La segunda vuelta electoral conocida como el ballotage- es un mecanismo que señala que si ningún candidato ha logrado superar un porcentaje de votos (generalmente, pero no siempre, mayoría absoluta), los dos más votados vuelven a candidatear a una segunda elección. Este elemento del sistema electoral se aplicó por primera vez en Francia, en el siglo XIX. En la actualidad, en Europa, se aplica en Francia, Austria y Portugal. Originalmente intentaba reducir la cantidad de partidos políticos y así evitar la proliferación de agrupaciones, obligándolas más bien a establecer alianzas y negociaciones interpartidarias. Sin embargo, hay diferencias entre la aplicación inicial europea, y la versión latinoamericana y peruana. En el caso francés, el ballotage es utilizado para elegir tanto al presidente de la república como a los representantes en la Asamblea Nacional. Es decir, es un método completo y coherente para elegir representantes. Desde que el ballotage comenzó a aplicarse, el número de partidos políticos franceses se ha reducido. El objetivo, no es por lo tanto la legitimidad, pues ésta se logra en democracia ganando las elecciones, así sea por un voto.
En la actualidad y desde la década del ochenta, en casi todos los países de América Latina aplican este sistema. El método se ha vuelto muy popular, pero se diferencia del modelo europeo, pues se trata de sistemas presidencialistas y el ballotage se aplica sólo a la elección del presidencial y no así a la elección del parlamento. La idea que impera en nuestra región, es dotar a la presidencia de un incuestionable respaldo mayoritario.
En el Perú, post militar hemos tenido seis elecciones presidenciales con experiencias distintas de segunda vuelta. En 1980, no se aplicó la norma por acuerdo plasmado en la Constitución de 1979. En las elecciones de 1985, 1995 y 2000, no hubo segunda vuelta pues, se retiró Barrantes y ganó Alan García, Fujimori ganó con más de la mitad de los votos y el mismo Fujimori ganó por el retiro de Alejendro Toledo, respectivamente. En los dos casos que sí hubo segunda vuelta, Fujimori ganó a Vargas Llosa, en 1990 y Toledo a Alan García, en el 2001, los gobernantes carecieron de mayorías parlamentarias.
Si el objetivo de la ley era evitar la fragmentación política y dotar a la presidencia de un sólido apoyo, esto no se logró. El número de partidos políticos creció hasta tener cerca de trece, en alguna oportunidad. No se ha podido evitar el multipartidismo y no necesariamente los gobiernos elegidos por este sistema podrían calificarse como más legítimos y fuertes. ¿O los fueron los de Fujimori (1990) y Toledo, más que los de Belaunde, García y Fujimori (1995)? De esta manera, Ballotage y semipresidencialismo están íntimamente ligados, pero esto no es así en los sistemas presidencialistas como el peruano. Detrás de esta situación, está el hecho de confundir la legitimidad de origen, que lo da el triunfo electoral así sea por un voto y la legitimidad de la gestión de gobierno, que es otro asunto que no tiene que ver con el porcentaje de votos. Tener claro esto lleva a una evaluación distinta de la segunda vuelta. Quizá lo propio sería buscar alternativas que no son, como algunos creen, simplemente en someterse a la elección en una sola vuelta con mayoría relativa. Encontrarla es uno de los retos de la reforma.
(El Comercio, 1 de setiembre del 2004)