Esto que es claro en el campo de la política se extiende también a los medios en relación con el rating. Es decir, existe ante estos métodos una relación de ambivalencia, pero que no es privativo de nuestro país, ni menos de nuestra clase política. Es, por el contrario, moneda corriente en muchas democracias.
Todo lo anterior nos indica la importancia y el impacto que genera los sondeos en el juego político democrático. Se podrá discutir y polemizar sobre sus efectos sobre la democracia, pero no hay democracia moderna en donde no se manifieste su presencia.
Sin embargo, para los políticos y periodistas –campo desde donde salen los críticos más severos- la aparición de los sondeos les ha sido de una utilidad tremenda, pues su capacidad de valor predictivo es superior al tradicional intuitivo. No hay otro método de acercamiento que nos diga tanto del estado de la opinión pública. Esto hace que los sondeos -como bien lo ha señalado el profesor Patrick Chmapagne- otorguen a muchos actos políticos un grado de legitimidad y en la competencia electoral un instrumento de predicción. En el primer caso, permiten orientar el día a día de aquellos que toman decisiones políticas y en el segundo caso la manera de enfrentar un acto electoral. En otras palabras, los sondeos se inscriben en aquellos instrumentos que permiten la racionalización de la política. Aspecto curioso pues los sondeos recogen, en una alta proporción, no respuestas necesariamente racionales sino reacciones emotivas de la opinión pública. Esto es parte de la complejidad de un problema que muchas veces es visto con una simpleza, que en realidad carece.
(El Peruano, 01 de Febrero de 1999)