Año de cumbres para el Perú. Pocas veces un país de la región logra ser sede de las ahora frecuentes cumbres internacionales de mandatarios. Perú lo fue en mayo, con la ALC-UE (Cumbre de América Latina, el Caribe y la Unión Europea) y ahora lo es con la APEC (Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico). La coincidencia no es fortuita. A lo largo de lo que va del siglo, el crecimiento económico peruano y su apertura al mercado internacional, ha sido destacado. Las firmas de los Tratados de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, Canadá, Chile, Singapur y pronto con China, Japón y quizá la Unión Europea, colocan al Perú en un lugar preferente en el comercio e inversión extranjera de la región. En esa línea, el gobierno de Alan García ha estrechado sus relaciones con Estados Unidos, Colombia, Chile y Brasil, distanciándose, de manera clara, del eje construido por Chávez.
Por las circunstancias derivadas de la crisis financiera internacional y la inevitable recesión mundial, esta cumbre de APEC, que congrega a 21 mandatarios, se plantea como una continuación de la cumbre del G-20, aun cuando sólo México es el único país latinoamericano de APEC, miembro de est exclusivo grupo.
Pero, si bien este último lustro ha mostrado altos niveles de crecimiento en América Latina, no ha estado acompañado con iguales niveles de satisfacción de la calidad de vida de sus habitantes. Así lo muestra un último informe del BID (Banco Interamericano de Desarrollo), en donde el caso peruano es uno de los más claros ejemplos, donde la gente no siente que los logros económicos se reflejen en una buena opinión sobre su calidad de vida. En consecuencia, el crecimiento económico no es suficiente para que la gente se sienta satisfecha.
Esta es la cruel paradoja que vive el Perú, en el momento en que es anfitrión de APEC. De esta manera, a poco de llegar a la mitad de su período presidencial, cuatro de cinco peruanos rechazan la gestión de Alan García, pese a que el crecimiento económico ha sido de los más altos de la región. Y es que, si bien las cifras no engañan y la imagen del Perú ha mejorado internacionalmente, acompañado de un discurso triunfalista, las expectativas de la gente, también se han multiplicado.
El problema es que los supuestos efectos beneficiosos de las políticas económicas y sociales se muestran insuficientes o inexistentes para importantes sectores del país. La situación no cambiará e incluso puede empeorar si, como todo parece indicar, el próximo año se sentirá con rigor, el impacto de la recesión internacional. Una muestra es que el presupuesto público para el 2009, es objeto de múltiples quejas, tanto de los ministros, como de autoridades regionales y locales.
Pero, si algo no estuvo calculado para este evento es el escándalo de los llamados Petroaudios, que involucra al ex parlamentario aprista Rómulo León Alegría, en tanto lobbista del empresario dominicano Fortunato Canaan. Las dudosas licitaciones públicas, en donde están comprometidos altos funcionarios del Estado, ha colocado el sensible tema de la corrupción en la agenda pública. El costo mayor ha sido la caída del Gabinete Jorge Del Castillo. La rápida reacción del presidente García, nombrando a un independiente y ex izquierdista, Yehude Simon, a la cabeza de un nuevo gabinete, le ha dado un respiro al gobierno y minimizado los costos políticos.
Sorteado este difícil momento, Alan García está aprovechando al máximo esta cumbre internacional para mostrar que pese a los problemas y las críticas, su liderazgo político se mantiene, la economía peruana no sufrirá daño alguno y sus sueños se encumbran más alto.