La limitación del poder era una de las grandes preocupaciones de los pensadores del siglo XVIII. El inglés Lord Acton señalaba por ejemplo que “si el poder tiende a corromper; el poder absoluto corrompe absolutamente” y el norteamericano George Mason puntualizaba que “dada la naturaleza del hombre, podemos estar seguros de que aquellos que tiene el poder en sus manos … siempre … en cuento puedan … lo acrecentarán”.
Esto es el fondo de la discusión sobre la pretensión del presidente Fujimori de candidatear a un tercer mandato. Nuevamente la atrayente búsqueda del poder se encuentra detrás de este deseo. De ser un profesor universitario, de los miles que se conocen en nuestro país, el ingeniero Alberto Fujimori, llega a la presidencia de la república cuando quería ser senador, cuando así lo permitía la antigua ley electoral. Nada tuvo que ver su conocimiento del país y de la política para acceder a tan alto de las cumbres del poder. Un conjunto de circunstancias particulares, en medio del desplome del sistema de partidos permitieron este fenómeno. Un presidente sin programa, sin equipo, sin partido político, sin conocimiento de la política, aprendió todo a pie forzado, sobre el complicado proceso de gobernar. Los resultados le indicaban que había tenido éxito y recibía el reconfortante aplauso de la población. Desde el poder, este aplauso, reconocimiento, satisfacción por cambiar las cosas, producen generalmente modificaciones en la propia percepción de los actos y de su ubicación histórica del presidente Fujimori. Se autopercibe imprescindible y la gente que lo rodea refuerza esta imagen. La diferencia es que esta última ya vive del Estado. Es por eso que mientras más se mantiene en el poder, más degusta de él, como en tantas e innumerables veces lo ha declarado.
A casi una década gobernando, la posibilidad legal y constitucional que el presidente Fujimori puede postular para una nueva elección es nula. El gusto y necesidad del poder de él y sus allegados le indicarán otro camino. Así es siempre. Por eso, hizo cambiar la constitución, en 1993, para reelegirse. Es decir, cambió las reglas para ser el principal beneficiario. Eso no es de demócratas. Ahora pretender quedarse 5 años más, con lo que sumaría 15, el mayor tiempo de un gobernante peruano, en 178 años de vida republicana, incluyendo los dictadores. Eso ya no es de un político honesto. El presidente Fujimori hubiera ganado mucho y el país también, si hubiera anunciado hace mucho tiempo que no pretendía candidatear. No lo ha hecho y difícilmente lo hará, pues parece que ya saltó la frontera del estadista con visión de sociedad, para convertirse en el degustador del poder con visión personal.
(Canal N, Lunes 7 de diciembre de 1999)
Cuando uno llega al poder, que encantado y quiere todo para si, la ambición, y terminan pésimo.
Cuando uno llega al poder, que encantado y quiere todo para si, la ambición, y terminan pésimo.