La representación supone que el representado elige a quienes conoce, le entrega el mandato y luego puede seguir el desempeño de su representante, para tener la posibilidad de exigirle que rinda cuentas. Un mal desempeño, tendría el riesgo de la no reelección. A la inversa, también es posible.
Pero, es también probable que los representados no conozcan a sus representantes. O, en todo caso, esto solo suceda en el momento de la elección. Si eso es así, estos últimos tendrán un alto grado de autonomía respecto de los primeros. Podrán cumplir su función legislativa, de control político, pero difícilmente la de representación. Y es que no se sienten, en principio, obligados con los representados. No porque el mandato no es imperativo, sino porque se sienten ajenos al control y rendición de cuentas.
Esto es lo que pasa con la representación de Lima, por dos razones. La primera porque difícilmente los 6 millones de electores establezcan un vínculo de cercanía con sus 36 congresistas. A mayor número de congresistas, mayor dificultad de reconocerlos por parte de sus electores. La responsabilidad política se diluye y, por lo tanto, el control político también. De los 130 congresistas que tiene el Congreso de la República, 36 representan a Lima Metropolitana. Es la circunscripción más grande del país, pues alberga también a la que tiene más electores.
Pero el alto número, atenta contra una adecuada relación de representación. En una encuesta del año 2007, el Instituto de Opinión Pública de la PUCP pidió a los limeños que dieran el nombre de algún congresista de Lima. El 77% de los encuestados no pudo dar un solo nombre, de los 36 representantes. Solo el 23% dio el nombre de algún congresista de Lima. En otras palabras, tres de cada cuatro limeños no tenían idea de quiénes son sus representantes. Es decir, no podían sentirse representados si no conocen quiénes son sus representantes.
La segunda razón tiene que ver con la representación de los peruanos residentes en el extranjero. Los poco más de 750 mil peruanos que viven fuera del país no tienen representantes. La ley, de manera inadecuada e inconstitucional, obliga a votar por los candidatos de Lima. Se podrá pensar que es una manera de tener representación. No es así. El principio de representación señala que el representante lo es, como consecuencia de la elección de los electores residentes en la circunscripción que comparten. Y, los peruanos residentes en el extranjero, justamente no pueden (no deben) votar por candidatos con quienes no comparten su residencia. Es por eso que los peruanos residentes en el extranjero no se sienten representados por los congresistas de Lima y los 36 representantes limeños, no sienten que los representan. En otras palabras 750 mil electores distorsionan, involuntariamente, la representación limeña.
Ante esta situación, se debe reformar el marco jurídico de la representación. Para este último caso, se debe otorgar a los peruanos residentes en el extranjero los representantes que les corresponde. El cálculo señala que deben ser cinco representantes. De lo contrario, se seguirá violando el principio de representación y afectando a Lima.
Para el caso del número alto de representantes de Lima, esto se puede superar dividiendo la circunscripción limeña en varias circunscripciones menores. Se puede crear hasta doce circunscripciones, usando la división administrativa de los distritos, juntando varios de ellos. Cada nueva circunscripción tendría así tres congresistas. Estos tendrían una referencia de representación más clara y, de seguro, los representados tendrían la posibilidad de establecer vínculos mayores con sus representantes y poder ejercer el control sobre ellos, como exigirles rendir cuentas de su mandato. Con estas dos medidas, Lima tendría la posibilidad de mejorar su representación, hasta ahora seriamente dañada (La República, 5 de abril del 2012).