Su apoyo tendrá consistencia, cuando la construcción de su organización a nivel nacional sea tarea primera, si quiere el próximo año arrastrar una numerosa bancada parlamentaria. El endose de votos, probado por su hermano, no es un atributo que se logra sin maquinaria partidaria asentada y aceitada y un liderazgo firme. Pero, la derrota de Miraflores le muestra que es una experiencia que se puede repetir, a no ser que cambie de estrategia. Para ello tendrá que mirar y medir con cuidado sus aliados y allegados. No hay otra manera. Alberto Andrade solo, le será difícil triunfar.
El oficialismo ha probado que lo que hace dos años parecía un imposible, con solo un 19% de aprobación de Fujimori, es ahora una perfecta posibilidad: ganar en el 2000. Ha comprobado, asimismo, que la simple aritmética y la ambición de muchos, señala que mientras más ingresen a la contienda electoral, harán perder al conjunto de los opositores. Ayer fue Castañeda, mañana podrá ser Ketín Vidal, Salas, Toledo u otros. Pero, todos, sin quererlo, jugarán en función de la permanencia de Fujimori por un tercer período. No hay espacio para más de 3 candidatos a costa de aumentar aquella posibilidad reeleccionista. Ha conocido también el oficialismo que cualquier imagen, como la de Andrade, es vulnerable y puede ser dañada. Por lo que trabajará en el mismo sentido los próximos meses, para terminar con sus opositores. Si eso lo logra al inicio de la campaña, su necesidad de fraude desaparecerá. Las elecciones podrán ser, paradójicamente, limpias y transparentes. Pues ya no será necesario que sean de otra manera.
(Canal N, Martes 6 de julio de 1999)