Contestar el celular a Montesinos en un acto oficial, va más allá de un gesto de descortesía por parte del presidente Fujimori. Muestra la naturaleza actual del poder en el Perú, que no es otra cosa que la relación intensa entre Fujimori y Vladimiro Montesinos, construida eficazmente a lo largo de una década.
Pero Fujimori, cual aprendiz de brujo, ha sido preso de su propio juego. Permitió, alentó y defendió a un personaje que hizo de la información su arma y de la intriga su método. Esto, sin embargo, no es posible pensarse sin un acuerdo de beneficios mutuos, en donde ambos buscaron controlar y permanecer en el poder. Si Fujimori le permitía estar en él, Montesinos le otorgaba la seguridad para que todo funcione.
Sin embargo, bajo esa relación Fujimori ha perdido iniciativa propia, poder y se volvió dependiente. Sin Montesinos, Fujimori no tiene iniciativa política, pues siempre consultó todo a el ex jefe del SIN. Era sus ojos y oídos, como agradecidamente lo ha manifestado en público, en varias oportunidades. El político que pensaba y discutía mucho antes de tomar una decisión, tenía en Montesinos su alter ego político. Ahora lo hace con Keiko Sofía, con sus principales ministros o sus congresistas de confianza, pero no es igual. Su inseguridad se hace manifiesta, por lo que sus presentaciones en público y ante la prensa se han reducido notoriamente.
Obviamente ha perdido poder a manos de Montesinos. Si electoralmente ya no es el invencible candidato y no puede mantener la disciplina en su bancada parlamentaria, su mando en las fuerzas armadas es prácticamente nulo. La intermediación que ejerce Montesinos y toda su promoción sobre los militares, hacen de Fujimori un presidente sin poder real. El reconocimiento de julio y el respaldo de septiembre fueron, irónicamente, muestras de debilidad ante unas Fuerzas Armadas cuya lealtad estaba lejos de la constitucional y se dirigen ahora a Panamá.
Fujimori no puede enfrentarse con Montesinos y menos deshacerse de él. Es sintomático que no pueda siquiera nombrarlo públicamente, como tampoco producir alguna acción legal contra un informal ex funcionario que sí le debe mucho a la justicia. Y es que Montesinos al ofrecer información, manipulación y acción de todos los resortes del Estado -que lo utilizó incluso contra el presidente-, se convirtió en una necesidad para la forma de gobernar de Fujimori. Al final, sabía demasiado. La necesidad de la presencia de Montesinos en el poder, convirtió a Fujimori en dependiente. Hoy necesita deshacerse de él, pero no puede y no sabe cómo. Lo intentó, recortando su mandato a un año, pues eliminándose él, eliminaba a Montesinos. Pero, no fue suficiente. Para el ex capitán fue un gesto inconsulto que no gustó y ha hecho saber a Fujimori, que sus destinos están demasiados ligados como para tentar un camino solo.
Esta dramática relación de siameses hace de la transición política sumamente complicada, pues la mejor salida de Fujimori, requiere un distanciamiento de Montesinos. Y eso es lo que justamente no puede, perdiendo de esta manera la posibilidad de generar una fuente nueva de poder. Así es paradójicamente la historia de este segundo oncenio. Si el de Leguía terminó bajo el levantamiento de un coronel, el de Fujimori sólo terminará con el hundimiento de un ex capitán.
(Canal N, Lunes 16 de octubre 2000)