El primero es el que acepta la explicación de Francisco Tudela. La candidatura oficialista requiere de una maquinaria electoral que apoye una campaña que, en su segunda vuelta, será más dura. Y además, el presidente ya no podrá dejar de ser candidato, como sucedió a lo largo de gran parte de la campaña. Serán por lo menos, seis semanas, en donde el soporte medios de comunicación controlados será insuficiente. Allí la pericia de Absalón Vásquez es fundamental. Su pasado aprista lo ha formado y forjado en la organización partidaria. Nadie más que él y otros de sus ex compañeros, como Alberto Kitasono, pueden en los círculos cercanos del poder, cumplir una tarea con la experiencia de los antiguos militantes de la avenida Alfonso Ugarte.
Pero, la otra lectura sería que, en realidad, la salida de Absalón Vásquez es la consecuencia de los reacomodos en el poder, en donde él ha perdido fuerza y está pagando sus errores. Al inició de la campaña, el ex ministro de agricultura, salió de su acostumbrado perfil bajo, para convertirse en el eje y conductor de la campaña de la reelección. A los ojos del presidente Fujimori, había demostrado no sólo lealtad sino eficiencia en la construcción de aparatos partidarios. Allí estaban los ejemplos de Perú 2000 y antes Vamos Vecino. Era el balance perfecto a un Vladimiro Montesinos que mantenía importantes cuotas de poder, por lo que debería ser frenado. El número 1 de Absalón Vásquez en la lista de congresistas de Perú 2000, no era sólo un premio sino una conquista de parte suya. Y tal fue su poder conquistado, que desplazó a Tudela al segundo lugar de la lista y a los actuales congresistas los humilló colocándolos del puesto 14 para abajo.
Pero, de la misma manera que no existe crimen perfecto tampoco existe campaña totalmente controlada y El Comercio se encargó de propinar el golpe más severo a la ya imagen magullada de la candidatura oficialista, con el develamiento de la falsificación de firmas, por parte de Perú 2000. Muchos de los hilos condujeron a Absalón Vásquez. Pero, mientras presumiblemente, éste negociaba con el presidente y Montesinos, Alejandro Toledo inicia un ascenso vertiginoso que lo llegó a colocar en una situación de hacer peligrar el triunfo de Fujimori. Cuando días después sacrificaron a los señores Medelius y Chuán, ya era muy tarde. El desprestigio de la candidatura oficialista se expandía y la opinión pública nacional e internacional la condenaba. Si bien Absalón Vásquez, el responsable político del escándalo, se libró de la caída, tuvo que sumirse nuevamente en la sombra, más allá de sus apariciones en mítines.
Pero, si su situación era difícil, los votos preferenciales terminaron por condenarlo. El ex canciller Tudela, número dos de la lista, lo superaba en votos. Cuando el número 1 de la lista no queda primero –y no son muchas las veces que sucede- la sensación que queda en las organizaciones, es que el desplazado, no merecía el puesto.
Hoy, Absalón Vásquez parece pagar la factura del desprestigio de la candidatura oficialista al que ayudó con su irresponsabilidad, cuando no con su soberbia. Por el contrario, Francisco Tudela sale premiado por el voto fujimorista y se coloca en un lugar privilegiado en el poder, en donde pasó de un simple invitado a vocero generoso del régimen y expectante de un puesto presidencial que ya le hace guiño.
(Canal N, Lunes 17 de abril del 2000)