Pues bien, si las tendencias electorales se mantienen y no hay fraude electoral –cosa que algunos consideran imposible de no producirse- las posibilidades de los dos principales candidatos son las siguientes.
El presidente Fujimori, ya estrenado y largamente entrenado como candidato, no ha dejado de ser el principal aspirante. Pero, lo cierto es que no tiene todo a su favor, como se pensaba hace mes y medio. La posibilidad de ganar está intacta, pero él necesita no sólo ganar, sino que este triunfo se produzca en primera vuelta. Es el candidato más conocido, controla directa o indirectamente los medios de comunicación –sino vasta ver como los canales de señal abierta trasmiten spots de campaña, ahora que lo necesita el presidente y se negaban antes, cuando lo solicitaban los candidatos opositores. Pero además, Fujimori tiene hombres y recursos casi ilimitados como para seguir desarrollando una intensa campaña, en estos 5 últimos días. Cuenta, como todos saben, con una prensa amarilla, escrita y televisiva -vista como independiente, para un porcentaje de la población- dispuesta a seguir realizando una contracampaña como lo ha seguido haciendo hasta ahora. Pero, su paso de presidente a candidato, lo obliga a usar recursos del Estado, que lo coloca en evidencia delante de observadores e incrementando esa imagen recurrente de desigualdad electoral. Finalmente, Fujimori ha perdido esa capacidad de electoralmente imbatible, que le permitía atraer una importante cuota de voto resignado.
En el caso de Toledo, la posibilidad de quedar segundo en la primera vuelta, es casi segura. Si impide que Fujimori gane en primera, su posición para la segunda vuelta mejora ostensiblemente. La ventaja radica en que su ascenso, en el último tramo de la campaña, es difícil de detener, como lo demuestra el abandono por parte de la prensa amarilla, de la contracampaña de CLAE y de la supuesta hija no reconocida de Toledo. Por el contrario, su posición expectante, desencadena un interés ciudadano por observar a un fenómeno electoral, lo que lo hace crecer. De otro lado, a diferencia de sus colegas opositores que cayeron en la lucha contra el presidente-candidato, Toledo proyecta una imagen de retador eficaz y ganador, así como la de un opositor que no necesita polarizar.
Asimismo, la participación de su esposa, Eliane, le reporta un complemento y solidez, que ha hecho que su plancha presidencial pase a un segundo plano. Este posicionamiento, a diferencia de Fujimori, le permite atraer y recibir una migración de votos presidenciales de los candidatos opositores en declive. Sin embargo, Toledo puede tener problemas. Es susceptible de ser provocado, por lo que suele contestar a todo ataque, lo que lo convierte en vulnerable, como fue el caso de PRONAA. Pero, lo más problemático, es que carece de partido organizado, que le permita llegar a sectores que no lo conocen y le permita defender su voto en mesa el próximo 9 de abril. Ahora sólo puede invocar para que el gobierno no realice un fraude o que se le descubra en plena ejecución. Es decir, no tiene control sobre aspectos claves de la campaña. En todo caso, si hay segunda vuelta, el resultado electoral tendría un efecto contrario a lo que dictan sus cifras, pues si bien ganaría Fujimori, sería el gran derrotado, en cambio perdiendo Toledo, sería el gran triunfador. Esto como producto de las expectativas iniciales, pues si bien Fujimori parecía imbatible y Toledo era uno más del grupo opositor, ahora el escenario los muestra parejos, con el consiguiente perjuicio para el líder de Perú 2000. Pero, además, si bien ninguno tendría mayoría en el Congreso, Toledo sería más permeable a las alianzas, en cambio Fujimori es enemigo de ellas.
En resumen, el presidente ha perdido el control total que tenía sobre el proceso electoral y las grietas de su poder se manifiestan en esos mítines en donde su lenguaje hedonista y populachero, necesita los acordes de una technocumbia hecha, como todo, a su medida.
(Canal N, Lunes 3 de abril del 2000)