Para que tengan una idea, en Rusia, se requiere 50 mil firmas. Y si nos acercamos a los países vecinos, Colombia por ejemplo, que tiene más electores que el Perú, exige la misma cantidad. Pero, en nuestro país se suele repetir aquello de: “Hecha la ley hecha la trampa” y así a sido con las firmas.
En los últimos meses hemos sido testigos de un desfile de grupos políticos viejos y nuevos que entregan cientos de miles de firmas. Varios de ellos superan el millón. Pero, lo que nadie supera es la maciza realidad y sus números. Hagamos unos pequeños cálculos y veremos que nadie puede superar legalmente esta cifra exigida por la ley. Según datos de la ONPE, el promedio de entrega de firmas de aquellos partidos políticos que ha sido reconocidos o están por ganar esa inscripción es de aproximadamente millón y medio. Si cada planillón sirve para 10 firmas, quiere decir que aquellos grupos han comprado alrededor de 150 mil planillones. Como cada uno lo vende el JNE a S/. 0.28 céntimos de nuevo sol, resulta que se requiere de una inversión inicial de 12 mil dólares. A partir de estos números podemos hacer otros cálculos: Si a cada militante o miembro de un partido le entregan 10 planillones, el partido requeriría 15 mil militantes ¿Existe alguno en el Perú que albergue ese número de militantes?. Quizá la salida sería entregar no 10 sino 100 planillones, con lo que un partido necesitaría 1,500 militantes y cada uno de ellos debería de recolectar la friolera cifra de 1000 firmas cada uno. Pero, nuevamente, ningún partido tiene 1,500 militantes y nadie puede recolectar 1000 firmas. Pero, en el hipotético caso que lo tuviera, para que funcione se necesita tener militantes disciplinados y sacrificados, de tal manera que cumplan adecuadamente su labor, que exista una jerarquía partidaria que permita hacer funcionar una maquinaria a nivel nacional, que, a su vez, maneje recursos económicos que solvente varios meses de sacrificada labor. Nada de eso existe en los partidos y menos listas independientes, en el Perú de hoy. Entonces ¿Cómo es posible que varios grupos que nadie vio por las calles, que no tienen militantes, que no tienen dinero o que nadie los conoce logren entregar firmas exigidas? Quizá pueda sorprender lo que voy a decir, pero esto es el resultado de una ilegal recolección de firmas. Es la consecuencia, también, de una ley inviable legalmente. Muchos grupos adquieren listados de nombres de electores con sus respectivos documentos de identidad. Estas existen en un número muy grande de instituciones, clubes, empresas, etc. Algunas de éstas van a parar a engrosar los famosos planillones. Esto hace que muchas personas que nunca han firmado por ningún partido político, aparezcan sus nombres en alguno de ellos. Es mi caso. Yo no he firmado por ningún partido, pero aparezco en las planillones de dos agrupaciones. Quizá sea el caso de usted amigo televidente, pero no lo sabe.
¿Esto se puede observar en el proceso de verificación de firmas?. Cuando un partido entrega las firmas a la ONPE, el órgano electoral tiene que verificarlas por ley, en un plazo no mayor de 10 días. Sólo puede comparar nombres y documentos de identidad. Para comparar estos dos con las firmas, se requeriría un proceso de investigación dactilográfico, que impediría cumplir con la ley y, además, sería largo y costoso. La consecuencia es que quien presenta primero firmas, gana, pues tiene el registro virgen. Los que llegaron y llegan después tienen menos posibilidades, dado que una persona que firma en un partido, no puede hacerlo por otro. En la mayoría de los casos, los dos partidos han conseguido ilegalmente la firma, pero uno la presentó primero.
¿Cómo se puede remediar este perverso juego de engaños? Modificando la legislación, rebajando el número de adherentes a no más de 30 mil, pero exigiendo la huella digital y no la firma de los electores. Una verificación de este tipo sí se puede hacer. La huella digital no es discutible como una firma, que se cambia y modifica por variadas razones. Lamentablemente, este viciado proceso ha dado nacimiento y dará nacimiento a varios grupos políticos, que con una legislación verdaderamente seria, estarían fuera de cualquier registro de partidos políticos. Con estas leyes no gana la democracia.
(Canal N, Lunes 1 de noviembre de 1999)