Pero, el actual mandatario no sólo ha recuperado una mayor aprobación sobre su gestión sino que su intención de voto lo ha colocado como probable ganador. Este nuevo escenario ha colocado, entre los opositores, el dilema de una alianza electoral para el 2000, pues todo parece indicar que no hay posibilidad de un triunfo que no sea de otra manera. Lo paradójico es que este no parece ser el camino que transitan los directos protagonistas, pues entre los intereses de unos y otros se tejen una infinidad de cálculos que van más allá del objetivo que declaran y repiten: derrotar al presidente Fujimori. El primer problema que enfrentan es qué candidato declina. Ninguno de los dos, Andrade y Castañeda, aceptaría dar paso al otro, aún conociendo que por esa actitud, el presidente-candidato eleva preferencias mes a mes. Es más, conforme pase el tiempo sus candidaturas serán proclamadas en eventos partidarios, en donde aceptarán nuevos compromisos con sus adherentes. El segundo problema que se les presenta es la conformación de una hipotética lista común. Y esto es un problema que puede quebrar una alianza electoral, como ocurrió, en 1980, con las fuerzas de izquierda o ponerlas en peligro si se recuerda lo que sucedió, en 1989, entre los partidos conformantes del Fredemo. Intentar reunir a dos o más agrupaciones implica, necesariamente, que cada una de ellas reduzca sus pretensiones para constituir una de 120 candidatos. Este bloqueo para la conformación de alianzas se resolvió en Argentina y Chile a través de elecciones internas en donde los adherentes de los partidos eligieron a sus candidatos, saliendo fortalecidas y legitimadas. La diferencia es que en aquellos países lo desarrollaron partidos políticos. En el nuestro, sufrimos aun las consecuencias del colapso de los partidos que no han podido ser sustituidos por otros. Mientras tanto, los candidatos opositores seguirán haciendo cálculos que, por ahora, los coloca en el camino de la derrota.
(Canal N, Jueves 5 de agosto de 1999)