Pero, para crecer debía convertirse en un parricida. Matar a los partidos. Eso es lo que intentó hacer a lo largo de la década. Si los partidos requerían movilizar a los electores como ciudadanos, Fujimori requería desmovilizarlos. Si los partidos necesitaban a los electores en tanto masas, Fujimori los necesitaba en tanto individuos. Si los partidos funcionaban con las masas en las calles, Fujimori funcionaba con ellas en sus casas. De esta manera, Fujimori y los partidos políticos fueron caras de la misma moneda. Entre ellos se desarrollaron vasos comunicantes, que explicaba que la fortaleza de uno, fuera la debilidad del otro. Fujimori fue la parte dominante de la relación, que contribuyó a generalizar la idea que la política, como actividad encaminada al poder, era reprobable; que aquellos que la practicaban, los políticos, eran de dudosa reputación; que los aparatos que los organizaban -los partidos-, eran corruptos y que las ideologías eran inservibles. Ante eso se levantó la idea, exitosamente divulgada por Fujimori, que el individualismo y el pragmatismo, eran los vectores de la conducta pública y para ello era mejor ser independientes, organizándose lo menos posible, a la altura de sus débiles compromisos. Esto fue facilitado por los partidos cuya actuación pública parecía darle la razón.
Sin embargo, la realidad matiza hasta las fenómenos más contundentes. En los tres últimos años, miles de jóvenes se han expresado en las calles y han roto el temor a la política después de casi una década. Hay una nueva generación que se está gestando y que necesita aprender a organizarse. Sienten desconfianza por los partidos de ayer, pero tampoco están dispuestos a abrazar al fujimorismo como conducta de vida política. En los partidos políticos, por su lado, hay corrientes de opinión que pugnan por cambiar. Saben que con los estilos y preparación anteriores, no hay las fuerzas que los ayude a una reconstrucción partidaria, que es condición necesaria para una reconstrucción institucional del país. Por lo tanto, estamos delante de un proceso político de naturaleza vital para reestablecer la democracia. El tema partidos políticos, es pues fundamental en la agenda política-institucional y nunca, como ahora, ha pasado a ser un índice para medir el grado de avance de cualquier reforma política. Por lo tanto, una de las enseñanzas mayores del fujimorismo, ha sido reafirmar aquella tesis que quiso negar: no existe democracia sin partidos políticos.
(Canal N, Lunes 4 de septiembre de 2000)
holas soy lu1s1t0 si quieren charlar con alguien cool no duden en agregarme ok l.enrique12@hotmail.com