Desde pequeño he visto una biblioteca. Papá no sólo trabajaba como bibliotecario en el histórico Colegio Guadalupe, donde también había estudiado, sino que fue parte de la segunda promoción de la desaparecida Escuela de Bibliotecarios, formada por Jorge Basadre, luego del incendio de la Biblioteca Nacional, hace más de medio siglo. Acompañaba a papá, particularmente en las vacaciones de verano. Recuerdo con claridad, cuando ingresábamos al Guadalupe por la puerta de la avenida Alfonso Ugarte, silenciosa, sin alumnos. Ese monumento histórico, tenía escaleras de anchos escalones, que parecían de marfil. Nos llevaban a la gran biblioteca, con pisos de largos listones de madera y techo alto. Había, por cierto, miles de libros, en cientos de estantes que olían a conocimiento e historia. Mientras papá trabajaba, yo me introducía en la lectura de los libros y periódicos antiguos. Allí vi, por primera vez, la colección de la Enciclopedia de Espasa-Calpe. Leía, por cierto, la parte deportiva de los periódicos, donde aprendí mucho de la historia de mi querido club Alianza Lima.
Con el correr de los años, dejé de tener libros por regalo. Recorrí y compré libros en pequeñas librerías, pero también en La Familia, Época, la “librería de los chinos”, en Camaná, para luego sumarse, El Virrey y, ya en estos tiempos, Sur, Communitas y Crisol. Fuera del país, muchas. Pero, la que más me acuerdo es la El Ateneo de Buenos Aires, la segunda más bella del mundo. Por eso, luego de cada viaje, siempre regresaba con libros y discos.
Pero ocurrió lo que a todos, mis libros encontraron su límite: el espacio. No tuve otra alternativa que regalar algunos. Ahora, ya suman muchos. Las bibliotecas de Villa El Salvador, Universidad de Lima, PUCP, Municipalidad de San Isidro y, en adelante, la Biblioteca Nacional, lugares todos, en donde pueden cuidarlos, fueron el destino de aquellos libros. Hacer esta amputación, no fue fácil. Lo cierto es que con el tiempo, uno se da cuenta que algunos libros ya no interesan, no los volverá a leer o forman parte de aquellos que te envían algunas instituciones o autores, pero no los leerás nunca. De esta manera, como los libros ya tienen un límite, cada cierto tiempo, hago un repase. Ahora me desprendo de esos libros, sin culpa.
Felizmente, van a llegar a alguna biblioteca, mejor destino que los de don Rigoberto, de la novela de Mario Vargas Llosa. Él le recordaba al arquitecto, que diseñaba su casa, que: “Los cuatro mil volúmenes y los cien grabados que poseo son números inflexibles. Nunca tendré más, para evitar la superabundancia y el desorden, pero nunca serán los mismos, pues se irán renovando sin cesar, hasta la muerte. Lo que significa que, por cada libro que añado a mi biblioteca, elimino otro (….) No le oculto que elegir a la víctima es arduo y, a veces, desgarrador (…) Al principio, regalaba los libros y grabados sacrificados a bibliotecas y museos públicos. Ahora los quemo, de ahí la importancia de la chimenea”.
Hola, te felicito por la gran coleccion, pero yo no me imagino quemando un libro, mas aun si es desgarrador, podrias donarlos a los que no tenemos la oportunidad de visitar librerias o las grandes bibliotecas, creo que tus libros podrian ser utiles a otras personas 🙂 si tienes otra explicacion para alimentar a tu chimenea con conocimiento y sabiduria cual es?, Saludos
Parece que no se entendió. Mis libros van a parar a bibliotecas, los de Don Rigoberto a la hoguera
Parece que no se entendió. Mis libros van a parar a bibliotecas, los de Don Rigoberto a la hoguera
okkkkkk…….. miren queredicimos lectores de este espacio cibernetico, creo que no entendieron o mejor dicho no logran comprender lo que realmente nos quiere decir don rigoberto en esos parrafos escritos por vargas llosa pero si en todo caso el señor decidi donar sus libros al abrasador fuego debe entenderse como forma literal porque de una u otra manera lo ve combeniente asi porque quizas los libros le piedieron ese favor antes de quedar en un relativo olvido ya sabemos que atravesamos por una crisis de lectura en este pais maravilloso
Los libros toman vida en las mentes de los lectores y en las voces de sus comentadores, es por eso que las bibliotecas grandes o pequenas se comparten de miles de maneras, pero siempre necesitan ojos avidos que las invadan.
¿Me puedes decir donde puedo conseguir en buena resolución el grabado de la antigua biblioteca de Alejandría?
Gracias.
Teresa, la verdad que no