Este hecho amerita, por lo menos, dos observaciones. La primera es que las mudanzas en las militancias de las agrupaciones políticas son ahora más frecuentes que antes. Esto es consecuencia del carácter extremadamente débil de las adhesiones hacia los partidos y movimientos políticos. Si bien antes, también existían compromisos hacia líderes importantes Haya, en el Apra, Belaunde en AP o Bedoya en el PPC, también lo eran hacia ideologías y propuestas políticas, cuando no a tradiciones partidarias. En la década de los ’90, con la crisis de los partidos y la eclosión de los independientes las adhesiones se sustentan en lealtades directas y únicas a los líderes o jefes fundadores de los movimientos independientes. Esto hace que la política sea, cada vez más personalista. No existen organizaciones y si las hay son muy precarias. La consecuencia es que no existan reglas, jerarquías, canales de comunicación, y participación en la vida de la organización. Un segundo aspecto es el tipo de reclutamiento que se desarrolla con la fundación de un movimiento independiente. Como el eje y motor del reclutamiento no es una ideología, un programa, sino el compromiso con el líder, la búsqueda de éste del grupo inicial y de confianza se hace necesariamente en su entorno más cercano. Y esto quiere decir familiares y amigos. No hay otra posibilidad. Así le ocurre a Andrade, pero también a Castañeda e incluso a Fujimori. Sino hagamos un repaso cuántos familiares, amigos de colegio y universidad han ocupado y ocupan cargos en el aparato del Estado.
De esta manera, Cambio 90/NM, Somos Perú, Solidaridad Nacional, el FIM, Renovación, País Posible, son movimientos escasamente estructurados, por lo que las decisiones serán siempre de arriba hacia abajo, fuertemente personalizadas y el núcleo central estará conformado por familiares y amigos cercanos del líder fundador. Por lo tanto, quienes ingresan a un movimiento independiente sabe cual es el límite de su participación y sino lo sabe, lo observará rápidamente. Por eso, creer que allí se aloja una democracia interna, superior a la que ejercían los partidos políticos tradicionales es iluso o una mentira colectiva. Una manera de salir de esta situación, nada beneficiosa para una democracia, es que estos movimientos se conviertan en partidos políticos y se doten de programas, propuestas y de una organización con reglas precisas y renovadas de participación. Parece que algunos esfuerzos se encaminan en esa dirección. Mientras tanto, Paquita Izquierdo podrá seguir buscando en los movimientos independientes una nueva casa política, pero no encontrará nada distinto a la abandonada. Muchas gracias.
(Canal N, Jueves, 12 de agosto de 1999)