Las segundas vueltas suelen ser, no sólo rápidas, sino intensas. Esta intensidad, fue la característica del tramo final de la primera vuelta, en cuyo clima germinó y creció la candidatura de Toledo, en medio del descrédito de la candidatura oficialista. Al sancionarse la segunda vuelta, la modorra política se impuso por tres largas semanas, por lo que se ha apagado la temperatura electoral. Si la guerra es la continuación de la política, como diría algún teórico, ahora la política es la continuación de la guerra, por otros medios y a través de los medios. Por ello, la segunda vuelta aparece como una perfecta guerra de posiciones, con una batalla final, a diferencia de la primera vuelta en donde la guerra era total.
Pues bien, en este momento de la guerra de posiciones, la candidatura oficialista ha logrado reorganizar sus filas. Dejó atrás la estrategia de la imagen tornasolada en donde Fujimori aparecía por momentos como presidente y otros como candidato. Ahora eso no funciona. Será básicamente candidato con perfil de presidente. Pero no solo eso. La estrategia es combinada: el cuestionado Absalón Vásquez baja el perfil, Tudela aparece como vocero e imagen aceptable en sectores medios y altos, los congresistas actuales acompañan la crítica a Toledo y Fujimori se expone menos a los medios. Todos a solo voz, proclaman deseos que las condiciones del proceso deben ser equitativas, mostrándose ajenos a tal desigualdad. Se muestran dispuestos y demandan acuerdos, diálogos y consensos, mientras el tiempo se encarga de marcar la cuenta regresiva. Todo en espacios cerrados y mediáticos. Nada de bullicio callejero y opinión pública movilizada.
Sin embargo, basta ver televisión el último fin de semana y se observará que las condiciones del proceso no han cambiado mucho, pero el clima sí y esto es consecuencia de este reacomodo pensado y medido. Han ganado en la batalla de inmovilizar a la iglesia con un arzobispo Luis Cipriani, actor principal de una batalla eclesial, pocas veces vista. Es decir, el oficialismo utiliza bien la guerra de posiciones, pues ha entendido que el clima calmo favorece a Fujimori, pues su electorado es agradecido, pero también pasivo, temeroso, vergonzoso y, en muchos casos miedoso. No es pues el que defenderá en las calles, ni en las plazas, un voto fujimorista, salvo que sean reclutados en forma persuasiva o coercitiva. Por lo tanto, la calma y la rapidez con que pasan los días son los elementos que favorecen a Fujimori. Ante esto la pregunta es ¿podrá Toledo revertir un clima desfavorable en tan poco tiempo?
(Canal N, Lunes 1 de mayo del 2000)