, que ahora con internet y las redes sociales no podemos evitar. Mis hijos son del Alianza, como no podía ser de otra manera. Pero, a diferencia de amigos que escriben columnas en este mismo diario, como Fernando Rospigliosi, Raúl Tola, Beto Adrianzén, palomillas de ventana e hinchas por televisión, yo soy de los que van al estadio para ver al Alianza contra no importa quién. Soy de los que de niño juntaba figuritas de jugadores y ahora de adulto, camisetas. He transitado por las cuatro tribunas de Matute y he ido hasta solo a ver a mi club. Allí me he hecho también de amigos y he dejado la garganta gritando los goles blanquiazules.
Soy socio desde hace más de dos décadas y el 2001 tuve la fortuna de ser parte de la dirigencia que celebró la conquista del título, en el año de nuestro centenario. Año que di un play de honor, en un clásico que ganamos. He participado en reuniones y asambleas del club. He conocido gente honesta, como percibido la presencia de aquellos que medran en el club. Pero mi historia es quizá una pequeña, delante de los millones de hinchas blanquiazules que hoy aprietan los puños de indignación.
En la última elección voté por la lista opositora encabezada circunstancialmente por Pocho Alarcón, pues varios de los posibles candidatos estaban injustamente suspendidos por la directiva de aquella época. Se deshizo de su directiva, dejó de lado a los socios, frustró las esperanzas de los hinchas, maltrató a los trabajadores del club y engañó a muchos jugadores, quienes, lanzando sus más duras críticas contra Alarcón, crearon el más grande éxodo de jugadores titulares que se recuerde. Pero además, se dio el lujo de cambiar la histórica camiseta blanquiazul, para usar una que está lejos del diseño tradicional. Empezamos a perder vergonzosamente puntos, que ganábamos en la cancha. Este personaje, declarado personalmente quebrado, ha hecho lo propio con el club.
Pero esta lamentable historia ha puesto en evidencia cómo la naturaleza asociativa de clubes deportivos como son Alianza y la U es tan vulnerable que gente aventurera puede quebrar un club e irse tranquila a su casa, dejando el atrás un desastre. Esto tiene que cambiar radicalmente. Se ha desconocido la presidencia de Alarcón y ha ingresado Julio Arango, para convocar a una asamblea de socios y allanarnos a Indecopi. Hay pues un camino largo por recorrer y una esperanza por renovar. Parafraseando una frase vallejiana, aliancistas, hay mucho por hacer. Pero lo primero, para que no exista duda del cambio, que nos devuelvan la camiseta blanquiazul (La República, 12 de abril del 2012).
Estoy igual de indignado como tú Fernando! hasta ahora no puedo creer como alguien que dice amar a una institución puede hacerle esto! Por lo pronto, lo más importante es que los hinchas ya salieron del letargo y han pasado a la acción. Esa sensación de no quedarse de brazos cruzados y poner manos a la obra sería muy bien complementada si se reuniera la Asamblea de Socios lo más pronto posible, ratificaran a Arango, y se tomen las acciones correspondientes ya mismo! Yo también he ido a alentar solo a mi equipo en algunas oportunidades, aunque la verdad, en Matute nunca estamos solos, gracias por tu columna, es motivadora para seguir adelante y tratar de sacar a ese ladrón de nuestra casa.
Buenos días, Señor Tuesta:
Soy el alumno Carlos Portugal de la PUCP, y estamos lanzando una revista interuniversitaria, queríamos saber si era posible contar con una entrevista de usted sobre Alianza Lima, para nuestro primer número.
Muchas Gracias
Saludos