Por lo demás, parece ser que los electores peruanos son propensos a las presencias constantes y no a las ausencias prolongadas, por más notables que ellas sean. El problema para los políticos es que desaparecer por cinco años es demasiado, en un país que en 20 años duplica su población electoral.
Por su lado, quienes pregonan participar en las próximas elecciones lo hacen desde un punto de vista pragmático. Saben que un resultado favorable forma parte de la probabilidad escasa. Pero, en este tipo de elecciones hay dos apuestas que tiene dos lógicas distintas. La elección presidencial y la parlamentaria. La primera, es un juego de todo o nada. Este juego, en un sistema presidencialista como el nuestro, se torna más complicado cuando las reglas de juego y los métodos de premiar y castigar las monopoliza el presidente Fujimori. Los candidatos opositores tienen como única posibilidad de enfrentarse al presidente-candidato, no sólo con propuestas, sino proyectando la imagen de fortaleza y credibilidad. Fujimori tiene la primera, pero no tanto la segunda. Pero, lo que seduce y atrae a los electores del presidente es esa imagen de poder y autoridad, en un país que se espanta y está curado ante la inestabilidad y el desgobierno. Pero para presentar aquella imagen, lo primero que ayuda es la unidad de candidatura. Hasta ahora Fujimori gana en este aspecto, como vértice de la unidad oficialista, contra la dispersión opositora. Pero, la unidad de candidatura no será suficiente para la oposición, pues de nada valdrá una plancha presidencial interesante, sino comunica lo que quiere proponer al país. Allí aparece el otro reto, pues los grandes medios de comunicación juegan al papel de embudo. La parte ancha y libre para el presidente, la angosta y pequeña para los opositores. Asimismo, una candidatura opositora deberá enfrentarse a la agresión periodística de los periódicos amarillos alentados y con la venia gubernamental y la agresión física. Es decir, la oposición enfrentada al aparato estatal, lo que hace recordar que en nuestra región, hasta ahora nadie ha podido derrotar a un presidente candidato.
¿Qué ganan, entonces participando?. En primer lugar, la pequeña esperanza de derrotar en una segunda vuelta al presidente Fujimori. Pero, esta esperanza la tienen todos, por lo que se convierte en el principal obstáculo para producir la unidad. Cada candidato cree que puede ser ese segundo de la primera vuelta, que lo encumbre a ser el primero de la segunda vuelta. El sistema electoral de dos vueltas genera así sueños y dispersión. Pero, también juega el cálculo político de la ganancia en las elecciones parlamentarias que tienen otra lógica. Y aquí si bien el cálculo es político -impedir un parlamento monocordemente oficialista-, también es personal. Existe una larga lista de expectantes políticos que quieren seguir en la brega parlamentaria y otros que quieren acceder a esta élite selecta de los 120. Y esta legítima expectativa de los cálculos personales, juega como enemiga de una lista unitaria, pues los puestos se reducen, así algunos les digan que las posibilidades crecen. Los líderes opositores enfrentan así principios versus pragmatismo, unidad opositora versus reafirmación partidaria.
(El Comercio, 11 de Enero de 2000)