La verdad es que entre uno y otro proceso existen varias similitudes. Tanto Menen como Fujimori irrumpen en la política latinoamericana como portadores de una supuesta modernidad y renovación política. Tienen a su favor haber eliminado los procesos hiperinflacionarios generados en los gobiernos anteriores. Forman parte de ese grupo de mandatarios que aplicaron las líneas centrales del paquete liberal, que incluye la privatización de las empresas públicas y el empequeñecimiento del Estado. Ambos se balancean entre el pragmatismo y la relación directa con sus electores. Para ello se han convertido en verdaderos expertos en el manejo de los medios de comunicación. Nadie como ellos para utilizar todos los recursos que le permite la televisión. Ese liderazgo mediático ha sido importante para la construcción de sus imágenes políticas, convirtiéndolos en permanentes candidatos. Ese gusto por el poder los llevó -Fujimori primero y Menen después- a modificar sus respectivas constituciones y ganar, obviamente, las elecciones que ellos convocaron, permaneciendo casi toda la década del 90 en el poder.
Pero existen también varias diferencias entre el proceso de Fujimori y Menen, que son de importancia primera. La reelección presidencial en Argentina fue el producto de un acuerdo del partido de Menen y la oposición radical. La nuestra, es hija de un golpe de Estado del 5 de abril. Las aspiraciones reeleccionistas de Menen para un tercer ilegal e inconstitucional mandato tuvieron en su propio partido a su principal opositor. Los deseos de Fujimori para mantenerse inconstitucionalmente en el poder cuentan, por el contrario, con el entusiasmo de su bancada parlamentaria y la burocracia que vive de este presente y de ese deseo. Asimismo, el poder judicial argentino sancionó la inconstitucionalidad de la pretensión de Menen, mostrando una autonomía que el nuestro está lejos de cultivar. Pero si bien el presidente argentino ha respetado esa decisión, el nuestro barrió con el Tribunal Constitucional cuando éste quiso actuar con independencia institucional. Finalmente, dar por finalizado la década de Menen, en Argentina, fue el resultado de la voluntad y serenidad política de los principales dirigentes de las fuerzas opositoras, que resolvieron sus diferencias para enfrentarse unidas en la elección que ayer y derrotar al peronismo. Terminar con el fujimorismo no parece ser el objetivo de las oposiciones en el Perú, si lo observamos desde el punto de vista de los actos de sus líderes y no de sus discursos. La división que muestran es el principal aliado de Fujimori que avanza en su pretensión de permanecer 15 años en el poder.
Existen pues semejanzas y diferencias entre los procesos peruano y argentino, pero nada está determinado para que los cursos de sus historias se repitan. Esto hace que la responsabilidad de la oposición peruana sea mayor.
(Canal N, Lunes 25 de octubre de 1999)